Llega un nuevo Día Internacional de los Trabajadores, y han aflorado polémicas dentro del movimiento sindical uruguayo acerca de lo que debe plantear el PIT-CNT en esa fecha. La situación merece algunas reflexiones que van más allá de las controversias entre corrientes internas de la central.
Las relaciones entre el PIT-CNT y los gobiernos del Frente Amplio (FA) nunca fueron sencillas, se vuelven especialmente delicadas en años electorales, y lo son más aun cuando, como hoy, la contienda por el gobierno nacional parece muy reñida.
Por un lado, para los trabajadores no dará lo mismo cualquier resultado de las elecciones: basta con ver, por ejemplo, la experiencia cercana en Argentina con el gobierno de Mauricio Macri, o en Brasil con los de Michel Temer y Jair Bolsonaro. También cabe preguntarse, por ejemplo, qué habría pasado con el intento de control obrero en MontevideoGas si gobernara otro partido.
Por otro lado, y desde un punto de vista estratégico, conviene cuidar las diferencias entre los sindicatos y los partidos. Quizá sea más acertado hablar de niveles de autonomía que de independencia en términos absolutos, pero lo importante es que hallar la distancia óptima les conviene a las dos partes, porque la subordinación de una de ellas a la otra es, a la larga, perjudicial para ambas y para el conjunto de la sociedad.
La historia del movimiento sindical uruguayo y la de los partidos de izquierda están entrelazadas en Uruguay, como en muchos otros países. Fueron militantes izquierdistas los grandes responsables del desarrollo de los sindicatos, el proceso de unificación sindical inspiró la formación del FA, y las interacciones han sido tan habituales como intensas. En esa relación hubo y hay, por supuesto, luces y sombras, pero sobre esto también es útil comparar con otras experiencias regionales, y pocas dudas caben de que la uruguaya tiene mejores resultados.
En todo caso, es natural que en este terreno surjan tensiones entre las corrientes sindicales, ya que no existe una receta para lograr siempre la solución ideal, y también –entre otras cosas– porque hay una generación de sindicalistas que llegó a responsabilidades de dirección durante los períodos de gobierno frenteamplistas, y ve la relación entre lo conquistado y lo pendiente de modo distinto que quienes tienen experiencia previa a esos períodos.
Para que el debate resulte realmente productivo, es inconducente simplificarlo. Las actuales minorías en el movimiento sindical, que proponen actitudes más críticas y combativas en la relación con el gobierno, no son una manga de ultras irresponsables, ni las actuales mayorías están formadas por capataces que oprimen a esas minorías, sin criticarle nada al gobierno del FA. Pero también conviene tener presente que un acto del 1º de Mayo no es una mesa redonda en la que cada corriente expone sus propias posiciones, del mismo modo que, durante un conflicto, los representantes de los trabajadores no tienen por cometido exhibir la diversidad interna del sindicato, sino que discuten antes, deciden internamente y luego hablan con una sola voz.