La crisis asociada con la emergencia sanitaria es grave y sus consecuencias no van a desvanecerse pronto, pero quizá podamos aprovechar la dura experiencia del año pasado para construir, en algunos aspectos, un país mejor, aunque los partidos no dejen de ser lo que son y de representar lo que representan. Veamos cuatro posibilidades de aprendizaje; seguramente hay más.
1) Desde marzo, la retracción de la actividad económica por las medidas sanitarias destacó distintas áreas de vulnerabilidad social. El oficialismo alega que había problemas “ocultos” y la oposición insiste acerca de la insuficiencia de las políticas estatales para reducir daños. El hecho es que el PIT-CNT tenía razón al señalar, durante años, la cuestión de los empleos “de mala calidad” por su baja remuneración, su precariedad y su escasa o nula protección mediante la seguridad social, que traen consigo situaciones de gran fragilidad en el acceso a vivienda y en varias otras necesidades básicas. La agenda de prioridades es ahora más evidente, y sería un grave error pensar que, para remontar la crisis, es aceptable postergar el desarrollo de políticas profundas al respecto.
2) Resulta obvio que las capacidades científicas del país aportaron mucho a la hora de afrontar esta crisis. Esto debería conducir a un consenso político y social sobre la importancia de mantener y fortalecer el desarrollo en este terreno, y la de incorporar más y mejor asesoramiento científico al proceso de las decisiones políticas. Por supuesto, el aporte de la ciencia no consiste en proporcionar respuestas indudablemente correctas, como creen los defensores del pensamiento único, sino en trabajar en equipo con información bien revisada, no descalificar por prejuicio, aplicar métodos rigurosos y estar abierto a cambiar de enfoque en función de las evidencias.
3) La necesidad de debatir con seriedad para pensar mejor no vale sólo para la actividad científica. El año pasado, el distanciamiento social y problemas previos de “grieta” empeoraron la calidad de las discusiones y el problema de los mundos paralelos que no interactúan entre sí, disminuyendo el común denominador colectivo. Esto pasó con los temas políticos e incluso con los sanitarios. Sobran posibilidades de sembrar cizaña y propagar disparates desde el anonimato; faltan espacios de encuentro en la diversidad y de discusión respetuosa con fundamentos. Las políticas en materia de medios de comunicación deberían ir bastante más allá de la agenda que plantean las grandes empresas para consolidar oligopolios y facilitar sus negocios.
4) La necesidad de mejores espacios de intercambio también es clara para el sistema partidario. Este año vimos que las comunicaciones virtuales no sirven para todo ni sustituyen lo presencial, pero de todos modos una gran cantidad de gente se familiarizó con herramientas que ayudarían a mejorar, en cantidad y calidad, la participación política. Esto contribuiría a los objetivos antedichos de identificar problemas sociales, tomar decisiones con asesoramiento de calidad y profundizar el diálogo democrático.