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Volodimir Kovalov y su esposa Tatiana Kovalova en el pueblo PosadPokrovs’ke, Jersón, el lunes 26 de diciembre.

Foto: Dimitar Dilkoff, AFP

Diez meses de guerra en Ucrania

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La invasión rusa abarcó buena parte de 2022 y no da señales de finalizar.

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Leído por Mathías Buela.
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La ofensiva militar que Rusia lanzó el 24 de febrero en Ucrania incidió en las alianzas geopolíticas, en la economía y en la vida de millones de personas. Se estima que unos 40.000 civiles murieron a lo largo de 2022, 7,8 millones debieron refugiarse fuera de Ucrania y 6,5 millones fueron desplazados dentro del país.

El 22 de febrero, dos días antes de iniciar la invasión, el gobierno de Vladimir Putin había reconocido la independencia de las regiones separatistas de Donetsk y Lugansk. Apoyado en ese reconocimiento, impulsó la ofensiva con el argumento de “desmilitarizar” Ucrania en defensa de las dos nuevas repúblicas, y proteger a Rusia de los riesgos de seguridad que significaba un eventual avance de la OTAN hacia sus fronteras.

Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Europea respondieron con un cúmulo de sanciones y con un inédito respaldo a Ucrania con armas y otros recursos bélicos. Para el bloque europeo fue la primera vez que apoyaba de esta manera a un país que no era uno de sus integrantes. Ese respaldo externo fue lo que permitió que Ucrania resistiera durante más de diez meses y lograra frustrar varias de las ofensivas rusas en su territorio.

Desde el inicio de la guerra, las potencias occidentales se comprometieron a destinar más de 89.400 millones de euros en ayuda militar, financiera y humanitaria. Según informó Efe, el principal donante fue Estados Unidos, con unos 68.000 millones de dólares.

En las primeras semanas de invasión, Rusia rápidamente tomó la central nuclear de Zaporiyia, la mayor de Europa, y avanzó hasta las afueras de la capital, Kiev, y de la segunda ciudad del país, Járkov. Además, logró bloquear con sus buques la bahía de Odesa, el principal puerto en el Mar Negro, con lo cual impidió durante meses la exportación de granos y generó una crisis de abastecimiento que afectó a varios países. Finalmente, en julio, se llegó a un acuerdo entre las dos partes, con mediación de Turquía, para la salida de granos de Ucrania. En ese período, la invasión rusa causó una fuerte inflación en Europa y el crudo Brent alcanzó un precio de 123 dólares el barril.

Pero el avance militar no sostuvo el ritmo inicial. A principios de abril el ejército de Rusia debió retirarse de Kiev, y a partir de mayo centró su ofensiva en el Donbás, donde se encuentran las regiones separatistas. En setiembre el presidente ruso, Vladimir Putin, anunció la movilización de 300.000 reservistas y lanzó los referéndums de anexión de cuatro regiones de Ucrania ocupadas: Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia. Finalmente, las cuatro fueron declaradas parte de Rusia, sin embargo, ese país no controla la totalidad de esos territorios.

Por ese entonces, y luego de que una explosión destruyera parte del puente sobre el estrecho de Kerch, que unía Rusia y Crimea, Moscú respondió con ataques a las centrales eléctricas ucranianas. Millones de personas quedaron sin electricidad, agua ni gas en los comienzos del invierno.

Ucrania señala que atacar infraestructuras civiles es un crimen de guerra y las dos partes han denunciado violaciones a los derechos humanos cometidas por su oponente. Uno de los casos más impactantes fue la matanza de Bucha, donde al salir el ejército ruso se encontraron más de 400 cuerpos en las calles y en fosas comunes.

A diez meses de su comienzo, no hay perspectivas de que la guerra termine. Ucrania llamó a que se organice una conferencia de paz para fines de febrero, cuando se cumpla un año del comienzo de la invasión, aunque Rusia no participe. Por su parte, Rusia afirma está dispuesta a dialogar, siempre y cuando Ucrania se “desmilitarice” y renuncie a los territorios anexionados, algo que Kiev no está dispuesto a hacer.

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