Ante la incertidumbre mundial que describíamos en el artículo anterior, con una situación de guerras desatadas y en fase de escalamiento, con una situación económica muy negativa, nuestro país debe señalar un camino para transitar en este peligroso caos global.

Por estos días se realiza la cumbre de Davos, donde se encuentran los personajes más ricos del planeta. Los primeros cinco han más que duplicado su fortuna de antes de la pandemia; frente a 5.000 millones de pobres que han aumentado su pobreza en igual período, estos capitalistas salvajes, turistas estratosféricos y muchos de los principales gobernantes se juntan en Davos para ver “cómo ayudan al mundo”.

Más allá del irrefrenable sentimiento de indignación frente a esta realidad, frente a la condenable invasión y guerra en Ucrania y ante la espantosa carnicería del pueblo palestino en Gaza, frente a las incontables víctimas inocentes en otros muchos conflictos armados en el mundo, nuestro país debe actuar y alzar su voz acorde a su mejor tradición nacional en pos de la paz mundial y por la defensa del derecho internacional y los derechos humanos ultrajados ignominiosamente en el planeta.

La historia de nuestro país señala que, salvo períodos nefastos como la dictadura cívico-militar y su terrorismo de Estado, siempre apostó a la paz, al derecho y al no alineamiento. Eso implica un gran esfuerzo a desplegar por el multilateralismo activo y por buscar coincidencias con todos los países que adoptan hoy la misma posición.

El gobierno debe corregir los gruesos errores cometidos recientemente y retomar su tradicional posición en la ONU, votando las mociones que se presentan para detener las guerras y promover el alto el fuego para posibilitar el despliegue de la acción humanitaria en Medio Oriente.

El gobierno debe corregir los gruesos errores cometidos recientemente y retomar su tradicional posición en la ONU, votando las mociones que se presentan para detener las guerras y promover el alto el fuego.

Uruguay debe alzar su voz contra la indecente carrera armamentista actual (la más grande de la historia). Condenar la escalada de armas nucleares, denunciar la responsabilidad de las potencias armadas convencionales y nucleares por su hipocresía y por su sistemático doble rasero en sus discursos vacíos de contenido, que piden por la paz y envían sus flotas y sus bombarderos a Yemen o África. Buscar aliados en la Asamblea General de la ONU y apoyar decisiones por la paz en el Consejo de Seguridad, aunque sean vetadas por las potencias que se atribuyeron ese poder al final de la Segunda Guerra Mundial.

No es una utopía. Uruguay fue, salvo excepciones señaladas, un practicante activo de estas políticas. Podemos y debemos exhibirlas frente a la hipocresía de los poderosos del mundo. La prédica por la paz debemos acompañarla señalando a los que se reúnen en Davos. Allí están algunos de los que se benefician de la situación.

Uruguay debe regresar a su política exterior de Estado. Las mejores tradiciones nacionales respaldan esta propuesta. Nuestro país debe aparecer con rumbo cierto ante esta penosa situación mundial.

Carlos Pita fue embajador de Uruguay en Chile, España y Estados Unidos.