La expresión del título es de Lélia González, una de las primeras afrofeministas brasileñas que denunció la invisibilidad de la cuestión racial en el feminismo y también en la izquierda1. El silencio ruidoso refiere a un fenómeno evidente, que rompe los ojos, pero del que nadie habla y respecto del cual llama la atención tanto silencio. Esta expresión se retoma en esta nota para pensar el no lugar que ha tenido en la campaña político electoral del Frente Amplio en este 2024 el abordaje de la desigualdad y en particular la desigualdad de género y una de sus máximas expresiones: la violencia hacia las mujeres. Esta ausencia resulta incomprensible dada la gravedad de la problemática y la importancia que tuvo el movimiento feminista en los últimos 10 años.
Un punto de partida es pensar que la izquierda se preocupa o debe preocuparse en mayor medida del fenómeno general de la desigualdad, porque en su interpretación teórico-política es el resultado de un fenómeno social, un fenómeno injusto que debe revertirse. En términos muy generales la desigualdad no es concebida como un fenómeno natural producto del egoísmo innato de los seres humanos sino de una distribución injusta donde unos pocos se apropian de lo que les corresponde a otros, y esto son tanto bienes materiales como simbólicos, que estructuran desiguales relaciones de clase, de género y de raza. De ahí que las expectativas con la izquierda con relación a sus promesas en torno a revertir la desigualdad suelen ser mayores.
Estas expectativas crecen a su vez cuando la sociedad coloca ciertos temas en la agenda que se tornan ineludibles y cuando quienes lideran estas iniciativas son movimientos en los que se integra una parte importante de las bases sociales de la izquierda. Esto es lo que ha sucedido con el movimiento feminista y las diversas organizaciones que protagonizaron el último ciclo iniciado en 2015. Organizaciones sociales feministas que, aunque autónomas de estructuras político-partidarias y financiamientos institucionales, se encuentran integradas en su mayoría por personas que se identifican con la izquierda frenteamplista o que también militan en ella. El lazo entre la izquierda y el feminismo en Uruguay continúa siendo importante. Por esto también es incomprensible tanto silencio o tanto desconocimiento cuando el feminismo logró instalar una nueva sensibilidad social.
La desigualdad de género no fue un asunto de campaña, no fue un diferencial entre los partidos. Nadie se preguntó qué estarían votando las mujeres, aunque las encuestas muestren que las mujeres votan más al Frente Amplio, y la fuerza política en particular no hizo de este eje una apuesta. Alguna pauta de campaña digital hipersegmentada de último momento, que llamó a votar “a favor de las mujeres”, no hace la diferencia en términos generales del discurso frenteamplista y convive mal con el silencio o el destrato.
Y aunque las declaraciones de Mujica fueron más que comentadas (sobre todo por el antifrenteamplismo), sus dichos sobre las candidaturas a la vicepresidencia no hay que dejar de mencionarlos, quedan en el archivo oral antifeminista del Frente Amplio. No porque las implicadas sean las referentes del movimiento, sino porque no respeta una demanda básica del movimiento: la eliminación del destrato a las mujeres.
Mujica ofrece una gran oportunidad para comprender algunos conceptos del feminismo que algunas veces son medio abstractos, como el de “cosificación” e “invisibilización”. Los “repuestos” aquí tienen una capacidad heurística fenomenal y también la explícita anulación de nombres propios al utilizar el término “señora” y su obvia connotación negativa (si queda alguna duda buscar definición de señora en la Real Academia)2. Las declaraciones del líder de la fuerza más votada del Frente Amplio integran un repertorio más amplio de otras intervenciones de la misma autoría que ha compartido durante su carrera política y que no han variado ni un milímetro a pesar de olas y mareas que se han levantado justamente contra estos modos de nombrar y considerar a las mujeres en el mundo y en la política.
Esta puede ser considerada “una salida más”, de esas a las que “nos tiene acostumbrados”, que “hay que bancar” porque “es de otra generación”, que no va a cambiar, porque es “un irrecuperable”. Claro, Mujica puede cambiar la revolución por la socialdemocracia, pero no el modo en que se refiere a las mujeres. También se puede decir que al final son sólo modos de expresarse, palabras, palabras, palabras, que no se necesita tanto “viru-viru”, concepto de autoría mujiquista que quienes trabajamos con las ideas no olvidaremos jamás. Que “nos unen los hechos no las palabras”, como decía aquella consigna tupamara. Capaz que aburre demasiado explicar todo eso de “hacer cosas con palabras” y que ésta no sea más que una travesura de incorrección política. Lástima que ésta es justamente la estrategia discursiva de la derecha, la batalla cultural, hacer cosas con palabras, y le viene saliendo bastante bien.
Es muy difícil cuestionar los dichos de uno de los pocos líderes históricos que quedan en el Frente Amplio, cuando enfrenta un grave problema de salud y cuando estos circulan una semana antes de las elecciones, en una contienda en donde el voto a voto concentró todas las energías militantes. Es imposible sacar los trapitos al sol en este contexto y juzgar negativamente tales intervenciones. No lo hacen los compañeros, ni las compañeras y es absolutamente entendible que no lo hagan, la responsabilidad está en Mujica, no en quienes no lo cuestionan públicamente.
