En un pasaje que escribíamos días pasados sobre los 50 años del Frente Amplio (FA) en este mismo periódico, decíamos lo siguiente: “Entre los elementos de duda que llevaban a la continuidad de esta fuerza política se encontraban las diferencias internas. El debate más acalorado y que dividía más las aguas era el referido a los comunicados 4 y 7 de las Fuerzas Armadas realizados en febrero del 73”.
Apenas cuatro días después el diario El País, en su editorial del 8 de febrero, trae nuevamente a discusión este tema. Por las repercusiones que generó a nivel social y político (más específicamente a nivel de las redes virtuales a través de un tuit del dos veces presidente Julio María Sanguinetti), podemos pensar que el debate sigue vigente y que lejos está de resolverse.
En un artificio del editorialista se plantea que el FA y la Convención Nacional de Trabajadores (CNT) fueron progolpistas. Para confirmar su posición nos invitan a leer dos obras periodísticas. Pero para demostrar su posición, el editorial cita al órgano de prensa del Partido Comunista del Uruguay (PCU) y después de esto responsabiliza al FA y a la CNT, como decíamos antes, de seguir la misma línea política. Es decir que confunde (y creemos que lo logra hacer) elementos objetivos (el editorial del PCU) con especulaciones nacidas de su imaginación que no tienen base en la realidad.
Como decíamos antes, en el FA y en la CNT hubo discusiones y debates en torno a qué hacer respecto de los comunicados 4 y 7 y de todo lo que ello implicaba. El artilugio del editorialista nos hace recordar al cuervo que engañó a la diosa Sedna –una hermosa joven que por responsabilidad de su padre cayó en una trampa– fingiendo ser un hombre para llevársela a su morada en un lugar lejano y desoldado. El engaño en el caso del editorialista refiere a que al parecer los responsables del golpe del 73 fueron los integrantes del FA y la CNT, pues en febrero, afirma, se da el verdadero golpe. De la siguiente manera culmina el editorial: “En este año se conmemoran 50 años del FA. Ya es tiempo de que la izquierda acepte cabalmente, con honestidad crítica y sentido histórico, sus responsabilidades políticas en la grave crisis de febrero de 1973”.
Este cuervo embaucador pretende responsabilizar a otros de algo que realizó durante varias décadas: brindar apoyo al proceso autoritario anterior al golpe de Estado y durante la misma dictadura.
Este cuervo embaucador pretende responsabilizar a otros de algo que realizó durante varias décadas: brindar apoyo al proceso autoritario anterior al golpe de Estado, durante la propia dictadura (recuérdese el papel de defensa de El País del Sí en el plebiscito de 1980) y la posterior protección de los violadores de los derechos humanos cuando se impulsó la ley de caducidad, en 1986. Por este motivo deberíamos leer a este cuervo engañador y decirle: “Ya sabemos cuál es tu juego”.
También es necesario recordarle al cuervo que la extrema derecha, con la Juventud Uruguaya de Pie, fue importante en el apoyo y el accionar de las Fuerzas Armadas; las incentivó a que participaran más activamente en el escenario político, llegando a pedir que fueran las que llevaran adelante la limpieza del país, eliminando el Palacio Legislativo, al FA, al Movimiento de Liberación Nacional, a la universidad marxista de Maggiolo. De esa manera, decía este movimiento político, comenzaría la “Revolución Nacional”.1
Las vidas arrancadas, el miedo y el control diseminados por todo el país, el empobrecimiento de los sectores populares y como contrapartida el enriquecimiento de una pequeña minoría, que disfrutó e hizo sus negocios y negociados durante estos períodos, deberían ser asumidos por ese cuervo.
