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El Estado, las respuestas públicas, y el día después de la pandemia

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La cobertura mediática internacional y la mayoría de los análisis académicos se han centrado hasta ahora en la magnitud de la pandemia del virus Covid-19 en las sociedades ricas del norte, en particular en los países europeos. Las referencias a la realidad europea, sin embargo, ocultan profundas diferencias en cómo la crisis está afectando a diversos países y sectores sociales. Este artículo analiza las respuestas del sector público en el contexto europeo (con énfasis en la dimensión socioeconómica) y sugiere algunas “lecciones” que podrían ser relevantes o de utilidad para América Latina y otras regiones del mundo.

Lección 1: proteger a la población trabajadora y vulnerable

Un principio rector de la economía de libre mercado es la privatización de las ganancias y la socialización de las pérdidas. Sin embargo, en el marco de la actual pandemia, incluso los libertarios más fundamentalistas están exigiendo regulaciones del mercado más estrictas y un papel más activo para el Estado.

Una diferencia crucial entre la crisis generada por la pandemia y las crisis anteriores es el hecho de que ahora los problemas no tienen una base económica. En este contexto, los subsidios temporales a las personas que siguen ocupadas, como los previstos en los planes elaborados por los gobiernos de varios países industrializados, no serían muy efectivos. La gente no va a dejar de hacer compras debido a la falta de dinero, sino porque las medidas de distanciamiento social y cuarentena le impedirán salir, sin que la expansión del comercio electrónico compense la baja de la actividad comercial tradicional. El soporte económico a las personas que necesiten ser apoyadas sigue siendo sumamente importante, pero el apoyo monetario debe reorientarse hacia quienes estén perdiendo sus empleos y no, o al menos no principalmente, hacia quienes tienen trabajo asegurado a largo plazo.

La población trabajadora en mayor riesgo de quedar desempleada también debería recibir apoyo. Incluso el gobierno británico, conservador y muy cercano al sector empresarial, ha decidido que el Estado va a otorgar subvenciones equivalentes hasta un monto equivalente a 80% del salario si las empresas no reducen la nómina durante la recesión provocada por la pandemia.

Es crucial que los gobiernos tomen todas las medidas posibles para reducir tanto la presión financiera como el aumento de la ansiedad ante la creciente inseguridad laboral causada por la pandemia. Algunas medidas posibles para proteger a estos trabajadores serían: (a) la introducción de programas de garantía del empleo, que asegurarían recursos para cubrir las necesidades básicas en caso de desempleo o reducción del ingreso, dando cobertura a la población afectada por el cierre de fábricas como consecuencia de la caída de la producción durante la crisis sanitaria, empleados en el sector del comercio minorista, trabajadores independientes, artistas, y propietarios de pequeñas empresas; y (b) restructurar el empleo esporádico en la llamada gig economy, con la introducción de nuevas medidas que obliguen a los empleadores a otorgar beneficios de licencia remunerada en caso de enfermedad y a tratar a todos los trabajadores como empleados en planilla y no como contratistas independientes.

Como otros investigadores ya lo han explicado, en el contexto de una pandemia “la economía real necesita ayudas en forma de condonación de deudas, obras públicas ecológicamente sustentables, educación superior gratuita y socialización de la atención médica”.1 En los últimos días, varios gobiernos europeos han tomado medidas concretas en este sentido.

Lección 2: invertir en infraestructura pública para enfrentar la próxima epidemia

La rápida difusión mundial del Covid-19 no fue una sorpresa para muchos epidemiólogos y otros especialistas en salud pública que venían advirtiendo desde hace varios años sobre los riesgos de una pandemia. Si los países europeos hubieran invertido en las capacidades físicas y sociales necesarias para enfrentar crisis de este tipo, la región habría estado mucho mejor preparada para controlar la transmisión del virus.

Algunos de los países europeos más afectados son precisamente aquellos que habían sufrido los peores recortes en el presupuesto público en el contexto de las medidas de austeridad aplicadas en la zona euro durante la serie de crisis financieras de la década pasada.

Lección 3: eliminar la obsesión con el déficit público, el nivel de deuda y la caída del PIB

Las medidas de distanciamiento físico, aislamiento y cuarentena adoptadas por los gobiernos europeos para contener la pandemia implican un enorme colapso de la demanda de una inmensa variedad de productos y servicios, con la excepción de una lista cada vez más reducida de suministros esenciales. Esta tendencia, en la región y en el mundo, conduce a lo que los economistas llaman un “shock de la oferta”; es decir, el cierre de fábricas o producción a capacidad reducida. Al mismo tiempo, hay un “shock de la demanda”, ya que los gastos del consumo caen en picada.

Incluso economistas muy ortodoxos y políticos conservadores están comenzando a reconocer que esta es una emergencia sin precedentes que exige respuestas coherentes y sensatas, abandonando la obsesión habitual con el déficit público, el margen de ganancia, el nivel de deuda y el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB).

