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Tradición, Familia y Propiedad: la geopolítica del extremismo

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El nombre puede oler a rancio: Tradición, Familia y Propiedad. Pero no nos engañemos. El European Parliamentary Forum for Sexual and Reproductive Rights (EPF) acaba de publicar un informe revelador sobre la montaña de dinero que empuja la ola antidemocrática en el viejo continente. Una ola que, entre otros derechos, quiere barrer con el aborto legal, los anticonceptivos, la educación sexual y la igualdad para las personas LGBTIQ+.

El informe, titulado The Next Wave (la próxima ola), rastreó 1.180 millones de dólares invertidos entre 2019 y 2023 en “esfuerzos estratégicos de extremistas religiosos para penetrar las corrientes políticas dominantes, mediante alianzas con organizaciones contrarias a la igualdad de género, ONG gestionadas por iglesias y partidos de extrema derecha”.

Y acá entra la inspiración sudamericana. Entre los grupos mejor financiados en Europa, aparecen 14 organizaciones afiliadas al movimiento Tradición, Familia y Propiedad (TFP), que nació en los años 60 en Brasil de la mano del católico y anticomunista Plinio Corrêa de Oliveira y se extendió por toda América Latina, y más allá.

Pero, primero, ¿qué es el EPF? Es una red de legisladoras y legisladores comprometidos con los derechos sexuales y reproductivos. Sus integrantes se articulan en 33 grupos multipartidarios en 32 países (incluso en Armenia y Turquía) y en el Parlamento Europeo. Se ocupan de asuntos tan diversos como el cáncer uterino, el matrimonio infantil, el acceso a anticonceptivos, la mutilación genital femenina, el VIH, las vacunas y el aborto seguro. También del avance de la ultraderecha sobre derechos consagrados.

Estos 1.180 millones de dólares corresponden a 275 organizaciones involucradas en actividades en el continente europeo, incluyendo Rusia y Turquía. La mitad de ese monto procede de 28 países europeos; les sigue Rusia, con el 18% (casi 212 millones de dólares), y Estados Unidos, con el 9% (104 millones). Cinco países encabezan la lista de montos gastados: Hungría (172 millones), Francia (165,7 millones), Reino Unido (156 millones), Polonia (90,7 millones) y España (66 millones).

En cuanto a qué se hace con todo ese dinero, el informe define seis tipos de actividades: incidencia y cabildeo (lobby), provisión de servicios antigénero (disfrazados de atención médica, consejería, apoyo espiritual o salud mental), fundaciones donantes, medios de comunicación y movilización de audiencias, litigios y guerra judicial (lawfare), y partidos políticos y centros de pensamiento.

En este escenario en constante expansión, el movimiento TFP es, según los autores, uno de los más relevantes. TFP, que propugnaba una visión casi medieval de la sociedad, con jerarquías aristocráticas, catolicismo extremo y apoyo a dictaduras militares y represión violenta, parecía en estado epigonal en América Latina, aunque cada tanto da señales de vida, reaccionando con virulencia a las medidas por la pandemia o al humanismo ambientalista del papa Francisco.

Pero las huellas de TFP están por toda Europa. Las capas rojas y los estandartes con cruces y leones dorados se multiplican en logos y símbolos visuales de organizaciones en Croacia, Estonia, Francia, Irlanda, Lituania, Países Bajos, Polonia y Eslovaquia. De esas 14 organizaciones, dos se cuentan como las más influyentes: la Fédération Pro Europa Christiana (FPEC, con sede en Francia) y la Asociación de Cultura Cristiana Piotr Skarga, que ayudó a fundar y financiar en Polonia al Instituto para la Cultura Legal Ordo Iuris.

El brazo estadounidense de TFP, que, según las declaraciones de impuestos que revisé, maneja un presupuesto anual de unos 20 millones de dólares, transfirió casi un millón a sus hermanas de Europa entre 2019 y 2023 (poco, comparado con los 2,5 millones repartidos en América Latina en el mismo período).

