El gobierno de Lacalle Pou ha desplegado una política internacional contraria a las mejores tradiciones nacionales en la materia. Ya hemos señalado este hecho y enumerado los diversos pronunciamientos que tuvo, tanto en lo regional como en lo continental y global, ajenos a las mismas.

En los últimos episodios de las resoluciones de la Asamblea General de la ONU sobre el alto el fuego en Gaza y el restablecimiento de la ayuda humanitaria a la población palestina, Uruguay adoptó una posición impresentable. Fue un ejemplo de alineamiento servil frente a un texto que no se pronunciaba sobre aspectos políticos de fondo referidos al conflicto, sino sobre la posibilidad de poner fin (aunque fuera provisorio) a la continuidad de la catástrofe humanitaria y abrir una ventana de posibles diálogos para liberar a los rehenes israelíes y a los presos palestinos.

Posteriormente se asumieron posiciones negacionistas de las masivas violaciones al derecho humanitario cometidas por el Ejército de Israel.

Uruguay debería estar proponiendo en la ONU un cese inmediato de la violencia en Gaza, el restablecimiento inmediato de toda la ayuda humanitaria para la población palestina, la apertura de un diálogo con liberación de rehenes y presos, y un camino para establecer el cumplimiento de las innumerables resoluciones de la ONU hacia la creación de dos estados con fronteras seguras para ambos pueblos.

Su historia, su tradición y su destacada participación en la primera resolución de la creación de dos estados le dan a Uruguay autoridad y legitimidad para adoptar una iniciativa de esta naturaleza.

Nuestro país tuvo siempre, en su historia democrática, un papel destacado en la búsqueda de soluciones pacíficas a través de la promoción del diálogo. Cimentó su prestigio comprometiéndose con las misiones de mantenimiento de la paz y teniendo iniciativas en diversas situaciones de la escena internacional.

Estamos a tiempo de retomar el camino correcto. Las incertidumbres globales hacen cada vez más necesario recuperar una presencia constructiva y no alineada, apostando a revitalizar a la ONU.

Uruguay necesita retomar un rol positivo y no confrontativo en el Mercosur y en el continente. Ayudar a solucionar los problemas y apostar a fortalecernos en nuestra región. En lo económico comercial, por supuesto, por más complejo que aparezca, pero la política internacional es mucho más que eso. En particular, en un período que se considera de transición hegemónica, lleno de incertidumbres, que tiende a la multipolaridad y con gravísimos riesgos para la paz por el peligro real de escalamiento de los conflictos armados en curso y el posible surgimiento de nuevos.

El fortalecimiento del multilateralismo, recuperando la credibilidad en la ONU y apostando a una gobernanza mundial democrática, le marcan a la política internacional de Uruguay un camino a recorrer que ya supo y pudo transitar con reconocido éxito en el pasado.

Que sea este un año electoral no impide hacerlo. Por el contrario, dignificaría la propia campaña y reafirmaría nuestro valor como país democrático.

El país necesita de políticas de Estado en varias áreas de su vida nacional, y la política internacional es una de ellas.

Carlos Pita fue embajador de Uruguay en Chile, España y Estados Unidos.