En el contexto de la pandemia, incluso la jerga de los economistas parece inapropiada. El término “recesión” generalmente alude a una disminución en la producción y el empleo, pero hoy la principal preocupación no debería ser la salud de “la economía” (al menos como la entienden los economistas ortodoxos), sino la salud y la vida de las personas. Esta perspectiva implica desafiar el discurso (y las acciones) de los economistas, las agencias de calificación crediticia y los funcionarios gubernamentales encaprichados con la contención de la deuda o el déficit fiscal. ¿Qué valor tiene una calificación AAA para un gobierno nacional cuando los médicos en las unidades de cuidados intensivos deben decidir quién recibe un ventilador, quién vive y quién muere?

Lección 4: la recuperación de la propiedad y la gestión pública es una gran idea

A mediados de marzo, la noticia de que el gobierno español había “nacionalizado” todos los hospitales y centros de salud del país fue titular de primera página en los diarios de toda Europa. El cambio hacia un mayor control público podía esperarse del gobierno español, compuesto por una coalición de centroizquierda entre socialdemócratas. Pero incluso el muy conservador gobierno británico ha anunciado su voluntad de avanzar en esa dirección. El ministro de Transporte anunció que las aerolíneas, las empresas ferroviarias y las compañías de autobuses podrían ser nacionalizadas en el marco de la pandemia.

Este también podría ser el momento apropiado para una verdadera nacionalización del sector financiero, más allá de las medidas temporales y limitadas implementadas durante la última crisis financiera mundial. Existe una muy amplia base de datos, a partir de experiencias de muy diversos lugares del mundo, que demuestra que un sistema financiero diferente y de propiedad y gestión pública que disminuya el poder de las grandes corporaciones y esté al servicio de la gente y del planeta es de hecho factible.2

Lección 5: no olvidar la emergencia climática

A medida que la pandemia se extendía por todo el mundo, una de las pocas buenas noticias ampliamente compartidas en las redes sociales ha sido el aparente impacto positivo de la crisis en los indicadores ambientales. La caída de las actividades económicas causada por las medidas para contener la expansión del Covid-19 estaría causando notables mejoras, confirmadas por imágenes satelitales de la Agencia Espacial Europea que muestran una marcada reducción de los niveles globales de dióxido de nitrógeno en la atmósfera. Los datos son realmente esperanzadores, pero no serán suficiente para revertir la catástrofe climática si el orden económico mundial no se transforma de forma radical una vez que pase la pandemia.

Por otro lado, todas las acciones destinadas a combatir la emergencia del clima nos ayudarán a estar mejor preparados para la próxima pandemia. Las intervenciones estatales serán esenciales para evitar un brote de un patógeno similar (o peor) al Covid-19. Las agencias públicas deben liderar la investigación en ciencias de la salud y el medioambiente no sólo proporcionando recursos sino asegurando que toda la investigación financiada con fondos públicos esté disponible públicamente.

La defensa del equilibrio ambiental y la preparación para la próxima pandemia deben ir de la mano. Por ejemplo, evitar la deforestación puede disminuir la pérdida de biodiversidad y el riesgo de enfermedades infecciosas. La reciente epidemia de ébola en África occidental ha sido relacionada con los murciélagos –probable vector del virus– y su nueva cercanía a poblaciones humanas, después de que su hábitat natural en el bosque desapareciera cuando se talaron los árboles para extender las plantaciones de palma y producir aceite para exportar a los mercados asiáticos y europeos.3

El virus Covid-19 ya ha producido mucho sufrimiento, pero también nos deja algunas lecciones útiles que no podemos permitirnos ignorar.

La única opción para detener o al menos frenar el cambio climático es una reducción drástica de las emisiones de gases de efecto invernadero resultante de la quema de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas). Esto implica una transformación radical del sistema energético, basada en la producción de electricidad de fuentes bajas en carbono como el viento y el sol.

Cualquier intervención del gobierno deberá orientarse hacia la urgente transición a una economía y un tipo de sociedad que no sean dependientes de los combustibles fósiles.

Lección 6: confiar no solamente en el Estado: fortalecer los comunes

Un “efecto secundario” muy positivo y hermoso de la pandemia ha sido la proliferación de redes de solidaridad. En Europa y en todas las otras regiones afectadas, en el contexto del distanciamiento físico y las medidas de cuarentena aplicadas para controlar la pandemia, las comunidades locales han desarrollado alternativas de ayuda mutua muy creativas, a pesar de la erosión de los lazos sociales provocada por cuatro décadas de políticas neoliberales. Estas iniciativas se enmarcan en el amplio y flexible marco conceptual de “los comunes” (the commons) y la cooperación económica y social entre pares (peer-to-peer, P2P).

En particular, la urgencia de respuestas desde la ayuda mutua ante la incapacidad tanto del mercado como del Estado para hacer frente a la crisis ha movilizado a la comunidad de código abierto, uno de los colectivos sociales más dinámicos en la esfera de los comunes. El país europeo más afectado por el Covid-19, Italia, ha sufrido una escasez paralizante de equipos hospitalarios; en respuesta a la emergencia, “buenos samaritanos” técnicamente competentes han utilizado sus impresoras 3D para producir válvulas para respiradores de distribución gratuita.