Un debate pendiente
Para terminar nos gustaría reflexionar sobre lo que consideramos que son algunas lagunas o puntos ciegos de la historia reciente y las investigaciones que existen al respecto. Es notoria la explosión de investigaciones sobre esta etapa de la historia de nuestro país, especialmente sobre las violaciones a los derechos humanos. En junio de 2007 se hace pública la investigación encomendada por el gobierno del FA. Es así que se publican cinco tomos bajo el título Investigación histórica sobre detenidos-desaparecidos. En cumplimiento del artículo 4º de la Ley 15.848. Son 3.262 páginas en las que se avanza sobre lo sucedido en la dictadura. Sin embargo, como dice uno de los coordinadores de dicha investigación, el trabajo buscó ser “básicamente descriptivo” y no desarrollar “interpretaciones sobre el período analizado”.2 Dichas investigaciones aclararon y avanzaron en la verdad histórica respecto de los detenidos desaparecidos.
Otra obra monumental es la investigación llevada adelante por la Universidad de la República Investigación histórica sobre la dictadura y el terrorismo de Estado en el Uruguay (1973-1985). Esta obra es fundamental para conocer sobre la represión y los modos de actuar del Estado en ese período. Es decir que desde diferentes instituciones se ha avanzado en conocer lo sucedido respecto de los terribles hechos y situaciones padecidos por miles de uruguayos.
Pero sentimos la necesidad de mirar y pensar este período desde otro punto de vista. Respecto del episodio puntual de los comunicados 4 y 7 de febrero de 1973, y de ese mes tan particular, no conocemos que exista una investigación o una sistematización desarrollada sobre las diferentes posturas que existieron, por ejemplo en el campo de las izquierdas.
Las interpretaciones de lo acontecido en aquel febrero deben analizarse teniendo en cuenta el contexto y todo lo que rodeó a esa coyuntura. Para las historiadoras Magdalena Broquetas e Isabel Wshebor,3 la lectura que prima hasta el día de hoy en la sociedad está basada en “las teorías de la partidocracia y la estadocracia”. Es decir que toman como centro de todo lo sucedido en la historia del país a los partidos políticos y el Estado, dejando de lado a los movimientos ajenos a estas instituciones.
Lo que parece sigue faltando es el relato y las discusiones que se dieron y llevaron adelante en la CNT y en las posiciones que fueron contrarias a los acuerdos con los militares.
En el campo de las izquierdas existen grupos que se resisten fervientemente hasta el día de hoy a analizar estos temas. Seguramente se debe a que, como dice el historiador Jaime Yaffé,4 nadie quiere asumir el papel que desarrolló en aquel momento.
Ahora bien, hacer esta autocrítica no significa paralizarse. Si bien estamos convencidos de que es importante revisar el pasado, esto no implica para nada detenerse en el presente, sino todo lo contrario. Entendemos que significa proyectar el futuro con bases en la historia, conociéndola, pues reconfigurar la historia es buscar otro proyecto social.
¿Acaso este debate esquivado no es lo que quebró el campo popular respecto de la juntada de firmas contra la ley de urgente consideración? ¿No hay cierta continuidad de aquel debate esquivado que se puede apreciar en la actualidad?
Si al menos no hay un debate entre las organizaciones que estuvieron en aquellos años, sí desde la academia se debería intentar reconstruir ese debate de forma sistematizada y central (y no como ha sido hasta el momento, de manera lateral o con referencias marginales).
Las posiciones de aquellos que quieran cambiar de raíz la sociedad deben causarnos dolores de cabeza, deben apuntar a cuestionar el hacer cotidiano, a cuestionar los dogmas, la teoría con la que trabajamos y, por qué no, a cuestionar el pasado. Las posiciones de izquierda se critican y autocritican y se cuestionan en profundidad. De lo contrario lo que se busca es la permanencia de lo que existe en el mundo.
Pero no todo vale. Las críticas de los cuervos embusteros y las posiciones irracionales deben ser el límite para empezar la crítica. Porque ambas posturas llevan agua al molino de las derechas más reaccionarias.
Héctor Altamirano es docente de Historia.
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Gabriel Bucheli, O se está con la patria o se está contra ella. ↩
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Gerardo Caetano en Historia reciente - Historia en discusión, de Álvaro Rico (comp.) (2008). ↩
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El presente de la dictadura. Estudios y reflexiones a 30 años del golpe de Estado en Uruguay (2004). ↩
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Memoria y olvidos en la relación de la izquierda con el pasado reciente (2004). ↩