Los resultados comenzaron a publicarse a las 21.00 de Buenos Aires, pero los rostros de los militantes de La Libertad Avanza (LLA) ya estaban apagados al menos desde una hora antes. Las encuestas de “boca de urna” anunciaban que el partido del presidente Javier Milei estaba perdiendo, de manera contundente, las elecciones legislativas en la provincia de Buenos Aires, por lejos la más poblada del país. Finalmente, el peronismo obtuvo 47,28% y LLA 33,71%, con una elevada abstención de casi 40%.
Los comicios, en los que se ponían en juego 46 bancas de diputados y 23 de senadores provinciales, serían, según afirmaban analistas y encuestadores, muy ajustados. El escenario que proyectaba el gobierno iba desde un empate hasta, en el peor de los casos, una derrota por cinco puntos frente al peronismo. Sin embargo, el escrutinio oficial fue dejando atrás los pronósticos más favorables al mileísmo: el peronismo, bajo el liderazgo del gobernador Axel Kicillof (centroizquierda), venció a los libertarios por 13 puntos. Ganó además en seis de las ocho secciones electorales y se hizo con la mayoría de los cargos en disputa. El mileísmo, que en el balotaje de 2023 había conseguido más de 49% de los votos, no tenía forma de relativizar la derrota.
La apuesta de Kicillof
Por primera vez, la provincia de Buenos Aires convocó elecciones separadas de las nacionales –en este caso, las del 26 de octubre próximo– para completar su Parlamento regional. Se trató de una estrategia del gobernador Kicillof para posicionar su liderazgo, con miras a las presidenciales de 2027, frente a la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner y su hijo Máximo Kirchner. Si Axel fue durante años delfín de Cristina, desde 2023 se fue distanciando de ella, y la grieta entre ambos se hizo cada vez más profunda. Por eso, los comicios eran una suerte de plebiscito para el gobernador. Y por eso también eran rechazados por Cristina Kirchner: la exmandataria pensaba, por un lado, que la provincialización de la elección llevaría al peronismo a la derrota, pero, por otro, que en caso de triunfo el resultado reforzaría a Kicillof más que a ella. Por eso proponía que las elecciones fueran junto con las nacionales en octubre. Pero estos comicios –que en otro contexto podrían haber tenido una lectura meramente provincial– se nacionalizaron tras la decisión de Milei de volverlos un plebiscito sobre su figura –un grave error, dado que es un territorio minado para los libertarios, en el que los intendentes conservan mucho poder territorial y el ajuste pegó fuerte–. La estrategia del presidente era ganar la provincia para reforzar las chances libertarias en la decisiva elección de medio término en octubre, que, según su visión, debía darle una victoria tan contundente como para resolver casi de un plumazo los problemas políticos y económicos.
El resultado de estos dos plebiscitos superpuestos fue claro: Kicillof ganó por mucho más de lo que esperaba y el gobierno libertario perdió sin atenuantes.
El resultado es demoledor para Milei, quien había prometido, con la violencia que lo caracteriza, clavar el “último clavo en el ataúd al kirchnerismo”. De hecho, el polémico eslogan de campaña del mileísmo fue “Kirchnerismo nunca más”, utilizando el lema de la lucha por el juicio y castigo a los responsables de los crímenes de la última dictadura militar, copiando incluso su tipografía. Y no son pocos los libertarios que, en las redes sociales, acusan a los bonaerenses de las zonas más golpeadas del llamado conurbano de ser “negros” que, al votar al peronismo, parecen querer seguir “cagando en baldes” (“metáfora” sobre la falta de cloacas). Insultar a los electores nunca es una buena idea, y hacerlo de forma racista, menos aún. Pero la provocación permanente y el tono violento y descalificador –funcional o disfuncional– son parte del ADN del mileísmo.
Las causas de la derrota son, no obstante, económicas. La reducción de la inflación se basó en un ajuste brutal –según Milei, el más grande de la historia de la humanidad–, que afectó menos a la “casta” política, como prometió en campaña, que a los sectores populares. Milei paralizó la obra pública –en nombre de sus veleidades anarcocapitalistas–, congeló jubilaciones y otras prestaciones, y el plan tuvo un alto costo en términos de actividad económica.
