Opinión Ingresá
Opinión

Adolescentes víctimas del terrorismo de Estado: movimientos contrahegemónicos pasados y presentes

4 minutos de lectura
Contenido exclusivo con tu suscripción de pago
Contenido no disponible con tu suscripción actual
Exclusivo para suscripción digital de pago
Actualizá tu suscripción para tener acceso ilimitado a todos los contenidos del sitio
Para acceder a todos los contenidos de manera ilimitada
Exclusivo para suscripción digital de pago
Para acceder a todos los contenidos del sitio
Si ya tenés una cuenta
Te queda 1 artículo gratuito
Este es tu último artículo gratuito
Nuestro periodismo depende de vos
Nuestro periodismo depende de vos
Si ya tenés una cuenta
Registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes
Llegaste al límite de artículos gratuitos
Nuestro periodismo depende de vos
Para seguir leyendo ingresá o suscribite
Si ya tenés una cuenta
o registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes

Editar

Por Resolución 38/2022, la Comisión Nacional Honoraria de Sitios de la Memoria (Ley 19.641) declara en febrero de 2022 al ex hogar Yaguarón1 del Consejo del Niño (hoy Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay) como Sitio de Memoria.2 Este pedido fue presentado por la Comisión Pro Sitio de la Memoria, cuyos integrantes fueron adolescentes mujeres y varones víctimas de la represión estatal durante los años 1968 y 1985, por motivos de su inserción y participación en organizaciones sociales, políticas y gremiales. Uno de los objetivos de esta comisión es “la construcción de la memoria colectiva haciendo visible el papel jugado por el Consejo del Niño en un entramado represivo que involucró tanto a las fuerzas policiales y militares como a la Justicia Militar y a la Justicia Civil, a través de Jueces de Menores”. Las ex presas del hogar Yaguarón denuncian a la vez que vivían en un régimen apartado del resto de las internadas, que eran consideradas “peligrosas” y se vieron sometidas a trabajos forzados con cumplimiento de horarios extensos bajo órdenes y supervisión del juez militar coronel Libio Camps.3

El jueves 28 de julio se realizó el acto de señalización e inauguración del Sitio de Memoria del Ex Hogar Yaguarón como centro de detención durante el terrorismo de Estado.

Las reflexiones que siguen parten de una investigación4 realizada con quienes fueron detenidas y torturadas como adolescentes en el departamento de Treinta y Tres y que luego fueron trasladadas al ex hogar Yaguarón. Algunas de ellas integran el grupo arriba mencionado. En esta se pretendió dar visibilidad a un tema que ha sido colocado en forma reciente en el debate público uruguayo y sobre el que hay escasa investigación académica: durante el terrorismo de Estado en Uruguay, niñas, niños y adolescentes (NNA) fueron sus víctimas directas. A pesar de esto, las leyes de reparación no sólo no los/as amparan, sino que además no los/as consideran víctimas directas, cuando vivieron en la clandestinidad, cuando fueron violentados/as y violados/as, o perseguidos/as, o debieron abandonar el país, con las marcas que dejó esto a nivel psicológico, familiar y material. Si a esto le sumamos las políticas de silenciamiento e impunidad que han regido en Uruguay desde la salida democrática, alzar las voces reclamando ser reconocidos/as e incorporados/as a la historia oficial es un acto contrahegemónico que, entre otras cosas, rompe con el pacto de silencio del mandato estatal, pero también coloca un tema vigente de cómo Uruguay trata a sus infancias y adolescencias, es decir, coloca un diálogo entre el pasado y el presente con miras al futuro.

