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La destrucción de la democracia

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“Si extendemos la tolerancia ilimitada aun a aquellos que son intolerantes; si no nos hallamos preparados para defender una sociedad tolerante contra las tropelías de los intolerantes, el resultado será la destrucción de los tolerantes y, junto como ellos, de la tolerancia. [...] Debemos reclamar el derecho de prohibir la intolerancia, si es necesario por la fuerza, pues bien puede suceder que no estén destinadas a imponérsenos en el plano de los argumentos racionales, sino que, por el contrario, comiencen por acusar a todo razonamiento; así, pueden prohibir a sus adeptos, por ejemplo, que prestan oídos a los razonamientos racionales, acusándolos de engañosos, y que les enseñan a responder a los argumentos mediante el uso de los puños o las armas. Deberemos reclamar entonces, en nombre de la tolerancia, el derecho a no tolerar a los intolerantes”.

El libro de Karl Popper La sociedad abierta y sus enemigos es de 1945. Karl Raimund Popper (Viena, 28 de julio de 1902 / Londres, 17 de setiembre de 1994) fue un gran filósofo liberal.

La comunicación, con sus técnicas y estrategias, acabó convirtiéndose, a principios del siglo XXI, en un tema central e ineludible para la supervivencia de la democracia en el mundo y decisivo en las disputas sobre proyectos políticos en las sociedades nacionales.

La extrema derecha antidemocrática ha vuelto un fraude elecciones y plebiscitos en muchos lugares, incluso en democracias sólidas con una sociedad civil fuerte, utilizando una comunicación eficiente para manipular la opinión pública y a los votantes.

Esta comunicación incorporó cambios radicales derivados de los avances tecnológicos y apela directamente a la emoción de los ciudadanos, despertando miedos y prejuicios e inoculando el odio entre los diferentes. Y así debilita la cohesión social, la posibilidad de convivencia civilizada y, en algunos países, hace de la diversidad humana un verdadero polvorín. Además, lo que es muy grave, destruye la posibilidad de que la sociedad evolucione y enfrente sus problemas en democracia.

Esta estrategia comunicativa de extrema derecha hace uso de la gigantesca experiencia y técnicas de comunicación y marketing de la venta de bienes, que le dieron al capitalismo una enorme capacidad para provocar deseos, crear necesidades y controlar corazones y mentes.

Esta comunicación “pavloviana”, con sus técnicas de venta, ya está causando un daño enorme al producir la ilusión del consumo como camino hacia la felicidad. Su migración a la política es un peligro aún mayor para la vida en sociedad, ya que puede llegar a significar el fin de la política y de la democracia misma.

Este tipo de comunicación es una poderosa herramienta para el dominio de los impulsos vitales y la conciencia de la sociedad y para la domesticación de los procesos sociales. Una especie de 1984, unos años después.

La perversión del juego democrático se produce por medio de un tipo de manipulación de la opinión pública sin precedentes, la pérdida de sentido del voto, la muerte de la razón y de la conciencia política y la destrucción del protagonismo popular.

Estas discusiones en torno a la comunicación, sus técnicas y estrategias deben afrontarse con la profundidad y urgencia necesarias. Ya no puede ser sólo un tema de expertos. Después de todo, están en juego los valores, la cosmovisión, la sensibilidad y el comportamiento de las personas, y el uso perverso de las técnicas de comunicación puede ser fatal para la democracia y la calidad de la vida social. Compromete el futuro de las sociedades y afecta incluso a la condición humana en su dimensión más fundamental.

Quienes defienden la democracia y la justicia social en diversas partes del mundo deberán repensar la comunicación contemporánea, actualizar el lenguaje e, inevitablemente, invertir en innovación para superar el desequilibrio en relación a la comunicación de proyectos políticos autoritarios y antidemocráticos.

Ya no es posible tratar la política sólo como una confrontación de ideologías, proyectos de sociedad y programas políticos.

