Este lunes, los más de 800 ataques que lanzó Israel contra la milicia chiita y partido político Hezbolá, en el sur de Líbano, dejaron 492 muertos y más de 1.645 heridos, según informó el titular del Ministerio de Salud Pública de Líbano, Firass Abaid, en rueda de prensa.
Los hospitales recibieron la orden de postergar los casos “no urgentes” para enfocarse en atender el impacto de esta ofensiva y todos los centros educativos fueron cerrados por dos días. Varias escuelas fueron convertidas en refugios para las miles de personas que tuvieron que huir de sus hogares por los bombardeos.
La Cruz Roja libanesa anunció la movilización de “todas las estaciones de ambulancias” del país “para ayudar a atender el creciente número de víctimas en el sur”. Comunicó que además sus voluntarios estaban “colaborando en las tareas de rescate”.
El primer ministro interino libanés, Nayib Mikati, acusó a Israel de llevar adelante “un plan de destrucción” de su país y dijo que la ofensiva de este lunes es “parte de una guerra de exterminio”.
Por su parte, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, difundió un mensaje grabado en video dirigido a la población de Líbano en el que le ordenó que abandonara ciertas zonas del territorio. “Tomen en serio esta advertencia. No permitan que Hezbolá ponga en peligro sus vidas y las de sus seres queridos”, agregó.
“Durante demasiado tiempo Hezbolá los ha usado como escudos humanos. Colocó cohetes en sus salas de estar y misiles en su garaje. Esos cohetes y misiles apuntan directamente a nuestras ciudades, directamente a nuestros ciudadanos”, afirmó.
El primer ministro dijo que la política de su gobierno es no esperar a que haya una amenaza, sino anticiparse “en cualquier sitio, en cualquier escenario y en cualquier momento”, y afirmó que se propone cambiar “el equilibrio de seguridad, el equilibrio de poder en el norte” mediante la destrucción del poder militar de Hezbolá, citó la agencia Efe.
Desde que Israel comenzó a atacar la Franja de Gaza, hace casi un año, Hezbolá viene lanzando misiles sobre el norte israelí en apoyo a Hamas. Esta situación causó el desplazamiento de unos 60.000 israelíes del norte y también de población del sur de Líbano.
Sobre las acciones de este lunes, el portavoz del ejército israelí, Daniel Hagari, informó que “docenas de aviones de combate de la Fuerza Aérea atacaron” unos “800 objetivos terroristas de Hezbolá en el sur de Líbano y la región de Bekaa, en lo profundo de Líbano, en varias oleadas de ataques a lo largo del día”.
Según publicó el diario británico The Guardian, Israel comunicó que lanzó un ataque aéreo “limitado” en Dajia, en el área metropolitana de Beirut, que tenía como objetivo a Ali Karaki, el tercero al mando de Hezbolá. Más tarde, esta organización política y milicia chiita proiraní informó que Karaki se encontraba bien y que se había trasladado a “un lugar seguro”.
El segundo al mando del ala militar de Hezbolá, Ibrahim Akil, fue enterrado el domingo después de que fuera asesinado el viernes en otra ofensiva en Dajia, una zona de la capital libanesa considerada un bastión de Hezbolá.
La semana pasada, la detonación simultánea de explosivos colocados en beepers y walkie-talkies, sistemas de comunicación que utiliza Hezbolá, dejaron 37 muertos, entre ellos dos niños, y cientos de heridos. Tanto el gobierno libanés como Hezbolá responsabilizaron a Israel, que no admitió ni negó estos ataques.
Ante la ofensiva de este lunes, Hezbolá respondió lanzando misiles contra tres instalaciones militares en Israel. Afirmó en un comunicado que entre sus objetivos se encuentran “almacenes logísticos” y un complejo industrial militar contra los que disparó “decenas de cohetes”. El ejército israelí afirmó haber interceptado “unos 25 proyectiles”.
La misión de paz de la Organización de las Naciones Unidas (Finul) desplegada en la frontera entre Líbano e Israel advirtió que los bombardeos masivos contra territorio libanés, con civiles entre sus víctimas, “no sólo son violaciones del derecho internacional, sino que pueden constituir crímenes de guerra”.
La Finul llamó a “una solución diplomática” y advirtió que “cualquier nueva escalada de esta peligrosa situación podría tener consecuencias devastadoras y de gran alcance, no sólo para quienes viven a ambos lados de la Línea Azul (la línea divisoria entre Líbano e Israel), sino también para la región en general”. Esta escalada genera temores de que el conflicto en Medio Oriente se expanda. Incluso países que mostraron un fuerte respaldo a Israel manifestaron esta preocupación. “La dramática escalada de violencia en la frontera entre Israel y Líbano conmociona, en especial las informaciones sobre civiles muertos, entre ellos niños”, manifestó la ministra de Relaciones Exteriores de Alemania, Annalena Baerbock. “Para la Línea Azul hace falta una solución alineada con la resolución 1701 de Naciones Unidas. La lógica de golpe y contragolpe tiene consecuencias catastróficas para la región. La desescalada por ambas partes es la tarea del momento”, afirmó.
También el presidente estadounidense, Joe Biden, manifestó que su “equipo está en contacto con sus homólogos” de Israel y Líbano, y que están “trabajando para desescalar la situación de una manera que permita a las personas regresar a sus hogares de forma segura”.