Analistas, dirigentes y activistas políticos, oficialistas o no, han hilvanado conjeturas acerca del interés verdadero que mueve a Turquía en estas apariciones por comarcas sudamericanas, en el Río de la Plata y especialmente en Uruguay.
La respuesta obvia es que busca ampliar sus áreas de intercambio comercial y avanzar en relaciones comerciales, culturales y por supuesto políticas. Pero si fuera algo tan sencillo no habría habido necesidad de armar una madeja tan enmarañada como la que desarrolló la diplomacia turca en ocasión de la gira “exprés” que llevó a cabo el canciller Mevlüt Çavuşoğlu.
La crónica de los intentos desplegados por la delegación turca a fin de ser recibidos un día domingo por el presidente Luis Lacalle Pou parece propia de un sainete, pero se torna oscura cuando ese domingo es un 24 de abril, fecha en la que, a nivel mundial, todos los armenios rememoran el genocidio cometido por Turquía. Semeja un intento de pasar algo por hurtadillas en el borbollón de una compra masiva. Sin duda una actitud reprochable.
Avisado el canciller uruguayo de esta anomalía, informó oficialmente a la diplomacia turca que la recepción y demás actos de ese domingo 24 de abril se cancelaban.
Pero la agenda turca guardaba otras sorpresas interesantes. Se inauguró la sede de la embajada turca el sábado 23 de abril, es decir, en vísperas de la conmemoración del genocidio, y por más argumentos que dieron, les resultó imposible evitar que el acto se tomara como una provocación hábilmente planeada y con una intencionalidad definida aunque no fuera expresada con claridad. Ante tanta evidencia no se puede argumentar que hubo un exceso de suspicacia. En todos los ámbitos consultados hubo coincidencia en calificar el hecho como una provocación. De todos modos, es preciso decir que la diplomacia turca no lograba entender cómo ese hecho, tan lejano y ajeno a Uruguay, podía convocar una adhesión tan fervorosa a nivel oficial. Esa comprobación, sumada a la cancelación de los actos programados para el domingo, fastidiaron al canciller turco.
La sede que albergará al consulado es una vieja casona casi lindera con la Catedral, ubicada frente por frente y plaza por medio con el Cabildo. Pese a haber sido sometida a diversas modificaciones en su arquitectura, tiene alto valor inmobiliario y también histórico. En ese marco privilegiado el cuerpo diplomático turco aspiraba abrir sus puertas y contar con un selecta concurrencia en la recepción programada con gran sigilo y a tal punto que tomó por sorpresa a la gente de la colectividad, que organizó su protesta con mucho apuro, apelando a las redes, los celulares y el material utilizado por los jóvenes en la tarde anterior, cuando llevaron a cabo una marcha de denuncia del genocidio desde la Universidad de la República hasta la Plaza de los Mártires Armenios.
Los concurrentes a la recepción llegaron y se retiraron envueltos en el marco sonoro de la protesta, denuncia y reclamo de los ciudadanos uruguayos descendientes de armenios, que portando carteles y banderas se hacían oír con el estilo habitual de este tipo de movilizaciones, tan comunes en un país de libertades como es el nuestro. Pero no hubo ningún desmán ni acto de violencia que habilitara la intervención de las fuerzas del orden. De todos modos, se supo a través de los concurrentes a la recepción sobre el enojo que dominaba en particular al canciller visitante, que no entendía por qué razón no se desalojaba a la gente que se había ubicado en la plaza Matriz.
Ese enojo debe de haber sido una de las razones que indujeron al diplomático visitante a abandonar las actitudes propias de su oficio y descargar su estado emocional con el saludo de los “lobos grises”, la entidad fascista y xenófoba prohibida en muchos países de Europa.
El gesto del diplomático turco fue como un fogonazo que se irradió de inmediato fuera de fronteras concitando el repudio general. El gobierno no pudo permanecer ajeno ni indiferente al hecho y el ministro Francisco Bustillo convocó al embajador turco para pedir explicaciones; decisión que en el idioma diplomático demuestra un estado de disconformidad.
