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Paridad de género: desafío democrático poselecciones

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Las elecciones nacionales en Uruguay fueron los últimos comicios presidenciales y legislativos de este año en América Latina. Uno de los años con la mayor cantidad de elecciones en el mundo, donde más de la mitad de los electores concurrieron a las urnas a nivel global.

En materia de género los resultados dejan más desafíos que avances y ponen en el tapete, nuevamente, que la representación equilibrada de las mujeres sigue siendo una de las principales deudas pendientes para la democracia en Uruguay. A pesar de que se encuentra entre el 25% de países con mayores niveles de democracia del mundo, según datos del Estado de la Democracia del Instituto Internacional para la Democracia y Asistencia (IDEA) Internacional, no logra alcanzar a otras democracias consolidadas en materia de igualdad.

En el Senado, la nueva legislatura contará con 22 senadores y sólo nueve senadoras, lo que representa el 29% del total, igual que en la actual conformación. En tanto, el resultado en la cámara baja fue más alentador, en tanto se eligieron 71 diputados (71,7%) y 28 diputadas (28,3%), lo que implica un alza de nueve puntos porcentuales respecto de la última elección en 2019, y la proporción más alta de mujeres en la cámara desde la recuperación de la democracia.

Si bien estos datos podrían ser celebrados como avances moderados, esconden una fuerte disonancia con los avances no sólo de otras democracias plenas, sino, sobre todo, con el resto de América Latina. De acuerdo con los datos de la Unión Interparlamentaria, las Américas son hoy la región con la mayor proporción de mujeres en escaños legislativos en el mundo, con un promedio de 35,5%, por encima de todas las otras regiones del mundo, incluyendo el promedio para Europa (31,7%). Si desglosamos esa proporción, vemos que los resultados uruguayos están, además, por debajo de los niveles de representación en el Caribe (42,5%), Norteamérica (37,9%), Suramérica (31,3%) y Centroamérica (30,6%). La situación actual es además lejana a su propia tradición legislativa y el temprano ingreso de la mujer en política. Recordemos que Uruguay fue uno de los primeros países en el mundo en aprobar el sufragio femenino en 1927 y en tener la primera legisladora en 1941, y contó durante una década con una potente bancada bicameral de mujeres.

La paridad busca hacer realidad el ideal igualitario que sustenta la democracia para toda la población y no sólo para la mitad de ella, pero también que los intereses de la sociedad se vean representados plenamente.

La presencia de las mujeres en la toma de decisiones no es un gesto superfluo para una parte del electorado o un acompañamiento accesorio, como algunos dirigentes históricos parecen creer. La experiencia mundial y en América Latina muestra que poderes legislativos diversos e inclusivos en materia de género, generacional, étnica y social, tienen un impacto directo en incorporar temas y aprobar legislación que da cuenta de las situaciones específicas de distintos grupos de la población. Atacar la violencia, políticas de infancia, de salud, educación y seguridad social son algunas de las áreas en las que las legisladoras mujeres de todo el mundo destacan y promueven. Por ello, la paridad busca hacer realidad el ideal igualitario que sustenta la democracia para toda la población y no sólo para la mitad de ella, pero también que las preocupaciones, intereses y enfoques de la sociedad se vean reflejados y representados plenamente en la institución deliberativa por excelencia que es el poder legislativo.

La experiencia latinoamericana también nos muestra que los avances hacia la paridad, alcanzada ya en México, Costa Rica y otros países, ha sido fruto de acciones concretas en materia de legislación electoral, de partidos políticos y financiamiento de la política. Obligación de presentar listas paritarias, mandatos de posicionamiento en las listas, sanciones efectivas, financiamiento electoral con enfoque de género y organismos electorales proactivos en proteger la igualdad han logrado mover la aguja y romper la inercia histórica de exclusión.

La última elección en Uruguay nos muestra, nuevamente, que los partidos políticos son un actor clave para favorecer o bloquear una representación equilibrada, en por lo menos dos sentidos. Con listas cerradas, son los partidos quienes toman la decisión sobre el posicionamiento en las listas. Es decir, a quiénes o no privilegiar para ser electas/os. El resultado por bancada mostró que ahí donde se asume un compromiso con la paridad y se incluyó un mayor número de candidatas más mujeres fueron electas. Pero los partidos son también clave debido a su responsabilidad respecto de la presentación y aprobación de leyes a través de sus parlamentario/as. Así, está en sus manos que en la nueva legislatura Uruguay pueda, por fin, dar un salto cualitativo hacia una democracia paritaria, congruente con su madurez democrática.

Marcela Ríos Tobar es directora para América Latina y el Caribe del IDEA Internacional.

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