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La cuestión de Sendic

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Es probable que el complicado asunto del vicepresidente de la República, Raúl Sendic, se aproxime a su desenlace. Probable y también deseable.

El uso de tarjetas corporativas de ANCAP, puesto a consideración del Tribunal de Conducta Política (TCP) del Frente Amplio, puede ser, finalmente, lo que precipite una resolución. Esto se podría considerar paradójico, ya que si bien se trata de algo mucho más simple de investigar y evaluar que los múltiples cuestionamientos al desempeño de Sendic en la conducción de esa empresa pública, aun más sencillo era, hace más de un año, dilucidar si es o no licenciado en genética humana. En aquella ocasión, sin embargo, el Plenario Nacional frenteamplista, después de escuchar al vicepresidente, optó por expresarle su solidaridad y apoyo, afirmando que era víctima de un “injusto y agraviante acecho”, en el marco de “una campaña desplegada por la oposición y diferentes medios de comunicación”, entre cuyos objetivos estaba “debilitar la institucionalidad democrática del país”. Y nunca le reclamó a Sendic, luego, que cumpliera su compromiso de aportar pruebas de esa inexistente licenciatura.

El Frente Amplio tiene aún la oportunidad de reaccionar, aunque sea en forma bastante tardía, y dar señales de que, además de preocuparse por el eventual debilitamiento de las instituciones democráticas, está dispuesto a fortalecer su propia institucionalidad. Pero la inacción se le hará cada vez más costosa, y esa oportunidad puede pasar de largo si, mientras el oficialismo se traba en pujas fraccionales y cálculos de interés, o espera que el vicepresidente tenga un arranque de nobleza, avanzan los procedimientos de la Junta de Transparencia y Ética Pública o los de la Justicia ordinaria.

Parece que todavía hay integrantes de ese Plenario Nacional convencidos de que, aunque el TCP concluya que Sendic cometió faltas éticas, lo que corresponde no es adoptar sanciones contra él, sino cerrar filas en su defensa. Los presuntos argumentos que se esgrimen para ello van desde la insistencia —típicamente pueril— en que otros hacen o hicieron cosas peores hasta el señalamiento, muy poco novedoso, de que la derecha procura, aquí y en todo el continente, desprestigiar a la izquierda para recuperar posiciones. Por supuesto, nada de eso tiene relevancia ética.

Está claro que hace su juego la oposición, beneficiaria de un regalo inaudito; que en las redes sociales abunda la irresponsabilidad, que hay linchamientos mediáticos y que ni siquiera el sistema de justicia se está manejando con la serenidad y mesura que corresponde. Pero todo eso tendría menos espacio y relevancia si el asunto fuera procesado en forma rigurosa por el propio oficialismo. O sea, si este viera con claridad que esa es, a la vez, su mejor chance de sanarse y lo más sano para el país. En todo caso, además, los políticos sensibles harían bien en recordar una frase que se le atribuye al ex presidente estadounidense Harry S Truman: “Si no soportas el calor, más vale que salgas de la cocina”.

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