No se sabe qué se le dijo al embajador turco y qué respondió, si es que respondió algo. Pero esa pretendida indiferencia, que es una respuesta grave, ya provocó una respuesta oficial, pues la Comisión de Asuntos Internacionales del Senado suspendió la designación del embajador uruguayo ante el gobierno turco y cursó invitación a Bustillo para que concurra e informe de la respuesta brindada por el embajador turco.
A juzgar por las evidencias, la gestión de Çavuşoğlu no ha sido, hasta este punto, de saldo positivo para los propósitos de Turquía.
No resulta fácil acertar en los vericuetos de los intereses de un país como Turquía y deducir qué es lo que persigue. Pero puede hacerse el ejercicio de suponer que en este caso particular el objetivo sería crear una cuña entre la colectividad y el gobierno, ya que pese a los vaivenes de la política y del recambio generacional, esa ligazón emocional y afectiva, afirmada en principios de validez universal, se ha mantenido y fortificado a través del tiempo para convertirse en una señal de identidad de Uruguay en el mundo entero. Hoy a Uruguay se lo recuerda y reconoce por sus valores artísticos e intelectuales sin olvidar las hazañas deportivas, pero también por este otro sesgo de un país pequeño pero capaz, muy capaz, de generar acciones de talla mayor, casi que gigantescas en atención a sus dimensiones físicas. Y por supuesto que los representantes uruguayos en todas las latitudes en que es necesario mostrar credenciales de solidaridad y adhesión a los derechos humanos mencionan este gesto pionero de ser el primer país en el mundo que reconoció el genocidio cometido por Turquía. Sin duda una señal de identidad para los uruguayos.
Gobiernos sucesivos de distinto color y la cambiante demografía comunitaria no han debilitado ese sobreentendido que se ha ido construyendo por encima de ideologías, credos y diversidades.
¿Cómo no va a ser una molestia para Turquía esta actitud y esta presencia? Anularla, acallarla puede muy bien convertirse en un objetivo diplomático.
De modo que, puestos a discernir las motivaciones del canciller Çavuşoğlu, representante de la diplomacia oficial de Turquía y considerando que ella forma parte de la ideología negacionista que fundamenta la actitud de Turquía ante el genocidio que cometió, no resulta difícil entender que este avance multifactorial sobre Uruguay puede tomarse como parte de dicha iniciativa.
En el empeño de desentrañar los propósitos de Turquía acerca de su avance sobre Uruguay, quizás los analistas deban considerar el propósito de intercalar una cuña entre la colectividad armenia y el gobierno.
Señalan los observadores que quizás, llevados por estos datos, la filosofía del gobierno turco haya sido la de comparar e igualar, y ante las colosales compras de conciencia realizadas en el resto del planeta, este pequeño país no podía ser motivo de preocupación para ellos.
Convencidos de que Uruguay tenía interés en firmar un tratado de libre comercio (TLC), el canciller turco vino con la convicción de que traía la carta de triunfo traducida en estos términos: “¿Quieren TLC? Pues bien, firmemos un TLC, pero estas son nuestras condiciones”.
Pese a las declaraciones anunciando venturas aluvionales a partir de este acuerdo, los técnicos dicen que sería, en el mejor de los casos, sólo una playa de arribo para materiales y productos que luego deberían distribuirse a nivel regional, una operación atrayente para aquellos que no se mencionan en ningún TLC pero suelen beneficiarse de estos.
Para justificar estos beneficios, la embajada de Turquía ha comenzado a difundir estudios de la relación comercial entre Uruguay y Turquía, en un intento de demostrar que son antiguas, sanas y fuertes. Pero el análisis de las cifras y los rubros intercambiados no avala esa pretensión, pues se comprueba que en el marco de esa política de expansión llegaron a Uruguay, a lo largo de décadas, enseres domésticos, manufacturas de elementos livianos, textiles y otros y, ocasionalmente, materiales con proceso industrial incorporado. Pocos dólares a lo largo de años. Lo más relevante fue la invasión de teleteatros con la finalidad de dar a conocer y divulgar nombres y costumbres turcas, y una versión de la historia en la que “otros” se confabulan para oponerse a ese país.