Es claro que, racionalmente, la disputa en las democracias entre proyectos políticos se centra en los programas con sus propuestas. Sin embargo, si debido a la manipulación deja de existir la racionalidad en el escenario político, avanzamos hacia un terreno donde la disputa en la sociedad se convierte en un enfrentamiento de emociones, miedos y odios, y así estaremos decretando la muerte de la nación y será el fin de cualquier rastro de democracia y convivencia civilizada entre quienes piensan diferente.

Tenemos que radicalizar la opción por la democracia haciéndola eficiente, legítima ante la sociedad y con capacidad institucional para enfrentar los males, desigualdades, injusticias y prejuicios sociales.

La extrema derecha ha tomado el liderazgo político en muchas partes del mundo, utilizando estas técnicas de manipulación sin ningún reparo. Si la sociedad democrática no es capaz de crear antídotos y mecanismos sistémicos de autodefensa, entraremos inexorablemente en una situación en la que la manipulación definirá las disputas políticas, anulando la razón e induciendo a los votantes a ignorar las cuestiones relevantes y sustantivas de la sociedad.

En la última disputa electoral en Brasil, la desigualdad de eficiencia y efectividad de los métodos de comunicación de las propuestas en disputa fue enorme.

La extrema derecha y su candidato impusieron una manipulación fraudulenta en el proceso electoral y, así, fueron reuniendo grandes porciones de la opinión pública y del electorado. Mientras tanto, todos los demás campos de la política, desde la centroderecha tradicional a la izquierda, incrédulos, se tomaron un tiempo para comprender lo que estaba pasando.

La extrema derecha mundial se ha preparado para atacar a las democracias dentro de los rituales y procedimientos legales, utilizando diversos instrumentos y técnicas.

En Brasil, el uso político de la Justicia, el llamado lawfare, la manipulación de la opinión pública por los medios de comunicación, criminalizando a la izquierda y al Partido de los Trabajadores y sacando al ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva de la disputa, crearon el escenario y las condiciones ideales para descalificar la disputa electoral y permitir la victoria de la extrema derecha.

La irrelevante figura de Bolsonaro no nos permitió ver que él era sólo la punta del iceberg de un proyecto global y que había una eficiencia estratégica conviviendo con las características caricaturescas del discurso y la figura del candidato.

Quien no tuvo en cuenta que la extrema derecha se preparó y estuvo preparada y equipada para tomar el poder, asaltando las democracias dentro de las reglas y, en el caso de Brasil, aprovechando las lagunas y brechas de nuestro imperfecto sistema político, no creía en lo que estaba viendo cuando el resultado electoral le dio la victoria a Bolsonaro.

No se trata de adoptar las estrategias comunicativas de la extrema derecha, que utiliza como método los fraudes, las fake news, las mentiras, los ardides y la manipulación.

Tampoco se trata de crear tutelas a la democracia o de restringir la libertad de expresión, que es fundamental para la vida democrática. Por el contrario, tenemos que radicalizar la opción por la democracia haciéndola eficiente, legítima ante la sociedad y con capacidad institucional para enfrentar los males, desigualdades, injusticias y prejuicios sociales, y para el reconocimiento de los derechos individuales y colectivos; para hacer frente al racismo, la violencia social y el asesinato de pueblos indígenas y jóvenes negros pobres que viven en favelas y barrios periféricos a manos de la Policía.

La comunicación de la extrema derecha manipula y aprovecha las demandas reales de los trabajadores y de la población en general, y, principalmente, las frustraciones sociales, para producir miedo y odio. Aprovecha el desinterés de los grandes medios de comunicación por dar visibilidad a los problemas cotidianos de la mayoría. Se aprovecha de la sensación de inseguridad pública para afirmar la violencia como lenguaje.

La democracia debe fortalecer su legitimidad frente a los ciudadanos y desarrollar mecanismos de autodefensa y enfrentar a quienes conspiran contra la vida democrática. Por ejemplo, debe asumirse que las noticias falsas no se pueden tolerar y no forman parte de la libertad de expresión.

El futuro de la humanidad está nuevamente en juego y se necesita coraje y lucidez para enfrentar las amenazas que rodean a la democracia

Juca Ferreira es sociólogo, fue ministro de Cultura de los gobiernos de Lula (2008-2010) y de Dilma Rousseff (2015-2016).

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