Desde 2016, el uruguayo-estadounidense Edward Chu trabaja con la organización Médicos sin Fronteras. Actúa como referente en medicina de urgencia y ha estado en diversos conflictos: República Centroafricana, República del Congo, Kirguistán, Sudán y Ucrania. En diciembre y enero trabajó en la Franja de Gaza, donde los equipos internacionales rotan cada pocas semanas.
Si bien tenía previsto permanecer en el hospital Nasser, de Jan Yunis, el impacto de los bombardeos israelíes en esa ciudad palestina llevó al equipo de Médicos sin Fronteras a instalar una clínica en otro lugar, en Rafah.
En diálogo telefónico con la diaria, Chu explicó por qué este conflicto es distinto de otros, cómo se vive la guerra desde los hospitales y por qué Médicos sin Fronteras reclama un cese del fuego.
¿Qué diferencias encuentra entre este conflicto y las situaciones que vio en otros lugares en los que ha trabajado?
Lo que más llama la atención en este conflicto es que uno tiene muy presente el hecho de que no existe ningún lugar que sea realmente seguro. Es tan pequeña la Franja de Gaza: son 365 kilómetros cuadrados. Montevideo es más grande [tiene 530 kilómetros cuadrados]. La ciudad de Jan Yunis está apenas a diez kilómetros de la frontera con Egipto. La distancia entre Rafah y Jan Yunis es mínima. Entonces, el bombardeo constante que uno siente lo percibe como que uno está cerquísima del frente y que por más que uno tome precauciones, no hay lugares seguros.
En el caso de la guerra en Ucrania inicialmente se dispuso que las mujeres y los niños dejaran el país. Acá, en cambio, la mayoría de las víctimas son niños. ¿En este sentido existe una diferencia en este conflicto?
Enorme. De hecho, esa es una de las cosas en las que uno se da cuenta de que la aglomeración enorme de personas desplazadas, que se están refugiando en el sur, no pueden huir. El flujo de civiles que uno ve es mayor cada día, cada día más congestionado, más gente en Rafah. Con la desesperación de que es una población que está bajo un bombardeo tremendo, indiscriminado, y que no puede escapar de lo que le está pasando.
¿Llegó a trabajar en el hospital Nasser, en Jan Yunis?
El hospital Nasser llegué a visitarlo. Nosotros teníamos un equipo internacional trabajando junto a los colegas palestinos que siguen allí. Al día siguiente de llegar a la Franja de Gaza fuimos al hospital, a presentarnos a la dirección y a la dirección de la sala de emergencia, y teníamos previsto volver al día siguiente para empezar a trabajar. Pero el hospital donde terminé trabajando, pasando la mayoría del tiempo, fue otro.
Justamente esa noche cayó un proyectil en la maternidad del hospital Nasser y mató a una persona. Por suerte no explotó. No estamos seguros de si fue una bomba o un proyectil de esos de iluminación, pero no hubo explosión. Si no, hubiera habido muchísimos muertos. Y el frente [de guerra] se había acercado tanto que oíamos las bombas que rebotaban como un eco sobre las paredes del hospital.
Tuvimos que evacuar porque entendimos que no existían las condiciones para trabajar allí. Yo no pude trabajar en Nasser como estaba previsto. Lo que hicimos con el equipo fue montar una clínica en Rafah, suficientemente lejos del frente, según calculamos, como para poner en actividad un servicio hospitalario y ambulatorio para cuidar a pacientes que tienen lesiones, que les dan de alta antes de tiempo, o que en las condiciones horribles en las que la gente está viviendo, sin agua, sin electricidad, sufren infecciones y necesitan un cuidado ambulatorio.
¿En qué local instalaron el hospital?
Establecimos una clínica dentro del Hospital Indonesio de Rafah, en el sur de Gaza.
¿Cómo es la situación de los hospitales?
El hospital [Nasser] es tal cual como uno lo ve en las noticias, en las fotos. Hay una concentración increíble de personas, en todos los pasillos, en el suelo, y ves una cantidad de gente que se está refugiando allí. Ves todo lo difícil que es hacer funcionar un hospital que se ha convertido en un campo de refugiados.