Pero la red TFP en Europa goza de finanzas mucho más lucrativas, estimadas en casi 74 millones de dólares en los cinco años analizados. Y esta suma se queda corta, porque la Asociación de Cultura Cristiana Piotr Skarga no presenta declaraciones fiscales desde 2019. Ese año declaró ingresos por nueve millones.

Tradición, Familia y Propiedad nunca desapareció de nuestra región. Y parece estar germinando bajo distintas formas, nombres y estilos.

En varios países, las organizaciones de TFP son ya las más acaudaladas y, en algunos casos, las más influyentes del extremismo religioso, afirma el informe del EPF. Por ejemplo, Civitas Christiana, de Países Bajos, Slovakia Christiana, de Eslovaquia, SA Perekonna ja Traditsiooni Kaitseks (SAPTK, Sociedad para la defensa de la familia y las tradiciones), de Estonia, y Ordo Iuris.

Ordo Iuris ha infiltrado el Estado polaco detrás del intento de criminalizar el aborto en toda circunstancia, intento fallido en 2016, pero parcialmente logrado en 2021, cuando se prohibió el aborto en casos de anomalías fetales, en un país que esencialmente criminaliza la interrupción del embarazo. Ahora sólo está permitido abortar en casos de violación y cuando la vida de la madre está en peligro. Ordo Iuris busca eliminar las políticas antidiscriminación en las escuelas, litiga casos ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos y tiene ambiciones de terminar con la Unión Europea.

El movimiento TFP europeo también se ha dedicado a desarrollar plataformas mediáticas propias. Polonia Christiana, por ejemplo, lanzada en 2012 por la Asociación de Cultura Cristiana Piotr Skarga. “Se presenta como una plataforma de medios digitales moderna y orgullosa de su identidad católica ultrarreligiosa”, dice el informe del EPF.

En 2015 se lanzó Objektiiv 23, “el portal de noticias y opinión de SAPTK” en Estonia, tal como lo define la organización. Cuenta con 25.000 seguidores en Facebook y se dedica a difundir temas de la extrema derecha y teorías conspirativas.

Neil Datta, autor principal del informe y director ejecutivo del EPF, explicó en una rueda de prensa que la estructura de la investigación se basó en la evolución del movimiento antigénero. Una evolución que resumió así: “La investigación académica señala el surgimiento del fenómeno en el pensamiento de la Iglesia Católica a fines de los años 90, con la invención por parte de pensadores católicos de la ‘ideología de género’ para describir ciertos cambios sociales que contradecían la doctrina social del catolicismo; luego esto entra en la sociedad civil, y después en la política, y de esta pasa a la producción de conocimiento y finalmente adquiere una dimensión geopolítica”.

Si TFP ha cruzado océanos y décadas para reinventarse como instrumento del extremismo, hay que observar el largo brazo que está desarrollando su hijo putativo Ordo Iuris. Se expandió a Croacia y España, tiene una oficina en Bruselas y está volviendo a sus orígenes: América, con presencia en Nueva York.

En 2021, Ordo Iuris presentó argumentos legales ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos a favor de El Salvador, en un caso que terminó en condena para el Estado por el encarcelamiento y la muerte de una mujer que había perdido un embarazo. La prohibición total del aborto en El Salvador determina que las mujeres sean encerradas por décadas en prisión. Es el “sueño dorado” de grupos como Ordo Iuris, me dijo entonces una activista europea.

TFP nunca desapareció de nuestra región. Y parece estar germinando bajo distintas formas, nombres y estilos. Por citar sólo un caso: un extremista como Nicolás Márquez, amigo y biógrafo del presidente argentino, Javier Milei, difunde la ideología de Plinio Corrêa y su libro Revolución y contra-revolución, publicado en 1959.

Lo peligroso de TFP no es su iconografía anticuada, es su ideología, que está muy viva.

Una versión más extensa de este artículo fue publicada originalmente por Open Democracy.

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