Hace unos días llegó de visita el actual presidente de Brasil. Arribó en medio de una coyuntura muy tensa en buena parte de la región. Pero lo que ocurre hoy se viene gestando desde hace décadas. Los países que integran esta parte del mundo tienen en su territorio las mayores riquezas del mundo, con mayor biodiversidad y bienes naturales. Esto es sabido por las potencias mundiales, empezando por Estados Unidos y China, los dos gigantes que compiten en la actualidad por imponer su control en la zona y en todo el mundo.
La jefa del Comando Sur de Estados Unidos explicitó en unas recientes declaraciones qué es lo que está buscando y pretende su país en la región. Ante la pregunta de por qué es importante América Latina respondía: “¿Por qué es importante esta región? Con todos sus ricos recursos y elementos de tierras raras, tienes el triángulo de litio, que hoy en día es necesario para la tecnología. 60% del litio del mundo está en el triángulo de litio: Argentina, Bolivia, Chile”. También explicó que la región posee reservas más importantes a nivel mundial de petróleo (Venezuela lo sabe y por eso sufrió campañas de desestabilización política constantes desde la asunción de Hugo Chávez); también tiene oro, cobre y los pulmones del mundo en el Amazonas. Además posee una reserva de agua dulce que es también clave para el futuro. Concluyó que esta región “tiene mucho que ver con la seguridad nacional y tenemos que empezar a hacer nuestro juego”.
También hay en este momento dos proyectos propuestos por senadores republicanos para darle libertad al presidente de usar las Fuerzas Armadas contra el crimen organizado que se ubica en México, por considerarlo un problema de seguridad nacional: es decir, les estaría dando vía libre para intervenciones militares. Además hay hipótesis que hablan de posibles ataques terroristas con origen y organización en suelo mexicano.1
Estos dichos, propuestas e informes se realizan luego de algunos cambios recientes en lo que consideran “el patio trasero”: la huida del expresidente Jair Bolsonaro de Brasil y una nueva presidencia de Lula, el levantamiento de un socio casi permanente de Estados Unidos, como fue Perú, que muestra un complejo escenario pues la derecha en ese país está asesinando a cientos de personas, violando los derechos humanos de forma sistemática y, aun así, las movilizaciones populares no terminan; los intentos que hasta el momento no han dado resultado en Bolivia, de sectores ultraconservadores que desestabilizan de manera violenta y permanente al gobierno electo democráticamente; un cambio de timón en Chile, con un gobierno de centroizquierda que tiene planes distintos de su predecesor.
Un punto aparte merece Colombia, que ha pasado de ser un bastión pronorteamericano (donde se desarrolló nada más ni nada menos que el Plan Colombia con la instalación de ocho bases norteamericanas) por décadas a tener un gobierno con un proyecto propio en en el que las oligarquías están viendo resentido se poderío (recordemos que el acceso del nuevo gobierno fue antecedido por una represión brutal al movimiento popular organizado, que reclamaba mejoras en la calidad de vida en medio de una pandemia mundial).
Del imán a la impostergable unidad
Hace más de una década, el sociólogo, politólogo y pensador argentino Atilio Borón planteaba algo que con las manifestaciones recientes de la jefa militar de Estados Unidos antes citada se refuerzan ante el nuevo orden mundial: “Los países de América Latina adquieren una renovada importancia […] convierte a esta región en un imán irresistible para los apetititos del imperio. La emergencia de una potencia económica como China ha conmovido profundamente a la economía mundial”.
Esta afirmación fue realizada en una obra clave para entender lo que sucede en la región, América Latina en la geopolítica del imperialismo. Esta obra fue publicada hace una década, y cuando se la lee hay pistas innegables para comprender el presente de la región. Fue galardonada con el Premio Libertador al Pensamiento Crítico y es sin dudas una obra que tiene una gran vigencia (sería fundamental que se conociera y difundiera en lugares clave del país si se pretende cambiar la realidad de raíz y con sustento político-ideológico). Plantea que el modo de consumo imperante en Estados Unidos y que se difunde a nivel planetario a través de la industria cultural y la publicidad está llevando a la vida del ser humano a cambios y fenómenos naturales que llevan a una crisis cada vez mayor.
En esa realidad, en la que las dificultades se acrecientan para obtener recursos naturales y asegurar su modo de vida fastuoso, los sectores dominantes, “a través de la manipulación ideológica y un formidable aparato militar, [hacen] posible que los ricos sobreexploten y se apropien de los bienes comunes, de los cuales habrá que privar a la inmensa mayoría de la población del planeta […] dejándolos al borde la indigencia”. Es por este motivo que las derechas representantes de las oligarquías de la región están desesperadas y en una lucha permanente y a cualquier costo para mantener sus privilegios.
Lo arriba mencionado lleva a que la región esté en un escenario incierto. En un trabajo más extenso decía: “Ahora bien, en la región no hay nada definido de antemano y no existen leyes sociales que marquen cambios prefigurados con antelación. Los cambios se darán si los sectores populares logran aunarse y construir un movimiento que impulse un proyecto popular cada vez más fuerte, para que nazca un mundo sustancialmente distinto del que conocemos, pues lo que estará en el centro será el ser humano y no la mercancía”.2
La llegada al gobierno de Lula en Brasil y otros cambios reseñados líneas arriba abren nuevamente una posibilidad para pensar y hacer pensando en una integración regional impostergable para que las mayorías puedan construir un proyecto de vida que vaya más allá del consumismo que propone el modo de vida hegemónico (que una ínfima minoría lo puede hacer, como vimos, a costa de la sobreexplotación de millones), en donde los seres humanos puedan ser activos partícipes en las decisiones públicas y sientan que no reciben dádivas sino una parte de los bienes que son finitos, y que si se lucha para mantenerlo serán derechos ganados. Pero eso se dará si hay una concientización crítica de la realidad en la que se pueda leer la realidad política.
Para lo antes mencionado la integración regional no deberá ser únicamente económica, deberá ser de múltiples, variados y espesos intercambios culturales y de conocimiento de los vecinos regionales y de autoconocimiento más profundo y de manera sistemática en todas las variedades del quehacer humano: humanístico, artístico, científico, etcétera.
Hace 80 años un artista uruguayo inmortalizó lo que se convertiría en un ícono que se conoce en buena parte de la región y más allá. La obra de Joaquín Torres García América invertida y todo el trabajo que significó esa creación deberían hacernos pensar y actuar en base a esos postulados, ampliándolos en estos tiempos que pueden ser de cambio si se trabaja con una orientación clara y teniendo al sur como el centro de nuestras actividades. La región será la clave en la época que se avecina.
Héctor Altamirano es docente de Historia
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Video. El nuevo libro de Pompeo abona a una serie de focos rojos que México no puede ignorar: Sarukhán. ↩
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Altamirano-Martínez, H (2022). Escenario incierto en Nuestra América: entre las nuevas derechas y los proyectos populares. Temas de Nuestra América. Revista de Estudios Latinoaméricanos, 38 (71), 1-15 ↩