En una extensa entrevista realizada en el programa En Perspectiva por el periodista Emiliano Cotelo al ex presidente Julio María Sanguinetti, el hoy precandidato a la presidencia por el Partido Colorado tocó un tema que es recurrente en este personaje histórico de la política uruguaya.
En varios momentos de la entrevista, negó una y otra vez la vigencia de la visión desarrollada en el siglo XIX por Karl Marx; especialmente, se preguntó: ¿cómo se puede seguir pensando en la lucha de clases cuando la riqueza hoy es la innovación, cuando la riqueza ya no es la misma que hace 100 o 50 años atrás? Y como latiguillo, ató su obra a la Guerra Fría y a las posiciones trasnochadas de izquierda, y dando un salto de trapecista, lo relacionó diciendo que en Venezuela se ven las consecuencias de esta nefasta ideología.
Esa misma noche tuve la posibilidad de concurrir a ver la película Somos familia, dirigida por Hirokazu Koreeda. Al momento de estar escribiendo este texto me encontré con la nota sobre esta película escrita por Guilherme de Alencar Pinto en la diaria del 6/3/19, lo que me llevó a pensar que a algunos nos atrajo esta película, es decir, que tiene ciertas particularidades que resaltan. En la nota se destacan y desarrollan varios puntos de la película con una gran precisión.
Pero el punto que quisiera desarrollar someramente se relaciona con la afirmación del dos veces ex presidente del Uruguay. ¿Por qué? Porque reafirma su posición histórica que tiene como claro objetivo negar algo que la película evidencia (por más que se desarrolla en un país que se ha catalogado como avanzado en el sistema capitalista): que grandes poblaciones continúan siendo explotadas. Y esto es lo esencial en la lucha de clases. Nos parece claro que el discurso de este personaje intenta injertarse y sumarse al discurso y política conservadora que ha tomado bríos en los últimos tiempos en nuestra región, en Europa y Estados Unidos.
Para no irnos del todo del eje del texto: por un mecanismo que desconozco quedé enganchado con lo que venimos planteando de los dichos del ex presidente. Y cuando comenzó la película, una de las primeras escenas se desarrolla en el lugar de trabajo de una de las integrantes de la familia. El lugar parece un galpón enorme con cientos de mujeres planchando, emanaciones de vapor por todos lados; un ambiente lúgubre y oscuro, sin aire, encierra la escena. Otra escena un poco más adelante muestra al hombre de la familia cuando sale a trabajar en plena madrugada. El frío se siente sólo al ver dicha escena; parece un frío estremecedor. Se escucha cómo tirita el personaje y cómo intenta –de forma infructuosa– quitarse el frío tomando un brebaje caliente, lo cual parece imposible. Son varios los trabajadores que se trasladan en ese vehículo –apretados– a trabajar. Cuando llegan al lugar, la cámara muestra un edificio enorme, una obra en construcción, la escena continúa en un piso alto, donde el frío parece más intenso aun.
Recordemos que el país en donde se desarrolla la película es Japón, centro de innovación, mecanización y avances capitalistas. Ese lugar, ese país en la visión de Julio María Sanguinetti, no debería tener estas situaciones en las que se pueden evidenciar las contradicciones del sistema y en las que la explotación de millones de seres humanos continúa siendo un aspecto fundamental en la dinámica social; ¿esas escenas, esas situaciones no son similares a las descriptas por Marx y Engels en sus clásicas obras?
Sin duda el mundo no es el mismo, pero hay situaciones que no han variado y esta gran película nos permite recordar esta realidad, que una y otra vez intenta ser sepultada y olvidada por diversos actores de nuestra sociedad. Este hecho es, justamente, lo que confirma su plena vigencia.
Héctor Altamirano es docente de Historia.