En términos reales la relación no ha sido ni beneficiosa ni resulta auspiciosa para Uruguay. Turquía se lleva el ganado en pie sin ningún agregado de valor, se aprovecha, sin hacer inversiones previas, de la mejora genética en la que invierte Uruguay, y no resulta, considerando las magras cifras de ese intercambio, un socio interesante.
El rechazo del presidente Lacalle al “saludo lobuno” y la afirmación de que “una cosa son los negocios y otra estas cosas de principios” resultó inentendible para la mentalidad anclada en siglos anteriores, y el gobierno turco ha mantenido su actitud de avance sobre la voluntad soberana de Uruguay.
Consultado Çavuşoğlu, allá en su tierra natal, acerca del gesto con el que saludó a los manifestantes armenios, dijo simplemente que era “una respuesta necesaria”. Se impone preguntar: ¿necesaria para qué? Se desprende de ella una amenaza oculta y un intento de sanción a actitudes no aceptadas por Turquía, ¿con qué derecho?
No puede ignorarse, al hacer el recuento y balance de estas actividades oficiales de Turquía, la otra realidad que vive ese país, con una economía muy debilitada, dominada por la inflación, la carestía y el desempleo, que encuentra a través de guerras fuera de sus fronteras la forma de disminuir los niveles de protesta. Pero en esa realidad interna no puede eludirse la falta de garantías y derechos civiles existentes.
Se trata de mujeres encarceladas y maltratadas por reclamar derechos, opositores condenados a cadena perpetua y legisladores de la oposición agredidos dentro del recinto parlamentario. En esta semana Garo Paylan, diputado por la oposición que ha levantado el reclamo por el reconocimiento del genocidio cometido, debió soportar a pie firme la agresión de los legisladores que, fieles a las palabras de Recep Tayyip Erdogan, consideran la mención de ese hecho histórico como “una traición a la patria”. Y se ha denunciado a nivel internacional que este legislador de origen armenio está amenazado de muerte, precisamente por parte de los “lobos grises”.
Si en términos económicos y comerciales existen dudas razonables sobre la conveniencia para Uruguay de un TLC con Turquía, ¿qué decir, con estos antecedentes, del intercambio y fomento en áreas de educación, cultura y defensa, que figuran en los documentos preparados para firmar entre las partes?
Corresponde preguntar cuál puede ser el aporte de Turquía en el terreno de la enseñanza, y con gran curiosidad también interrogar qué puede esperar Uruguay en términos de defensa, algo que figura entre los rubros de intercambio y que sería bueno aclarar antes de avanzar en los compromisos.
Una vez que hubo llegado a su hogar, el diplomático Çavuşoğlu se dedicó a explicar y justificar su gestión en tierras uruguayas y afirmó que el saludo de los lobos grises “fue la respuesta necesaria”, tal como lo reprodujeron los medios de comunicación. Surge la pregunta: ¿necesaria para qué? El gesto similar al saludo nazi está cargado de amenazas y decir que era necesario significa que tiene una finalidad amenazadora. ¿Acaso viene el canciller turco a amenazar a la sociedad uruguaya con represalias?
En el empeño de desentrañar los propósitos no declarados por parte de Turquía acerca de su avance sobre Uruguay, quizás los analistas deban considerar el propósito de intercalar una cuña entre la colectividad armenia y el gobierno de Uruguay. Sería un objetivo estratégico en términos de mejorar la imagen de Turquía en el ámbito internacional y aliviaría la molestia de “la piedra en el zapato”. Aunque la verdadera causa no sea eliminar una voz que denuncia, sino reconocer el crimen cometido y superar el negacionismo acérrimo que caracteriza la política oficial de Turquía y que sirve para albergar otras filosofías coincidentes en el sentido de la reacción. Pero este propósito de “la cuña” puede ser un objetivo que explique otras actitudes para nada diplomáticas por parte de Turquía.
Garabed Arakelian es docente y periodista.