Hace un año los argentinos inundaban las calles de todo el país. Las imágenes eran de triunfo, alegría y efervescencia. El motivo fue un nuevo título mundial de su selección. La algarabía le ganaba a cualquier problema que tuviese el país. El fútbol tiene esa cuestión cuasi mágica que lleva a pueblos enteros a olvidar los problemas de todos los días.
Un año después, las calles vuelven a estar con gente (no en las mismas proporciones), y esta vez no es para festejar. Miles de argentinos desde hace días están saliendo todas las noches a cacerolear, a manifestar su desacuerdo con el gobierno encabezado por Javier Milei, quien en su política de shock pretende desregular la economía en su máxima potencia, superando lo realizado en los noventa por el menemismo.
La derecha continental repite recetas
La derecha ha avanzado de forma espectacular en la última década en la región y en el mundo. Un elemento que tienen en común y que sin dudas coordinan a nivel regional y mundial es el de realizar una lucha ideológica sistemática. Las derechas latinoamericanas1 del siglo XXI superaron la noción que afirmaba que las ideologías estaban muertas, las nuevas derechas insisten en una lucha frontal y permanente de este tipo.
Argentina, con este nuevo gobierno, está sufriendo en carne propia las doctrinas ultraliberales o, para hablar con un lenguaje que es más habitual en esta zona del mundo, neoliberales. Si bien en los noventa el neoliberalismo arrasó con los derechos y llevó a la miseria a las mayorías, fue a lo largo de por lo menos una década. Es decir, fue una política que en cierta manera fue gradual. En cambio, el Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) es una política que va a eliminar cientos de derechos adquiridos durante décadas tras largas conquistas. La política y las conquistas no son automáticas ni tampoco instantáneas. Son producto de un juego de negociaciones variadas para poder construir políticas de bienestar para las mayorías.
Desde los sectores que sostienen ideológicamente estas medidas eran sumamente conscientes de que las protestas iban a ser automáticas cuando se lanzara el DNU. Uno de los acérrimos defensores e impulsores de cualquier política conservadora y ultraderechista en toda la región es el influencer e intelectual Agustín Laje. En sus videos diarios, desde que asumió como presidente Javier Milei, se puede ver cómo este personaje alimenta el odio sistemático e intenta dividir a los argentinos, construyendo una política que tiene como centro el rechazo irracional a lo colectivo, a cualquier organización que fomente la solidaridad, a la búsqueda de la verdad con lo sucedido durante la dictadura, etcétera.
Luego de las primeras protestas, el discurso y el tono se pusieron más violentos. En una estrategia que claramente busca tergiversar y dar vuelta la realidad, se planteó que desde los movimientos sociales se estaba planificando un golpe de Estado (repite la misma receta que en Chile, Ecuador, Perú y Colombia antes de que Gustavo Petro llegara al gobierno) y que hay agitadores cubanos y hordas bolivarianas que vienen a desestabilizar. Es decir, el ataque a estos grupos proviene de alguien que apoya un DNU que es muy claro que no es constitucional, que no busca mejorar la vida de las mayorías, sino que las empeorará sin dudas.
La desregulación extrema de la economía y la prohibición de la protesta indica que el gobierno libertario pretende someter a las mayorías a la aceptación de una vida de sobrevivencia e indigencia.
Laje apoyó y fomentó el decreto de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, que planteó la cuasi prohibición de las manifestaciones en la vía pública. También instó a que los vecinos no manifestaran contra el gobierno y que delataran a los que iban a ir a manifestarse. La palabra principal una y otra vez fue la de orden y respeto a la propiedad privada. El máximo de exaltación fue cuando mostró un fragmento de video en el que le pegan una trompada a un líder sindical y aplaudió al tiempo que afirmaba que es lo que habría que hacer con todos los zurdos. Era un planteo de salir a defender al gobierno y, si era necesario salir, a “hacer justicia con mano propia”. Para ser más claro, al parecer pretende que se dé una lucha entre los argentinos de manera violenta y directa.
Es que en esa realidad la derecha radical se siente cómoda y puede avanzar. Fue lo que sucedió en los intentos de asalto: al Capitolio en Estados Unidos, al Congreso en Brasil, entre otros actos violentos liderados por los ultraderechistas.
El pueblo argentino tiene memoria y moral de protesta
El 19 y 20 de diciembre pasados se recordaron las movilizaciones y el estallido social que se dio en Argentina en 2001. Esas movilizaciones fueron claves para frenar las medidas de recorte económico que estaba imponiendo el gobierno para las mayorías, y luego de ese doloroso proceso, el presidente debió irse de manera anticipada y no pudo terminar su mandato.
Las movilizaciones de estos días hacen recordar esas jornadas. La gente se llamó a sí misma y salió de manera autoconvocada a las calles. Este modo de protesta también es utilizado por las derechas a nivel global. Es decir, hay que distinguir y analizar en detalle qué es lo que esos ciudadanos reclaman para percibir si son movimientos que buscan profundizar conquistas para las mayorías o eliminar bienestar para estas.
En este caso es claro que buscan frenar el DNU de un gobierno de derecha radical en todo sentido: desde lo económico hasta lo político. La desregulación extrema de la economía y la prohibición de la protesta indica que el gobierno libertario pretende someter a las mayorías a la aceptación de una vida de sobrevivencia e indigencia.
El gobierno argentino defiende dos elementos que sostiene como dogmas: la propiedad privada y los contratos. Es la “ética del mercado” y de una “sociedad libre” en su mayor esplendor, como lo propugnó Friedrich von Hayek cuando llegó a Chile en 1981 (dictadura icónica del modelo neoliberal con los Chicago Boys como referentes): “Una sociedad libre requiere de ciertas morales que en última instancia se reducen a la manutención de vidas: no a la manutención de todas las vidas porque podría ser necesario sacrificar vidas individuales para preservar un número mayor de otras vidas. Por lo tanto, las únicas reglas morales son las que llevan al ‘cálculo de vida’: la propiedad y el contrato”.
En todo momento la movilización social y la protesta aseguran que los gobiernos cumplan con lo que todos los gobiernos democráticos deberían cumplir: buscar la pública felicidad y que las mayorías puedan desarrollarse como seres humanos.
Héctor Altamirano es docente de Historia.
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Enzo Traverso estudia y desmenuza las derechas europeas en su obra Las nuevas caras de la derecha (2018) y Pablo Stefanoni nos permite acercarnos a las derechas regionales en su obra ¿La rebeldía se volvió de derecha? (2021). ↩