Después del asalto al Capitolio, la red social Twitter –que ya había marcado varias publicaciones de Donald Trump como engañosas, por sus referencias al supuesto fraude electoral– primero borró mensajes “debido al riesgo de una mayor incitación a la violencia”, y finalmente suspendió de manera permanente la cuenta del presidente norteamericano, tal como lo hicieron Facebook e Instagram.
Los medios sociales, o redes sociales, como se las conoce habitualmente, son plataformas de intermediación que en reiteradas ocasiones no se han hecho cargo de los contenidos publicados en ellas, argumentando que cada mensaje es de exclusiva responsabilidad de su emisor. Pero los administradores de estas plataformas juegan un rol importante, tanto por los bloqueos y suspensiones explícitos como cuando seleccionan qué es lo que ven sus usuarios.
Las redes no han sido nada transparentes en relación a la visibilidad que se le da a cada mensaje publicado, que puede ser más o menos visto por públicos diferentes.
Lo primero que se debe comprender es que las redes sociales funcionan con sesgo de confirmación, ya que los seres humanos preferimos reunirnos y mantener comunicación con aquellos que nos resulten parecidos (o con quienes piensan completamente lo opuesto, para reafirmar nuestras propias ideas), y esto influye significativamente en lo que vemos “en internet”.
Pero además, como lo que buscan los medios sociales es retener a los usuarios, lo que se muestra a cada persona no es todo el contenido. Los algoritmos se encargan de seleccionar y priorizar aquello a lo que accedemos. Por eso, aún peor que el bloqueo de una cuenta es invisibilizar sus mensajes. En general los usuarios creen que lo que publican será leído, pero no necesariamente es así. Una red social puede esconder lo que considere que no es atractivo para sus usuarios.
Seguramente sea muy difícil que se llegue a una regulación global de las redes sociales, por lo que se debe trabajar en pos de la autorregulación y en alcanzar acuerdos sociales.
Un gran error, al analizar los bloqueos o suspensiones de cuentas, es que analicemos el caso en particular, ya que en función de nuestras opiniones e intereses nos puede parecer conveniente o no, cuando en realidad tenemos que abordar el problema en términos más generales y comprender cómo se adoptan estas decisiones, quién las toma, cuál es su alcance y de qué manera se procesan.
Por ejemplo, en el caso de la suspensión de la cuenta de Trump en Facebook, parece haber sido una decisión de su fundador, Mark Zukerberg, y no el resultado de un proceso claro para la ciudadanía, ante el incumplimiento de ciertas reglas concretas.
Seguramente sea muy difícil que se llegue a una regulación global de las redes sociales, por lo que se debe trabajar en pos de la autorregulación y en alcanzar acuerdos sociales acerca de cómo debería ser la forma de proceder en este tipo de situaciones.
En esa línea se destacan los trabajos del Observatorio Latinoamericano de Regulación de Medios y Convergencia (Observacom) y en especial el documento de “Estándares para proteger la libertad de expresión en Internet”, donde se proponen algunos criterios para dar mayor transparencia a estos procesos.
Gabriel Budiño es coordinador académico del Posgrado en Sistemas de Información de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración de la Universidad de la República.