Encontrar a los pacientes cuando hacen el posoperatorio es un desafío, porque se los instala donde se encuentre lugar. No existe la organización que uno tiene en una sala de cirugía, de medicina interna. Es imposible. En la sala de urgencias, la mayor parte del departamento es una extensión del espacio para pacientes ingresados, y la mayoría de las camillas se las han llevado para esos pacientes hospitalizados. Si recuerdo bien, les habían quedado una o dos camillas en la sala de reanimación. El resto es tratar a los pacientes en el suelo cuando llegan.
¿Qué se hace con quienes necesitan operaciones quirúrgicas?
El block operatorio, por la necesidad de esterilización, está más controlado. Lo que impacta en el cuidado operatorio de los pacientes es que no se puede derivar al block a todos los que necesitan operaciones, por la limitación de personal, por la falta de anestesia y de otras medicaciones. Lo que contaba el director del departamento de urgencias es que frente a la gran cantidad de personas heridas, en el triage –el proceso para identificar a los pacientes según la gravedad de su estado– se veían obligados a tomar la difícil decisión de seleccionar a cuáles podían salvarles la vida en esas condiciones.
¿Cuáles son los casos más habituales que encuentran, las heridas más habituales que se presentan en esta situación?
La mayoría de los pacientes que vemos son víctimas de explosiones. Vienen politraumatizados. Es otra de las cosas que tienen de particular las heridas de este tipo de bombardeos. Suelen ser pacientes que tienen múltiples heridas, amputaciones, quemaduras, fracturas. Y las fracturas son mucho más complejas de lo que vemos normalmente, con huesos que están destrozados. Estos pacientes en realidad necesitarían volver al block operatorio para cirugías reconstructivas, para quitarles tejidos que están muy infectados o que están muertos. Pero en las condiciones que existen hay dificultades para conseguir espacio para pacientes en posoperatorio. Tenemos muchas dificultades para conseguir que los pacientes puedan volver para estas segundas, terceras, cuartas operaciones que realmente necesitan.
Me imagino que también debe ser muy difícil la situación anímica de pacientes que perdieron a sus familias. ¿Cómo viven eso?
Con mucha dificultad. No sé cómo va a ser posible responder y darles el cuidado necesario en términos de salud mental a todo el trauma que se está produciendo en la población. Una muestra de esto es que hay una situación que se ha vuelto tan común que se le ha puesto un nombre: “niño herido con familia no superviviente”. Esos son muchos de los casos que te afectan más como médico. Me acuerdo de un niño que apenas tendría cuatro o cinco años, con una fractura súper complicada en el brazo, al que lo trajo el tío porque los padres y los hermanos murieron en el bombardeo que lo hirió a él.
¿Cómo se hace para dar de alta a un paciente en estas circunstancias, en que no tienen adónde ir?
Nos pesa mucho el hecho de que muchos de los pacientes ahora están viviendo en condiciones inhumanas, sin electricidad, en carpas improvisadas con plásticos, con maderas que encuentran, a la intemperie. Tenemos conciencia de que, lamentablemente, cuando le damos de alta a un paciente, probablemente va a volver a vivir en estas condiciones. Nosotros nos aseguramos de darle un seguimiento, podemos tratarlo con antibióticos, hacerle cambios de vendajes.
¿Qué se hace en las situaciones en las que falta anestesia para hacer una intervención quirúrgica?
Eso depende mucho. He hablado con colegas que trabajaron en hospitales públicos, en las urgencias, y cuentan lo que es hacer intervenciones en las salas de urgencias. No es lo mismo lo que se hace en las salas de urgencia que lo que se hace en block operatorio. Desde el punto de vista médico, es posible amputar un miembro sin que el paciente esté dormido. Es horrible, pero se puede hacer. En cambio, una cirugía en la que el paciente tiene que estar quieto, en la que por ejemplo hay que visualizar un órgano interno, no se puede hacer en esas condiciones. Esas son las decisiones horribles que tienen que tomar en la sala de urgencia, de priorizar pacientes ante la ausencia de condiciones y medicamentos necesarios para poder tratarlos.
