Tak, gracias. Sencillo, claro, inequívoco. Así escribieron la izquierda y los ecologistas del norte de Europa en sus perfiles sociales para celebrar los resultados de las elecciones para la renovación del Parlamento de Bruselas. Dinamarca, Finlandia y Suecia son los estados nórdicos que han marcado un giro radical respecto de la ola negra que azotó a los países más grandes del viejo continente.
El resultado más sonado proviene del Reino de Dinamarca, donde, el viernes pasado, la primera ministra socialdemócrata, Mette Frederiksen, fue atacada por un hombre trastornado de 39 años. A pesar de la amplia cobertura mediática, los socialdemócratas se quedaron en el 15,6%, cayendo más de cinco puntos, mientras que el éxito del Socialistisk Folkepartito (Partido Socialista del Pueblo) es extraordinario, ya que se convirtió en el principal partido danés con el 17,4%. SF fue fundado a finales de los años 50 por miembros del PC danés. A lo largo de las décadas ha acentuado su connotación ecológica y pacifista, pero también cierto escepticismo sobre las políticas comunitarias en materia de inmigración. SF se sentará con tres parlamentarios europeos de Los Verdes, mientras que Enhedslisten De Rød-Grønne (Alianza Rojo-Verde) crece dos puntos y se estabiliza en el 7% (+1,5%), logrando elegir un diputado que se sentará en “la izquierda”. Los rojiverdes son una alianza nacida a principios de los años 1990 con posiciones más radicales que SF, tanto en términos de políticas sociales como de política exterior. Para completar el cuadro de la izquierda, hay que señalar el 2,7% de “la alternativa”, que logró arrebatarles un diputado a los socialdemócratas.
El temido avance de la extrema derecha no se produjo. Los “demócratas daneses”, escisión de derecha de los conservadores, no superaron el 7,4%, mientras que los “identitarios” del Dansk Folkeparti (Partido Popular Danés) se quedaron en el 6,4%, perdiendo casi cinco puntos respecto de los últimos comicios europeos.
Ni siquiera los primos xenófobos de los “demócratas suecos” lo están pasando bien, ya que pasaron del 21% de las elecciones de setiembre de 2022 al 13,4% de estas elecciones europeas. En Suecia, el Partido Socialdemócrata vuelve a ser el líder con el 25% de los votos, seguido por el 17% de los conservadores y el 14% de los verdes, que, hace apenas dos años, parecían a punto de no entrar en el Parlamento. Fue una afirmación histórica también para el Vänsterpartiet, el partido de izquierda liderado por el joven Nooshi Dadgostar, que hizo volar su formación hasta el 11%, casi cinco puntos más que hace dos años. También inesperado e histórico es el resultado de Vasemmistoliitto, la alianza de izquierda finlandesa, que con el 17,3% se consolida como el segundo partido tras los conservadores del primer ministro Petteri Orpo, que con un 24,8% se confirma como el primer partido, mientras que la extrema derecha de los Perussuomalaiset (Finlandeses de Base) pasaron del 20% de las elecciones del año pasado al 7,6%. De nada sirvió la presencia en el gobierno de la tenaz ministra de Economía y líder del partido, Rikka Purra, con sus arrebatos racistas y xenófobos. El partido de extrema derecha, primero afiliado a Identidad y Democracia y ahora a Giorgia Meloni en Europeos Conservadores y Reformistas, es el verdadero perdedor de estas elecciones junto con los socialdemócratas, que, sin el liderazgo de la ex primera ministra Sanna Marin, han caído a 15% detrás de la formación liderada por el joven exministro de Educación del Ejecutivo de Marin, Li Anderson. El líder de V fue el candidato más votado en la historia de Finlandia con 250.000 preferencias individuales.
En ninguno de los tres países la posición del gobierno en apoyo a Ucrania parece haber tenido una influencia decisiva en la votación, como la tuvo la membresía de Estocolmo y Helsinki en la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Las movilizaciones a favor de la causa palestina, contra la extrema derecha y por la conversión ecológica llevadas a cabo por la izquierda y los ecologistas nórdicos han hecho mucho más.
Este artículo fue publicado originalmente en Il Manifesto.