Lo que sí podría haberse hecho era mostrar que de alguna u otra manera para el Frente Amplio la desigualdad de género es una preocupación central. Esto no sucedió, ni en la campaña general ni en el debate entre los candidatos. Si el debate condensó las principales ideas del programa y la promesa de cambio, allí el silencio ruidoso sobre la desigualdad de género es inmenso. Y no, las escasísimas referencias a un sistema de cuidados (que fue buque insignia de la campaña electoral anterior pero no de ésta) y la ampliación de los CAIF no alcanza. No se nombró el término desigualdad de género, en la campaña electoral de una fuerza política que se declaró “antipatriarcal”.
Los aspectos y fenómenos que hacen a la desigualdad de género son muy diversos y las luchas contra esta desigualdad que los feminismos han desplegado en estos últimos años han ampliado enormemente los modos de combatirla. En esta nota breve no es posible repasar todos los caminos posibles para contribuir a esa lucha desde los partidos políticos y desde el gobierno, pero sí hay un fenómeno que no debería estar ausente como preocupación de todas las agendas políticas y es el de la violencia de género, que sufren principalmente las mujeres, las infancias y las disidencias. No debería estar ausente no porque sea una causa feminista, sino porque es un fenómeno social gravísimo y vergonzante para un país pequeño con altos índices de desarrollo con relación a América Latina.
Apenas algunos días antes del debate tuvimos: un suicidio feminicida (Milagros Chamorro se autoeliminó luego de no recibir respuesta de la Justicia por su denuncia de abuso sexual); un caso de violencia vicaria (un padre mató a una bebé de 5 meses arrojándola al piso en frente de su madre); un caso de abuso sexual (un profesor de 45 años abusó sexualmente de su alumna de 12) y las noticias del resto del año arrojan un sinfín de datos del horror. Con relación a los feminicidios, Uruguay tiene una de las tasas más altas de América Latina. Y esta es una realidad que no ha cambiado con relación a los gobiernos de turno cuando se observan las cifras a cinco, diez o 15 años.3
Es difícil encontrar razones para que la violencia de género no haya sido nombrada ni una vez en el debate o en los actos de campaña, cuando sí es un tema presente en el programa del Frente Amplio. ¿Cómo es posible la ausencia de un compromiso público con políticas orientadas a bajar los feminicidios y la violencia sexual? ¿Cuáles votos se ponían en riesgo con la asunción de estos compromisos? Y si así fuera, ¿no era pertinente arriesgar votos en aras de dar cuenta de un fenómeno que es una tragedia para el país? Asumir este problema es un asunto también de responsabilidad política, en un debate público que expresa no sólo una contienda política coyuntural sino los temas que la sociedad tiene pendientes. En la fiesta de la democracia uruguaya hay temas que no deben hablarse, eso resulta evidente.
Es difícil encontrar razones para que la violencia de género no haya sido nombrada ni una vez en el debate o en los actos de campaña, cuando sí es un tema presente en el programa del Frente Amplio.
Llama poderosamente la atención esta ausencia como tema de campaña cuando en el próximo año se cumplirán diez años del Ni una menos, es decir, de un evento que encendió el último ciclo feminista cuando una nueva generación manifestó de manera incansable su hartazgo con la violencia machista. El cambio sociocultural que produjo el último ciclo feminista fue enorme y llegó a un porcentaje de mujeres inmenso aun cuando no se enuncien feministas, aun cuando tomen explícita distancia de esa palabra.
Un cambio de época se torna evidente: mientras durante mucho tiempo el voto de las mujeres tendió a ser más conservador, hoy es más progresista. Esa orientación progresista de las mujeres se compone de muchas preocupaciones, no hay dudas que la violencia de género es una de ellas y tal vez la que es considerada el tema de mayor urgencia sobre el que se requieren respuestas políticas. Respecto a este cambio de época y esta preocupación por un fenómeno que debería ser manejable para un pequeño país como el Uruguay, el Frente Amplio no dijo una palabra en su campaña. A pocas horas del 25 de noviembre, no debemos olvidarnos de este olvido.
Ana Laura de Giorgi es doctora en Ciencias Sociales, investigadora y docente. Es autora del libro Historia de un amor no correspondido. Feminismo e izquierda en los 80. Integra el Centro de Estudios Feministas de la Universidad de la República.
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Lélia González nació en Bello Horizonte en 1935 y falleció en Río de Janeiro en 1994. Se graduó en Historia y Filosofía, impartió clases en varias universidades en los años 70 y 80, fue una referente del movimiento y la cultura negra en Brasil e introdujo el concepto de un feminismo afrolatinoamericano. Fue una integrante fundamental de la revista feminista Mulherio e integró el PT, del que luego tomó distancia dado el escaso lugar que la lucha antirracista tenía allí. ↩
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Declaraciones de José Mujica al diario El País publicadas el 16 de noviembre de 2024. ↩
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Los datos de la Cepal informan que al compararse las tasas a nivel de la región, es decir la ocurrencia de este evento cada 100.000 mujeres, Uruguay tiene uno de los índices más altos de América Latina, y que las cifras no se han modificado entre 2015 y 2023. CEPAL Boletín No. 3, noviembre de 2024. Violencia Feminicida en Cifras América Latina y el Caribe. ↩