El domingo 27 de marzo se realizó la instancia electoral del referéndum para anular los 135 artículos de una ley que finalmente fue ratificada por un escaso margen de votos. En anteriores notas me detuve a analizar las posiciones que llevó adelante el gobierno, que se colocó en férreo defensor de este proyecto de ley, olvidando que es el gobierno de todos los uruguayos.
Simplemente en esta ocasión quisiera decir que a esa instancia se llegó por una gran movilización del movimiento popular que llevó a recolectar alrededor de 800.000 firmas. Y que una movilización similar en buena parte del país llevó a que alrededor de 48% de los votos fueran para la papeleta rosada, que buscaba anular los 135 artículos. En ese recorrer las calles, el puerta a puerta, la pintada, el colgar carteles, el colocar la mesa en un espectáculo público o en la plaza, etcétera. Allí se vio la fortaleza del movimiento popular. Allí se ratificó esa fortaleza.
En las páginas de la diaria y en algún otro medio se difundieron los atropellos y censuras que tuvo que soportar la Comisión del Sí en distintas partes del país. Lo mismo sucedió con varios sindicatos públicos y privados. Las sanciones, la intimidación, las pequeñas persecuciones estuvieron presentes y se intensificaron en estos últimos meses de campaña.
Muchos de los miles que recorrieron el país buscando anular los artículos están convencidos de que es indispensable una sociedad que permita a todos vivir dignamente, en donde todos podamos desarrollar nuestras capacidades y participar libremente en las actividades y tareas, donde podamos aportar a la mejoría de nuestra comunidad y así romper la filosofía imperante basada en la idea del sálvese quien pueda, impulsada desde el gobierno y sus seguidores (la imagen registrada en una fotografía y en los canales de televisión de un BMW festejando el triunfo del No en la plaza Independencia es un claro ejemplo de esa filosofía).
Deberíamos ser cautos y pacientes a la hora de examinar lo sucedido el domingo. Porque el resultado del domingo viene de más atrás (tiene una historia) y tendrá un futuro (incierto y para nada definido de antemano).
Quizá convendría reflexionar y tener presente que esta filosofía preponderante (el “cada uno es dueño de su destino”: la famosa “libertad responsable”) es el sostén ideológico de las sociedades contemporáneas. En esta sociedad capitalista en la que estamos viviendo, domina una concepción del mundo que apunta a la justificación de un modo de producción que explota al ser humano y fomenta el individualismo. Esta concepción se convierte en un arma muy poderosa. Estas ideas dominantes impregnan de una manera u otra a toda la sociedad. Y las ideas dominantes y los valores que estas fomentan se impregnan en toda la población porque se machacan en los medios, en las empresas, en los centros comerciales.
Pero deberíamos ser cautos y pacientes a la hora de examinar lo sucedido el domingo. Porque el resultado del domingo viene de más atrás (tiene una historia) y tendrá un futuro (incierto y para nada definido de antemano). Lo necesario e imprescindible es superar el proyecto del capital, poder crear un nuevo modelo social y económico diferente al dominante actualmente. De allí la importancia de intentar construir un nuevo horizonte de posibilidades para todos los seres humanos. Parece evidente que esto está muy lejos de concretarse, pero esa debería ser la dirección a la cual intentar llegar. Hoy y siempre.
Héctor Altamirano es docente de Historia.