El intento de intromisión de la administración estadounidense que lidera el presidente Donald Trump en la Justicia brasileña sigue teniendo consecuencias y ha generado una de las disputas más duras entre Washington y un país sudamericano en mucho tiempo.
El último capítulo del cruce entre la Casa Blanca y Brasilia fue la decisión estadounidense de retirarles la visa de entrada al país al ministro del Supremo Tribunal Federal (STF), Alexandre de Moraes, y a sus familiares directos, medida extensiva a otros siete integrantes del máximo órgano de la Justicia brasileña, a quienes desde Washington se acusa de haber lanzado una “caza de brujas” contra el expresidente Jair Bolsonaro.
La medida de Washington se conoció en la noche del viernes, horas después de que la Policía Federal, por orden de Moraes y como parte de una serie de medidas cautelares, le colocara una tobillera electrónica a Bolsonaro, sobre quien pesa un pedido de prisión de más de 40 años por presuntamente liderar un intento de golpe de Estado contra el actual presidente Luiz Inácio Lula da Silva, después que este último ganara las elecciones en octubre de 2022.
El secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, expresó: “La cacería de brujas del juez Alexandre de Moraes contra Jair Bolsonaro ha creado un complejo de persecución y censura tan amplio que no sólo viola los derechos fundamentales de los brasileños, sino que se extiende más allá de sus fronteras”.
En respuesta a la medida, el sábado el presidente Lula salió a apoyar a Moraes y a los otros magistrados, calificó el intento de intromisión estadounidense como “inaceptable” y fue rotundo al afirmar que las “amenazas” no alterarán las actuaciones de las autoridades brasileñas.
“Mi solidaridad y apoyo a los magistrados del Supremo Tribunal Federal afectados por otra medida arbitraria y completamente infundada del gobierno de Estados Unidos”, declaró Lula en un comunicado oficial consignado por medios locales. “La injerencia de un país en el sistema de justicia de otro es inaceptable y viola los principios básicos de respeto y soberanía entre las naciones”, agregó.
“Tengo la certeza de que ningún tipo de intimidación o amenaza, de nadie, comprometerá la misión más importante de los poderes e instituciones nacionales, que es actuar permanentemente en defensa y preservación del Estado democrático de derecho”, concluyó el mandatario.
El enfrentamiento diplomático y las medidas adoptadas por las partes están teniendo consecuencias a la interna de Brasil, donde los partidos ya están pensando en las elecciones presidenciales que se celebrarán en octubre del año que viene.
Recientes encuestas mostraron que el posicionamiento de Lula ante los aranceles impuestos a los productos brasileños por la administración Trump produjo un crecimiento de la imagen positiva del mandatario. Al mismo tiempo, la decisión de Moraes de disponer las medidas cautelares sobre Bolsonaro está forzando a los sectores de la derecha a acelerar el proceso de elegir a un candidato e ir fortaleciendo su imagen, debido a que ya no quedan dudas de que el exmandatario quedará fuera de competencia y su margen de actuar políticamente se está reduciendo cada vez más, mientras se espera por un más que probable encarcelamiento.
Dentro de la derecha hay dos vertientes claras: una que se inclina por promover la candidatura de un familiar directo de Bolsonaro a la presidencia, que puede ser su hijo, el diputado Eduardo Bolsonaro, quien desde Estados Unidos está traccionando las medidas contra los adversarios de su padre, o la de su esposa, Michelle Bolsonaro; otra, que es la mayoritaria, ya que excede el bolsonarismo, que pretende impulsar la postulación del actual gobernador del estado de San Pablo, Tarcísio de Freitas.
Un análisis de Folha de San Pablo destacó que, si bien el panorama es complejo, la impresión general es que Bolsonaro terminó la semana mejor de cómo la empezó electoralmente. Todos los episodios relacionados con el aumento arancelario de Trump a Brasil provocaron una gran tensión en torno al expresidente, desde desacuerdos sobre la estrategia a adoptar hasta cuestionamientos a la postura de Bolsonaro.
Pero ahora sus aliados argumentan que la orden de llevar una tobillera electrónica en este momento podría reforzar el papel de víctima de Bolsonaro para así reunificar a su base, lo que en términos prácticos ayudaría a forjar un sucesor capaz de desafiar a Lula en las urnas.