El progresivo y creciente debilitamiento del multilateralismo y su más antiguo organismo desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, la ONU, se ha profundizado en los últimos tres años.
Desde los inicios de la guerra, a partir de la invasión, se han levantado voces condenándola, pero aún no habiéndolo hecho, muchas voces han reclamado el diálogo y la búsqueda de una solución pacífica
El endiosamiento del mercado y el achicamiento de los estados tanto a nivel nacional como del multilateralismo a nivel global han resultado un desastre para la humanidad.
El G7 sube mucho la apuesta en el terreno militar. Dotar a Ucrania de una fuerza aérea con aviones de última generación occidentales refuerza la perspectiva de una prolongación del conflicto.
El FA ha recogido lo mejor de la tradición nacional en materia de política exterior y se ha ido adaptando a los cambios relevantes que se están produciendo.
Si la cúpula del gobierno, aunque no sea todo él, persiste en esta actitud, seguirá dañando lo más preciado de nuestro sistema democrático: la confianza del pueblo en las instituciones.
Un clamor por la paz, contra el holocausto nuclear y por el fin de la carrera armamentista podría y debería ser posible. Hagamos de la paz en Ucrania una consigna universal.
Los episodios de espionaje son gravísimos. Todo lo que está ocurriendo en torno a Presidencia es gravísimo. El daño que se está produciendo a la institucionalidad democrática de nuestro país es inmenso.
La Universidad de Princeton ha simulado con datos actualizados lo que supondría un estallido de un conflicto nuclear en Europa y ha cifrado los muertos y heridos en la primera fase del conflicto en 90 millones de personas.
Los países no pueden actuar por impulsos circunstanciales, ni motivados por excesos de autoestima de sus gobernantes. Mucho menos por carencias de visiones abarcativas de los procesos globales.