En los últimos años, los acontecimientos en el escenario internacional han alterado la agenda de los diversos ámbitos multilaterales. La pandemia del covid y la guerra en Ucrania acapararon la atención de los grandes protagonistas globales y de los organismos que ellos integran.

Las diversas reacciones y las diferentes estrategias frente a ambos fenómenos también han centrado la atención de los medios de comunicación del mundo entero.

En la reciente Cumbre del G20 en la India, el presidente Lula propuso que la agenda debe centrarse en discutir cómo lograr la paz y no debatir sobre la guerra, fijar como tema central el combate al hambre y a la desigualdad y en la construcción de una nueva gobernanza mundial.

El progresivo y creciente debilitamiento del multilateralismo y su más antiguo organismo desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, la ONU, se ha profundizado en los últimos tres años.

Los múltiples organismos multilaterales de diversa y parcial composición han incrementado su influencia de hecho, a pesar de que ninguno logra aproximarse siquiera a un número significativo de la totalidad de los países que integran la ONU.

El planteo de Lula recoge una imperiosa necesidad. La agenda y el ámbito multilateral debe ser aquel en el que todos estén presentes.

Pero para ello se deben impulsar reformas sustanciales en las Naciones Unidas. No sólo en la modificación de la composición de su Consejo de Seguridad y la eliminación del poder de veto de las pocas potencias que lo tienen; las reformas deben dotar a la organización de instrumentos capaces de regular el poder de las grandes transnacionales y de regular como entidad estatal multilateral universal a los mercados globales.

El progresivo y creciente debilitamiento del multilateralismo y su más antiguo organismo desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, la ONU, se ha profundizado en los últimos tres años.

Además, es necesario exigir la sujeción de todos los países a las decisiones de sus organismos (el ejemplo de la Corte Penal Internacional es realmente intolerable), la democratización de las principales decisiones (que deben ser en muchos casos obligatorias) son, entre otras múltiples medidas, acciones a emprender sin demora para iniciar una imprescindible nueva gobernanza democrática global, más aún frente a la velocidad a ritmo de vértigo de la actual revolución industrial en curso, de la mano de las nuevas tecnologías aplicadas y el uso que se extiende de la inteligencia artificial.

Los conceptos vertidos por el profesor Gary Gerstle, profesor emérito de la Universidad de Cambridge, en su reciente libro Auge y caída del neoliberalismo, pronostican un mundo multipolar, de la mano de un reforzamiento de los estados nacionales en su capacidad para ordenar y regular los mercados.

La propuesta de Lula, formulada en el G20, actualiza una agenda que recoge la única manera de detener la hegemonía del capitalismo salvaje, la increíble carrera armamentista en curso y el incremento del desarrollo de las armas nucleares, además de brindar una expectativa de que la sostenibilidad ambiental pueda llegar a ser una realidad a tiempo de evitar el desastre. La paz mundial depende de ella.

Esta agenda debe ser tomada e implementada por nuestra civilización. Es una cuestión de sobrevivencia.

Carlos Pita fue embajador de Uruguay en Chile, España y Estados Unidos.