Lección 7: prepararse para tiempos muy duros y muchas muertes

Pese a que el número de casos de infección registrados (hasta ahora) en América Latina es muy inferior a la terrible cifra de contagiados y muertos en Europa, la región está en alto riesgo de sufrir enormes pérdidas sociales y económicas, incluyendo muchas vidas que se podrían salvar si los gobiernos y la sociedad reaccionan a tiempo. Pero la velocidad y la escala de las reacciones en América Latina han sido mucho más lentas y limitadas que en otras regiones del sur. En África, donde varios gobiernos no vacilaron e impusieron de inmediato restricciones severas a la circulación de personas, “la reacción contundente y oportuna no fue producto de la madurez política, sino el resultado de experiencias amargas y la conciencia de que los sistemas de salud pública ya están sobrecargados y no pueden soportar una nueva embestida”, en palabras de una periodista africana.4 La epidemia de ébola de 2014 todavía está fresca en la mente de quienes la padecieron en carne propia, recordándoles que la prevención, la contención y una rápida reacción gubernamental ofrecen la única esperanza de evitar miles de muertes.

Las observaciones sobre la previsible sobrecarga de los hospitales en África también son pertinentes para América Latina. En comparación con Europa –donde los hospitales ya están colapsando bajo el influjo repentino y enorme de pacientes con necesidad de cuidados críticos–, en América Latina, con sistemas de salud más débiles y otros factores significativos –mayor desnutrición, grandes aglomeraciones urbanas, incluyendo decenas de megalópolis con más de cinco millones de habitantes, y deficiente suministro de agua y saneamiento–, la tasa de mortalidad podría ser mucho peor que en Europa. En muchos lugares, la indicación básica de lavarse las manos no se puede aplicar debido a la falta de agua corriente. Las precauciones que se han tomado en Europa para detener la pandemia son imposibles de seguir para miles de residentes en las favelas de Rocinha, Tabajaras y Providência, en Río de Janeiro, donde justo ahora se ha cortado el servicio de agua, por ejemplo. A esto se suma que, económicamente, la pandemia podría significar el comienzo de una recesión sin precedentes en la región.

Sin embargo, la posición más débil de los países latinoamericanos en la economía global no significa que todos estén inermes ante la pandemia. De hecho, varios países latinoamericanos aún cuentan con sistemas de salud pública relativamente robustos y estructuras cercanas a la de un “Estado de bienestar”. Los países del Cono Sur (Uruguay, Argentina y Chile), en particular, presentan sistemas de salud más fuertes que varios países de Europa del Este, según datos comparables, pero aun estos países supuestamente mejor preparados (a los que se podría agregar Cuba) exhiben indicadores de gasto en salud e infraestructura hospitalaria mucho peores que los de Italia y España, dos países que a duras penas están enfrentando esta crisis sanitaria. Y al menos diez países (Colombia, Ecuador, El Salvador, Paraguay, Bolivia, Nicaragua, Venezuela, Haití, Honduras y Guatemala) no cuentan ni con la capacidad hospitalaria ni con otras condicionantes esenciales para enfrentar la pandemia incluso a una escala muy inferior que la que está sufriendo Europa.

Después de la pandemia

Este es el momento de pensar y de prepararnos para un mundo que será muy diferente una vez que finalice la pandemia del virus Covid-19. Como ya ha sido correctamente observado, los think tanks (usinas de pensamiento) de la derecha y los defensores del capitalismo han entrado en pánico, temerosos de que medio siglo de cuidadoso trabajo ideológico para convencernos de la necesidad del neoliberalismo termine en la basura en las próximas semanas. Este es el momento de discutir el significado real y la viabilidad del “socialismo”, el “ecofeminismo”, la “nacionalización”, la “(re)municipalización”, el “decrecimiento” y “los comunes”, entre otras ideas que han sido el foco de debates a menudo puramente abstractos entre quienes estamos comprometidos con la construcción de una sociedad más justa y más democrática.

La enfermedad Covid-19 ya ha producido mucho sufrimiento, pero también nos deja algunas lecciones útiles que no podemos permitirnos ignorar.

Daniel Chávez es un antropólogo y economista político uruguayo residente en los Países Bajos. Es investigador senior del Transnational Institute (TNI).


  1. Dallavalle, C y Parenti, C (2020), “Wall Street Is High on Government Supply”. The Jacobin, 9 de marzo. 

  2. Steinfort, L y Kishimoto, S (eds.) (2019), Public Finance for the Future We Want. Amsterdam: Transnational Institute (TNI). 

  3. Bernstein, A. (2020), “Coronavirus, climate change, and the environment”, disponible en Environmental Health News, 20 de marzo: https://www.ehn.org/coronavirus-environment-2645553060.html 

  4. Malik, N (2020), “This virus is ravaging rich countries. What happens when it hits the poor ones?”, The Guardian, 23 de marzo: https://www.theguardian.com/world/commentisfree/2020/mar/23/coronavirus-rich-countries-poor-west-covid-19-developing-world 

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