Nosotros al no tener un block operatorio, nos adaptábamos a las posibilidades y capacidades, y al traslado de pacientes. Los hospitales públicos no pueden darse ese lujo: en una urgencia, llegan los pacientes y tenés que hacer lo que se pueda con lo que puedas.
Lo que sí utilizamos es sedación o medicación intravenosa que no deja al paciente totalmente inconsciente pero sí es una medicación tranquilizante para el dolor, para poder hacer el cambio de vendajes, limpiar las heridas, quitar el tejido que está infectado o muerto.
Organismos internacionales han informado que por las condiciones en las vive la población en Gaza se están propagando enfermedades que se previenen con la higiene. ¿Ustedes lo han visto?
En el hospital donde yo estuve la actividad estaba enfocada en el cuidado posoperatorio. Sin embargo, lo que sí vi son infecciones respiratorias, pacientes que llegan por heridas y que además tenían tos. Y como no tratábamos casos de diarrea, por ejemplo, no lo veíamos tanto. Pero nuestros colegas que tienen una actividad ambulatoria sí nos contaban que está habiendo muchísima diarrea. Las condiciones de tener agua corriente y suficientes letrinas no se pueden cumplir en este momento y no nos debe sorprender que haya una gran cantidad de infecciones intestinales.
El gobierno de Israel ha denunciado que los hospitales son uno de los lugares donde los milicianos de Hamas esconden sus armas y que los usan para disparar desde allí. ¿De esto ustedes han tenido algún tipo de información?
No. Nosotros somos conscientes de esas acusaciones, pero no es algo que yo haya visto, y como organización no tenemos pruebas ni conocimiento de primera mano de eso.
¿Han podido ver una evolución de la situación de los pacientes a lo largo de este conflicto?
Lo que yo noté en el corto tiempo que estuve allí fue el desplazamiento enorme de la población. Al llegar a Rafah, al principio, nos tomaba apenas unos 15 o 20 minutos llegar al hospital desde donde estábamos viviendo, una distancia de unos siete kilómetros. Después nos tomaba 45 minutos, a veces una hora, e intentábamos salir en los momentos de menos congestión. Y se veían los autos que venían con lo poco que la gente se podía llevar. Uno ve además que la gente se desplaza a caballo o en mula, porque no hay nafta.
¿Han podido hablar con los pacientes sobre cómo es la vida que llevan fuera del hospital?
Como yo no hablo nada de árabe no tuve la posibilidad de hablar directamente con los pacientes, pero sí con colegas. Nuestro colega palestino nos contaba acerca del hecho de lograr comer una vez al día, darse un baño una vez a la semana, pasar hambre para que sus hijos puedan comer.
Todavía más difícil de comprender es que también ellos están viviendo esta inseguridad enorme. Vienen a trabajar sin saber si un bombardeo va a matar a su familia, a sus niños mientras ellos están en el trabajo. Nosotros, el equipo internacional, tenemos rotación, pero ellos han estado viviendo esta pesadilla y no tienen cómo salir de ella.
Nos contaban de tener que desplazarse múltiples veces, tomar refugio en camiones, buscar dónde vivir. Porque Rafah era la parte más rural de la franja, y hay pocos edificios para la cantidad enorme de personas que llegaron allí. Fue desplazada 85% de la población de la franja. Es dificilísimo encontrar dónde vivir.
¿La ayuda humanitaria está llegando?
Llega a cuentagotas, y eso es en Rafah, donde las condiciones son mejores. Sabemos que en el norte son mucho peores. Lo que hemos podido hacer lo hacemos en Rafah, porque es el último lugar donde nos queda un poco de espacio humanitario.
Nosotros estamos exigiendo desde hace meses el cese del fuego incondicional, que es necesario para hacer el trabajo humanitario. Pedimos que se permita el ingreso de la ayuda humanitaria sin obstáculos a la población de Gaza. Las necesidades son enormes.
Para nosotros, para los colegas médicos, es muy difícil tener que elegir entre nuestra propia vida y la del paciente debido a las constantes órdenes de evacuación y los ataques a instalaciones sanitarias. Pedimos un alto el fuego inmediato que salve vidas y restablezca el flujo de ayuda humanitaria y el sistema sanitario del que depende la población de Gaza.