A la economía se sumó una cadena de presuntos actos de corrupción, tema sensible en los votantes de LLA, sobre todo en su voto blando. Primero Milei promocionó desde su cuenta en redes sociales la criptomoneda Libra, que terminó derrumbándose a los pocos minutos, con masivas pérdidas para quienes invirtieron en ella y ganancias millonarias para los oscuros personajes, con probados vínculos con Milei, que la crearon. Más tarde, un avión privado, propiedad de un empresario cercano a la Casa Rosada, con sólo dos tripulantes y una integrante de la Conferencia de Acción Política Conservadora, introdujo en el país sospechosas valijas sin pasar por los controles aduaneros. Más grave aún: fentanilo contaminado provocó casi 100 muertos ante la inacción del Ministerio de Salud. Y el más demoledor por afectar al centro del poder: se difundieron audios de un exfuncionario y ex íntimo amigo de Milei en los que mencionaba que Karina Milei –hermana del presidente y apodada “el Jefe”– recibía retornos por los contratos con laboratorios farmacéuticos firmados por la Agencia Nacional de Discapacidad.
Este caso afectó de lleno la figura de Karina Milei, quien sin antecedentes en la política se hizo con el control del Estado: por un lado, mostraba que el gobierno que se proclamó un cruzado contra la “corrupción kirchnerista” se metió, rápidamente, en el barro del dinero sucio; por el otro, este caso, a diferencia de Libra, en el que los perjudicados eran crypto bros extranjeros, afectaba a los discapacitados, en un momento en que el gobierno estaba recortando recursos para este sector. La oposición se quedó con un activo invaluable: la sensación de que “el gobierno les roba a los discapacitados”. Una canción adquirió, casi de inmediato, una inmensa popularidad: su letra repite que “Karina es alta coimera” (alguien que recibe retornos). La cifra que recibiría según los audios filtrados, 3%, se volvió el símbolo de su escarnio y fuente de memes, chistes y gestos contra quien el presidente llegó a comparar con Moisés.
¿Un león herbívoro?
Con un tono mesurado, que constituye una rareza, el presidente asumió lo que fue, en toda regla, una paliza electoral. “Lo primero que hay que aceptar son los resultados, y los resultados no fueron positivos”, afirmó frente a sus seguidores, rodeado de parte de su gabinete y del “triángulo de hierro” compuesto por su asesor Santiago Caputo y su hermana, formalmente secretaria general de la Presidencia.
Milei llegó a la elección con múltiples presiones sobre el dólar, que el gobierno mantiene “pisado” para evitar una nueva suba de la inflación, cuya reducción es su principal activo político. Pero, para evitar una escapada de la cotización, subió por las nubes las tasas de interés –para absorber pesos y evitar que se vayan al dólar– y los encajes bancarios. Incluso economistas ortodoxos y sectores del establishment dudan hoy del plan económico implementado por el ministro Luis Caputo –antes ministro de Mauricio Macri, quien perdió las elecciones a causa de los malos resultados, precisamente, en el área económica–. El riesgo superó los 900 puntos, y es llamado por el gobierno “riesgo kuka”, término despectivo proveniente de la palabra “cucaracha”, utilizado para referirse al kirchnerismo. Es decir, el riesgo estaría asociado, en la visión oficial, a resultados electorales como los del 7 de setiembre, que dejan abierta la posibilidad de un futuro retorno del peronismo al poder.
En el plano político, el triángulo de hierro hace tiempo que amenaza con estallar. Las filtraciones de los audios que mencionan a Karina Milei generaron todo tipo de sospechas sobre los autores de la grabación clandestina –¿fue alguien del riñón del propio gobierno?–. Pero también las elecciones contribuyen a tensionar la relación entre Karina y el poderoso –y opaco– Santiago Caputo, que completa el triángulo que tiene a Milei en la parte superior. Además, los traspiés del gobierno dejaron expuestos –y más débiles– a dos representantes del “clan Menem”, parientes del expresidente Carlos Menem (1989-1999): Eduardo Lule Menem, mano derecha de Karina Milei, y Martín Menem, presidente de la Cámara de Diputados.
El “enano soviético” versus Milei
Empoderado por los resultados, Kicillof buscará ahora reforzar su discurso de “Estado presente” (aunque en muchos de los municipios bonaerenses gobernados por el peronismo el Estado deja mucho que desear). En síntesis: más Keynes –figura que causa brotes casi psicóticos en el presidente– y menos Rothbard, el anarcocapitalista estadounidense en el que Milei dice inspirarse.
