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Salto Grande ultrajado: Carlos Albisu y su candidatura a la Intendencia de Salto

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En los últimos días de diciembre de 2023, Carlos Albisu lanzó su candidatura a la Intendencia de Salto por el Partido Nacional y para ello ha elegido como carta de presentación su gestión en la Comisión Técnica Mixta de Salto Grande. Un ejemplo puede verse en la red social Instagram, en el reel que titula “Un poco de lo que elegí hacer!”.1 La verdad es que se trata de un lanzamiento “formal”, porque Albisu está en campaña desde el día posterior a la elección nacional de 2019, luego de no haber sido electo diputado y, mucho más, luego de haber perdido las elecciones departamentales en 2020.

Albisu fue presidente de la delegación de Uruguay ante la Comisión Técnica Mixta de Salto Grande (en adelante SG), designado por el presidente de la República, entre mediados de abril de 2020 y el 7 de setiembre de 2023, cuando debió renunciar luego del escándalo nacional que llevó a Salto Grande, como nunca en su historia, a ser primera plana en las noticias por varias semanas, por quedar en evidencia su particular forma de “gestionar la cosa pública”, designando y ascendiendo indiscriminadamente a militantes del Partido Nacional y algunos del Partido Colorado, entre los que había dirigentes locales, unos cuantos ediles y hasta una diputada suplente. Cabe aclarar que esas discrecionalidades no terminaban en Salto, llegaron también a Paysandú (de la mano del delegado Daniel Arcieri, también candidato del Partido Nacional) y a Montevideo. También fue criticado por jugar a Papá Noel al repartir dinero entre organizaciones sociales, clubes deportivos y ONG amigas. El apodo navideño fue público en declaraciones de legisladores correligionarios del propio Albisu.

Con su renuncia, el 7 de setiembre, evitó asistir a la interpelación citada por la Cámara de Diputados para el 3 de octubre de 2023 a los ministros de Relaciones Exteriores y de Economía y Finanzas, los que irían acompañados por los delegados uruguayos en Salto Grande, abandonando frente al Parlamento a sus compañeros de delegación y a los ministros, sin dar la cara ni respuestas a los legisladores. Es bien conocido el papelón que pasó el equipo de SG y los ministros, en particular el por entonces canciller Francisco Bustillo, ante la incapacidad de dar respuestas sostenibles ni convincentes. Prácticamente la unanimidad de los diputados pidió el cese de las 36 designaciones cuestionadas y además la mayoría de la cámara pidió la renuncia de toda la delegación de Uruguay. Carlos Albisu, el principal responsable, optó por esconderse.

Luego de su renuncia, Albisu desapareció del mapa, tal vez se tomó un tiempo para reflexionar. No respondió llamados de los medios y casi nada se leía en sus redes sociales. Es como si hubiera querido que se olvidaran de él… por un tiempo al menos. Mientras tanto, su sustituto en SG continuaba (y continúa) reivindicando la gestión del renunciante y reafirmando que seguirá su camino, que el problema es que desde Montevideo no se entiende la “deuda” de Salto Grande con Salto, que ellos, por fin, habían empezado a atender; sin importar que en esos meses SG suspendía pagos a proveedores y corría riesgo el pago de salarios a los empleados uruguayos del organismo.

Ahora, la pausa de Albisu ha terminado y ha retornado, cual ave fénix, por su misma senda, mostrando lo que eligió hacer en Salto Grande como logros que lo avalan para ser elegido intendente. Por si fuera poco, lo hace con el apoyo explícito del principal candidato en la interna del Partido Nacional, quien validó, defendió y resaltó todo lo hecho por Albisu en SG, lo que demuestra algo que cualquier observador mínimamente despierto podía sospechar: lo de Albisu no fue algo de un dirigente que perdió las referencias o que se salió de control. Las principales figuras del gobierno sabían y respaldaban lo que se hacía en SG, incluso el propio presidente de la República lo respaldó: en declaraciones públicas un par de días previos a la renuncia, utilizando un argumento falaz, como que “ahora las regalías de SG no van al sur, se invierten en la región”, una afirmación inexacta y conceptualmente equivocada, que nunca escuchamos rectificar.2

Lo de Albisu no fue algo de un dirigente que perdió las referencias o que se salió de control. Las principales figuras del gobierno sabían y respaldaban lo que se hacía en Salto Grande.