Previo a adentrarnos en el momento de la detención y las consecuencias inmediatas y presentes en sus vidas, se retomará lo que las entrevistadas narran acerca de su vida social y política previa. Señalan haber integrado familias politizadas en lo social y político partidario y recuerdan su participación activa en la vida social, cultural y política siendo niñas y adolescentes, ámbitos en los que debatían sobre aspectos ideológicos y el contexto nacional, regional e internacional. También tenían conocimiento de las detenciones, torturas y desapariciones que estaban ocurriendo en Treinta y Tres, pero posiblemente no llegaron a dimensionar que esa misma represión podría recaer sobre ellas y sus familias. Lejos de desalentar su lucha, destacan la organización y las decisiones inmediatas que se tomaron frente a estos hechos. Y aquí queremos resaltar su accionar como sujetas políticas, es decir, su corrimiento como objetos invisibilizados colocando la mirada desde lo singular y la vida cotidiana para situarlas como sujetas políticas, existenciales, situacionales, sociales historizadas (Guarín Jurado, 2017).

Lo que ocurrió durante su detención muestra que la dictadura cívico-militar no estaba enmarcada en un proyecto irracional, como señalaba Bauman (1989) al analizar la época nazi, sino que formaba parte de una cultura de la muerte que registraba, medía, detenía, torturaba y desaparecía a personas, sin que mediare una reflexión al respecto, banalizando (Arendt, 2003) los crímenes que se estaban cometiendo. Uno de los tantos ejemplos que se pueden citar es lo que relata una de las entrevistadas, que tenía en ese momento 13 años: “Me hicieron sacarme toda la ropa, me pesaron, me midieron [...] Pregunté para qué me lo hacían y el médico militar ese día que estaba ahí, Hugo Díaz, me dijo que era para saber hasta dónde iba a resistir la tortura”.

Durante el terrorismo de Estado en Uruguay, niñas, niños y adolescentes fueron sus víctimas directas. A pesar de esto, las leyes de reparación no los/as amparan.

De ser las “populares”, como señalaba una de las entrevistadas, pasaron a ser, luego de su liberación, “sospechosas, personas no deseables”. Pero además, el “padre-Estado” también condenó a sus familias: les quitó la patria potestad hasta que sus hijos/as cumplieron los 21 años y los/as trasladó en forma clandestina de un departamento a otro e internó en hogares del Consejo del Niño5 en Montevideo obligándoles a tareas forzadas.

Recién 36 años después, en 2011, pudieron comenzar a hablar de lo que les había ocurrido e hicieron una denuncia judicial. Podría decirse que esto se debe a la poca centralidad que se le dio a la vivencia sufrida por niños, niñas y adolescentes desde el mundo adulto en relación a lo ocurrido durante la dictadura cívico-militar. Pero posiblemente también porque se encontró recién muchos años después la capacidad de escucha de otras personas (Jelín, 2017) y, a su vez, la contención que da lo grupal, considerando que la denuncia realizada fue colectiva y no individual.

Ana Laura Cafaro es profesora adjunta del Departamento de Trabajo Social, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República.

Bibliografía

Almada, Mauricio (2015). Crónica de una infamia. El comunicado más vil de la dictadura. Montevideo: Fin de Siglo.

Arendt, Hannah (2003). Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal. Barcelona: Lumen.

Bauman, Zygmunt (2006). Modernidad y Holocausto. Madrid: Sequitur.

Guarín Jurado, Germán (2017). “Epistemologías del Sur”, en Alvarado, Sara Victoria, Pineda Muñoz, Jaime y Correa Tello, Karen (eds.). Polifonías del sur: desplazamientos y desafíos de las ciencias sociales (Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Clacso; Manizales: Universidad de Manizales. Centro de Estudios Avanzados en Niñez y Juventud; Bogotá: Cinde-Fundación Centro Internacional de Educación y Desarrollo Humano.

Jelín, Elizabeth (2017). La lucha por el pasado. Cómo construimos la memoria social. Argentina: Siglo XXI.

¿Tenés algún aporte para hacer?

Valoramos cualquier aporte aclaratorio que quieras realizar sobre el artículo que acabás de leer, podés hacerlo completando este formulario.

¿Te interesan las opiniones?
None
Suscribite
¿Te interesan las opiniones?
Recibí la newsletter de Opinión en tu email todos los sábados.
Recibir
Este artículo está guardado para leer después en tu lista de lectura
¿Terminaste de leerlo?
Guardaste este artículo como favorito en tu lista de lectura