Hay tres cuestiones que interesan mucho a la política: la verdad, la interpretación y la voluntad, y tal vez el error más común de los filósofos sea examinarlas por separado. Intentaré mostrar su íntima relación atendiendo los recientes acontecimientos que surgen tras el develamiento de la “evidencia” de las actas del tribunal militar del criminal Vázquez. Veamos cómo la política precisa de esta santa trinidad tanto como la iglesia del padre, el hijo y el espíritu santo.
Primera relación entre verdad, interpretación y voluntad
Claramente son los mandos militares y, eventualmente, la actual conducción del Ministerio de Defensa Nacional quienes han tenido la voluntad de que esta nueva verdad aparezca en este preciso momento (ni antes ni después) y, por supuesto, han ensayado una interpretación política que viene adosada al hecho: los antiguos jerarcas políticos (rivales frenteamplistas) convivieron 14 años con ella, ocultándola quién sabe con qué fines. Precisamente como ninguna interpretación puede quedar abierta y como en este punto no pueden avanzar con evidencia, el círculo hermenéutico se cierra por los canales del “reino de la opinión y la mentira” (redes sociales) o con algún comentario del diario El País (casualmente, el preferido de la dictadura): “habría” un pacto secreto entre el Frente Amplio y las Fuerzas Armadas.
Segunda relación
A los que no creen en esta interpretación les queda ensayar otra muy distinta, cuya verdad debe avanzar sobre el hecho de que hoy sí se disponga de esa información y sobre quién ha tomado la decisión de hacerla pública, y por qué. ¿Qué se buscaría con todo esto justo ahora? Si uno examina la ya deteriorada voluntad militante frenteamplista, claramente la noticia favorece aún más el desánimo de sus votantes, 30 días antes de concurrir a las urnas, extendiendo un manto de dudas (que fácilmente calza con algunas viejas historias de Eleuterio Fernández Huidobro) sobre si efectivamente es verdad que el Frente Amplio da pelea en este tema. Tal vez también –como en parte dice José Bayardi– todo esto pudiera servir de excusa para no votar el desafuero de Guido Manini Ríos: por qué habría de ir a la Justicia si esta “falta” de los mandos al no informar a la Justicia ni a las autoridades del gobierno (a las que deberían estar supeditadas) tiene larga data y “todos” han colaborado en alguna medida para ocultar los hechos.
Tercera relación
Partiendo de lo anterior, los frenteamplistas explicarían la decisión de los enemigos políticos de dar a conocer las actas con una clara voluntad política de “enchastre”. Pero, a la vez –porque no pueden esquivar del todo el bulto–, reflexionan sobre cierta imposibilidad pasada para llegar a la verdad en los términos que se hubiera querido; no se pudo hacer otra cosa y, en esa instancia precisa, “tres civiles bienintencionados en medio de una maquinaria militar bien aceitada” no podían hacer mucho... Se avanzó todo lo que se pudo y se comenzó a recorrer el camino de verdad y justicia: nadie con más derecho que esa fuerza política para hablar del tema.
Cuarta relación
Sin embargo, más allá del juego político, hay algo que importaría mucho más: no sólo se ha puesto en el tapete el viaje de las actas y los papeles con las declaraciones del criminal Gilberto Vázquez, sino que ha aflorado nuevamente una verdad mucho más terrible, que no puede –a pesar de que se intente– estar en segundo plano (¡una verdad puede ocultar otra!): el reconocimiento explícito, por parte de uno de los autores materiales, de que todas esas atrocidades verdaderamente se cometieron a partir de la autoría intelectual de sus superiores (por si todavía hubiera ignorantes o fascistas que lo nieguen).Tal vez la verdad más grande sea siempre la más atroz para cualquier interpretación y voluntad política y para cualquier mundo posible en el futuro: nadie podría (no importa cómo ni para qué) acumular tanto poder despótico.
¿Acaso la oportunidad de que esta noticia aparezca ahora (ni antes ni después) no demuestra la verdad de que los mismos de siempre, hoy aliados e impunes, tejen y destejen su voluntad con una buena porción de poder?
Quinta relación
Más allá de las oscuras maniobras, por un lado, y explicaciones (o excusas), por el otro, la anterior es una verdad tan enorme que a nadie puede serle ajena; hay memorias que se agrandan en lugar de apagarse. Tanto lo ha hecho esta, que la lucha por verdad y justicia trasciende mucho lo que los partidos políticos han hecho en Uruguay desde la salida de la dictadura. Desde el voto verde hasta ahora, es la voluntad y la lucha popular lo que han demostrado algunas de las falsedades de Julio María Sanguinetti: la página no quiere “darse vuelta” y se sigue escribiendo. Pero también queda demostrada la debilidad de la interpretación de José Mujica (tan afecto a epopeyas y liderazgos): esto no se termina, sino que se incrementa con la intervención de los jóvenes, porque lo que nos afecta fue y sigue siendo un problema colectivo, no de individuos y mucho menos de viejos. El asunto, entonces, trasciende a los partidos, sobre los que pesa demasiada evidencia respecto de su incapacidad para resolverlo. ¿Acaso la oportunidad de que esta noticia aparezca ahora (ni antes ni después) no demuestra la verdad de que los mismos de siempre, hoy aliados e impunes, tejen y destejen su voluntad con una buena porción de poder? Claro que el Frente Amplio hizo mucho más que los partidos tradicionales por verdad y justicia, pero el problema es que si los líderes pretenden hoy seguir representando la voluntad popular de lucha, deberán admitir algo que sus representados ven desde hace ya mucho tiempo: sus debilidades, su temor, su falta de voluntad política en el tema.
José Stagnaro es magíster en Ciencias Humanas y docente de Formación en Educación.