Entre los logros que Albisu destaca como propios (“cosas que elegí hacer”, dice su campaña) aparecen muchas imágenes de sí mismo: sonrisas perfectas, muchas caricias y besos a niños y niñas, “posturas reflexivas”, camisetas de clubes de fútbol, Albisu boxeando, etcétera; también se muestra como creador de obras o actividades que empezaron o se potenciaron en la gestión frenteamplista del período 2005-2019, como la de la Costanera de Salto o el Plan Escuelas (pero eso no se menciona, claro); dice que hizo incansables gestiones para atraer inversionistas que llegarían a salvar al departamento... pero que nunca llegaron (eso también se omite), o que fue clave para la instalación de una empresa que abrió en el norte del país... pero que cerró al poco tiempo dejando a todos sus trabajadores en la calle (como la de cannabis medicinal, eso tampoco se menciona), incluso se muestra como responsable de las obras del aeropuerto de Salto (¿?).

Más allá del cuestionamiento que podamos hacer sobre la veracidad de los hechos promocionados, o si es correcto que una persona designada para dirigir un organismo internacional cuya tarea principal es la energía eléctrica y la gestión hidrológica dedique la mayor parte de su tiempo a actividades con fines proselitistas, lo que más impacta en esta campaña es la irresponsabilidad (¿o ignorancia?) demostrada por Albisu por usar y abusar de la imagen institucional de un organismo internacional como Salto Grande: aparecen su logo, sus vehículos, sus instalaciones; se muestra a empleados a los que, seguramente, no se les preguntó si permitían el uso de su imagen para una campaña político-partidaria. Se falta el respeto a las más elementales normas de conducta y a la ética frente a una institución como Salto Grande, su personal y la sociedad uruguaya.

Por cierto, Albisu no menciona entre sus logros el haber beneficiado con alrededor de dos millones de dólares cada año por pagos salariales a esos 36 ingresos directos, amigos o correligionarios, y a alrededor de diez empleados ascendidos sin mediar concurso alguno, sólo por tener algún vínculo político, o en algún caso familiar, con él o alguno de los demás delegados o asesores cercanos. ¿Cuánto se podría haber contribuido a Salto y a la región con esos recursos, en serio, al desarrollo, a la investigación, a la educación, a pequeños emprendimientos? ¿Es aquí, entonces, donde Albisu entiende que está la deuda de SG con Salto? No es con sus ciudadanos, es con los amigos y correligionarios políticos donde se encuentra el beneficio.

Lo triste y preocupante es que ya se escuchan dirigentes partidarios de la coalición que, en Salto, dicen “al final lo de Salto Grande no fue para tanto...”. Entonces parece que la estrategia sería hacer que el silencio y la minimización de estos hechos hagan su trabajo; poner paños fríos, tapar la realidad, repetir –mintiendo– que “siempre se hizo lo mismo”.

De esta forma, Albisu retorna, diciendo “todo lo hice por Salto”, colocándose como una víctima incomprendida por el resto del país, en un localismo barato y demagógico. Reafirmando una vieja forma de hacer política, la que él en más de una ocasión dijo aborrecer, utilizando recursos públicos para construir campañas personales, acomodar correligionarios a cualquier precio sin importar cuánto daño y desprestigio genere en las instituciones y en la gente que las integra.

La ambición personal por encima de todo. El ego avasallando a la vergüenza.

Gabriel Rodríguez Fleitas fue integrante de la delegación de Uruguay ante la Comisión Técnica Mixta en Salto Grande entre julio de 2005 y abril de 2020.

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