Sin embargo, si bien el gobernador llamó a cantar “nuevas canciones”, hasta ahora esas canciones no aparecieron y volver a la “edad de oro” del kirchnerismo no parece una opción. El peronismo ha sido tradicionalmente una mezcla de maquinaria electoral tradicional y capacidad para crear potentes relatos y mística política. En 2023, Milei puso en crisis ambas dimensiones. Pero, con estos resultados, el partido fundado por Juan Domingo Perón en la década de 1940 se ilusiona con volver a ser una opción de poder, de la mano de los tropiezos del gobierno.
“Las urnas le dijeron a Milei que no se puede frenar la obra pública, le explicaron que no se les puede pegar a los jubilados [en referencia a la represión policial de las marchas de cada miércoles en demanda de mejoras en las pensiones], que no se puede abandonar a las personas con discapacidad. Las urnas gritaron que no se puede desfinanciar la educación ni la salud, ni la ciencia ni la cultura. Las urnas le dijeron que [Milei] tiene que dejar de insultar a la democracia, al federalismo y a la Constitución” –dijo Kicillof frente a sus seguidores–. Plantándose claramente como el líder de la oposición, se dirigió directamente al presidente: “Milei, el pueblo te dio una orden: no podés gobernar para los de afuera, para las corporaciones, para los que más tienen. Escuchá al pueblo. Tenemos que imperiosamente reunirnos como autoridad de la provincia donde habita el 40% de los argentinos y argentinas. Espero el llamado. Tené el coraje y la valentía de llamar, trabajar y ponernos de acuerdo”.
La expresidenta Cristina Kirchner salió al balcón del departamento donde cumple una condena a seis años de prisión domiciliaria –que incluye su inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos– a festejar con centenares de manifestantes que la aclamaban desde la calle. Para Cristina, la victoria tiene un sabor agridulce: por un lado, el triunfo peronista mejora su situación personal y potencia su denuncia de “proscripción”, pero, por el otro, refuerza a Kicillof, que se ha distanciado de ella.
Kicillof, por su parte, ya lanzó su propio espacio –dentro del peronismo–: el Movimiento Derecho al Futuro, con el cual el gobernador –al que Milei llama el “enano soviético”– buscará unir al hoy fraccionado peronismo detrás de su figura. Ahora, Kicillof deberá ratificar su victoria en las elecciones nacionales de octubre, en las cuales Milei sueña con recuperarse.
El Congreso, la nueva trinchera
Al devenir económico –Milei buscaba que el ciclo electoral diera un mensaje a la política y los mercados– se suma una renovada actividad parlamentaria. El rechazo al veto presidencial de la Ley de Emergencia en Discapacidad, decidido por más de dos tercios del Senado, y el avance de una iniciativa para limitar los decretos presidenciales, de los que Milei hace uso y abuso, son sólo una muestra de que el Congreso está lejos de su sumisión inicial. En esos primeros meses, apabullada por la popularidad de Milei, parte de la oposición apoyó con su voto la Ley Bases, un megaproyecto legislativo que incluía una radical desregulación del Estado. El gobernador de la provincia de Santa Fe, Maximiliano Pullaro, del ala de centroderecha de la Unión Cívica Radical, resumió: “La gente no quiere más gritos, quiere hechos”. El Congreso, dominado por la oposición, posiblemente tampoco soporte más los cotidianos insultos del presidente y sus laderos.
Nadie sabe hacia dónde se dirigirá Milei, pero se esperan cambios en su gabinete. ¿Predominarán los halcones o las palomas, como el jefe de Gabinete Guillermo Francos? ¿Hay algún margen para que Karina Milei ceda algo de su poder, dado su vínculo psicológico –casi patológico– con su hermano? (en ocasiones Milei rompe a llorar cuando la nombra). ¿Qué golpes de timón podría dar en el área económica? ¿Hasta dónde llegará el cerco parlamentario? Y finalmente: ¿qué probabilidades tiene el gobierno de revertir, en las elecciones nacionales de octubre, este resultado?
En las bases mileístas reinaba el estupor y abundaban los reclamos. “Acá seguiremos bancando HASTA EL FINAL. Pero ordene YA el equipo. Ordene el equipo y VENCEREMOS”, posteó en la red X Gordo Dan, el líder del ejército digital mileísta. Muchos reclamaban volver a las fuentes, reincorporar a los libertarios desterrados y reducir el poder de Karina Milei. En síntesis, una fantasía de volver al momento cero, en el que en el mileísmo era todo ilusión, frente al momento actual, en el que debe enfrentarse a la política real y al fin de la luna de miel con la sociedad.
Una versión más extensa de este artículo fue publicada por Nueva Sociedad.