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Foto: Ramiro Alonso

Una mañana de lunes en octubre

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Hay una clase media-media que considera producto de su esfuerzo, consecuencia de sus propias acciones y mérito propio toda mejora en su situación económica, así como atribuye a la falta de voluntad para “superarse” la precaria situación de amplias capas de la sociedad. Esa clase media es protagonista destacada de la vida social y política de nuestras repúblicas. Se define más por su conciencia de pertenencia que por sus riquezas y/o ingresos. No es homogénea y cubre un amplio espectro de situaciones.

Por debajo, extensos sectores de clases medias bajas, pobres e indigentes sobreviven como pueden, mirando las vidrieras. Siempre desde afuera. Suelen ser “carne de urna” y seguir sin mucha conciencia al caudillo de turno. En Brasil hubieran votado a Lula da Silva; como quedó fuera de la contienda, votaron a Jair Bolsonaro. En Uruguay supieron votar a Jorge Pacheco Areco, luego a Pepe Mujica y ahora, ¿a Guido Manini?

En la punta de la pirámide, el 1%. Elite privilegiada que vive ajena a la realidad. Riqueza casi siempre heredada y multiplicada gracias al enorme “capital social” que conlleva la pertenencia a los sectores dominantes. En Uruguay, quizá 5.000 familias, 35.000 personas, de las que sabemos poco, porque se estudia la pobreza, sus causas y, sobre todo, sus consecuencias, aislada de su contracara. Una parte del círculo de privilegio está constituido por el pináculo, los superricos. ¿El 0,1%? Los dueños de Uruguay. Las 500 familias que intentó estudiar Vivian Trías. Sólo 3.500 orientales dueños de la riqueza –comerciantes, industriales, terratenientes, capitalistas– que concentran una parte impúdica de los ingresos.

Por su conciencia política, las sociedades aparecen fuertemente divididas. De un lado, el cuestionamiento a toda forma de reparto, el egoísmo, la defensa de la competencia, de la propiedad privada y, en general, del sistema. Del otro lado, con fuertes matices en cuanto a su “anticapitalismo”, los progresismos del siglo XXI proponen y defienden crecer y repartir, la solidaridad intersocial e intergeneracional, el desarrollo de la propiedad social pública o privada (cooperativismo).

Esta composición social que se reproduce en América con acentuada injusticia –Uruguay es el menos desigual de los países de la región–, ¿es el hilo conductor político de la serie de revueltas que agitan a países con gobiernos bien diferentes?

Según estimaciones conservadoras, en Ecuador, este octubre caliente dejó ocho muertos, 1.300 heridos, más de 1.000 detenidos... Las recetas del Fondo Monetario Internacional, que han demostrado hasta el hartazgo cuáles son sus nefastas consecuencias, parecen haber sido la chispa (Iskra)1 que incendió la pradera. Pero seguro que no es ajeno Lenín –Moreno– y su traición a la “Revolución Ciudadana”, a la hora de asignar responsabilidades.

Otro elemento que surge relevante es lo rápido que se agotó el tercer ciclo “conservador”; mucho más corto que los anteriores. La primera ola neoliberal se inició en 1973 con el golpe de Estado contra Salvador Allende y se expandió con el vuelo del Plan Cóndor. La segunda ola puede ubicarse en la década de 1990. Con cada empujón neoliberal crece la sociedad descarnadamente desigual, los intentos progresistas son insuficientes para revertir la concentración de la riqueza que avanza inexorable como los cuatro jinetes del apocalipsis.

En Chile, según la confusa información oficial, murieron al menos 20 personas, hubo más de 300 heridos, incluidos 50 uniformados, y más de 2.000 detenidos. El aumento del boleto no pudo ser el causante de esta tragedia. Chile es paradigma de éxito neoliberal, como lo afirmaron Luis Lacalle y Ernesto Talvi cuando lo pusieron como ejemplo. Las pensiones, la salud, la educación, la vivienda... Hasta el agua está privatizada en Chile y bajo la égida de “los mercados”. Según las últimas cifras del Banco Mundial, en la lista de los diez países más desiguales del mundo, ocho son latinoamericanos. Chile es el más desigual entre los desiguales.

El “todos contra los populistas” parece haber logrado sus metas, aunque falta la última batalla del 24 de noviembre. Con ambos resultados, vendrán cinco años de dura lucha ideológica.

Extremos: Haití. La mitad de su población sobrevive con menos de tres dólares al mes. Las protestas son por las denuncias de corrupción en la administración del programa de cooperación petrolera (Petrocaribe) que ha mantenido Venezuela para paliar el déficit energético de países del área. En Bolivia la agitación callejera ha sido por acusaciones de fraude en las elecciones presidenciales del domingo 20. Movilizaciones callejeras que se realizaron en los días previos a los comicios. ¿Fue crónica de un fraude anunciado o profecía autocumplida? Evo Morales fue proclamado vencedor en primera vuelta por muy estrecho margen. La oposición reclama anular los resultados. A esta altura, la Organización de Estados Americanos aceptó hacer una auditoría, y el gobierno se comprometió a aceptar el dictamen, pero a la oposición sólo le sirve anular las elecciones y que Evo se aparte del gobierno. En Perú, las movilizaciones de octubre fueron a favor del presidente Martín Vizcarra, contra el intento del Congreso de destituirlo.

La región se sorprendió en este “octubre rojo” con la violencia del crimen organizado en México. Los sicarios del cártel de Sinaloa enfrentaron al Ejército e impusieron la liberación de Ovidio Guzmán, hijo de Joaquín El Chapo Guzmán. La alternativa era una masacre. El crimen organizado también aporta sus colores al cuadro del capitalismo del siglo XXI.

En esta “obra de arte” las cámaras empresariales, los medios de comunicación, una parte importante del sistema judicial y las Fuerzas Armadas son verdaderos muros de contención frente a todo intento de construir alguna alternativa al sistema. Los empresarios estudian en universidades privadas y luego hacen sus posgrados en el exterior, preferentemente en Estados Unidos. Los dueños de los medios de comunicación son importantes empresarios. Jueces y fiscales concurren a “cursos” en el exterior, con preferencia en Estados Unidos. Allí se instruye a los oficiales de las Fuerzas Armadas sobre cómo combatir la amenaza que constituye la “corrupción populista”. Siguen disponibles cursos en el exterior en los que se educa –igual que antes– a repeler la subversión. Pero los que trafican con personas, drogas, armas, los que destruyen la naturaleza y condenan en vida a la mitad de la población mundial, no son motivo de preferente atención, más bien parecen objeto de amparo más o menos desembozado.

En este marco, ¿cómo se interpretan los resultados de las elecciones del domingo en Uruguay? La izquierda frenteamplista perdió una parte importante de los votos que tuvo en 2014; blancos y colorados no avanzaron, pero irrumpe con fuerza una derecha que comanda el general Manini, oligarca, católico ultraconservador. El “todos contra los populistas” parece haber logrado sus metas, aunque falta la última batalla del 24 de noviembre. Con ambos resultados, vendrán cinco años de dura lucha ideológica, de batallas parlamentarias que enfrentarán dos modelos de sociedad. Las derechas tienen el desafío de unificar su discurso, propuestas y acción. No les será fácil. Las izquierdas buscarán rescatar sus postulados esenciales mientras se consolidan nuevos liderazgos. Tampoco será fácil. ¿Saldremos purificados de la fragua de la historia?

David Rabinovich es periodista en San José.


  1. Iskra (en ruso, И́скра, La Chispa) fue un periódico político de los emigrantes socialistas de Rusia. 

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