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Estamos al borde del abismo

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Terrible: lo dijo António Guterres, secretario general de la institución multilateral de mayor importancia en nuestro orden mundial, las Naciones Unidas. Organismo que ha perdido credibilidad y capacidad de acción real, como ocurre hoy con todos los ámbitos multilaterales y de negociación. Son síntomas de un cambio brutal de época. De una degradación de la política como bien común, del diálogo, de una convivencia posible. Las tropas de asalto trumpistas, bolsonaristas o mileiristas (y toda la ultraderecha europea) van más allá de todo razonamiento posible. Peor aún, se han transformado en la ilusión diatópica de vastos sectores populares, incorporando su dosis de violencia y crueldad.

Eric Sadin, autor de La era del individuo tirano. El fin de un mundo común (2022), plantea: “La sociedad ya no existe; existe un rejunte de seres. Ha emergido un nuevo ethos, una subjetividad favorecida por los celulares e internet, que proveen autonomía en choque con un panorama de pobreza, precarización, desigualdad y humillación, en el que afectos como el odio y la rabia son corrientes. [...] En el transcurso de los años 2010 surgió una nueva condición del individuo contemporáneo. Está hecha de dos tendencias contrapuestas, de una ‘dislocación’. Por un lado, las personas no se sienten dueñas de sí mismas, viven presiones permanentes en el ejercicio de sus trabajos, son confrontadas cada vez más con situaciones ‘brutales y precarias’, no llegan a fin de mes, la desigualdad se agrava, disminuyen los servicios públicos y la solidaridad. Por el otro, están equipadas por tecnologías que les hacen ‘más fácil la existencia’, les dan acceso inmediato a la información, les dan voz, habilitan la expresión de la propia opinión, otorgan una sensación de autonomía”.1

La Carta de las Naciones Unidas aprobada en 1948 dice: “Nosotros los pueblos de las Naciones Unidas, resueltos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la Humanidad sufrimientos indecibles, a reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas, a crear condiciones bajo las cuales puedan mantenerse la justicia y el respeto a las obligaciones emanadas de los tratados y de otras fuentes del derecho internacional, a promover el progreso social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad”.

A pesar del esfuerzo y la lucha de hombres y mujeres, hoy es papel pintado. Parecería que la paz se ha convertido en un lugar común que ha servido para banalizar lo que debería ser uno de los ejes de toda política exterior, de toda diplomacia en los organismos multilaterales. De toda convivencia pacífica entre estados y comunidades.

¿Cómo pretendemos que no haya un aumento de la violencia letal en nuestras sociedades cuando tenemos ejemplos de irracionalidad y crueldad perversa entre los estados, en los que se recurre a tomar rehenes civiles, y como respuesta el gobierno israelí usa la política de tierra arrasada en Gaza, bombardea hospitales, masacra a la población civil palestina? ¿Cómo no comparar esta intención genocida con la trágica historia del gueto de Varsovia? ¿Acaso Mordejai Anilevich y su glorioso grupo de hombres y mujeres no fueron perseguidos y acusados de terroristas? El criminal Netanyahu parece no tener límites, ni siquiera bajo la advertencia, tardía, de Estados Unidos. Es una fuga hacia adelante que sólo terminará en el exterminio. Común y compartido. Porque su delirio no puede admitir que será de ambos lados. Atacó ex profeso a la Guardia Revolucionaria islámica en Siria. Buscaban la reacción iraní, que no justifica el bombardeo iraní, también contra población civil.

Escalada hacia el abismo

Estamos en una escalada que, como bien señala el profesor Carlos Lujan2, nos acerca temerosa y posiblemente al uso de armamento nuclear. Con repercusiones espantosas en todo el mundo, no sólo en los contendientes. En el escenario Ucrania-Europa-OTAN-Rusia tenemos el mismo riesgo. Todos estos estados tienen ojivas nucleares.

En 1914, los jóvenes europeos salían a las calles con sus banderas nacionales, jubilosos de ir a la guerra. Toda Europa iba contenta a la locura. La Segunda Internacional Socialista se quebró porque el Partido Socialista francés y el Partido Socialdemócrata alemán votaron los créditos de guerra que enfrentaban a los obreros alemanes con los franceses. Un horror. Diez millones de muertos y 20 millones de heridos con secuelas. Europa destruida. La población civil fue por primera vez objetivo de guerra. Se usaron y perfeccionaron las armas más terribles. Ahora son juguetes al lado de las actuales. Una tragedia y sin embargo sólo pasaron 20 años para que en Múnich las potencias europeas entregaran inerme a Checoslovaquia a manos de un Hitler que creció con el mismo discurso que tiene ahora toda la extrema derecha. Ya había anexionado a Austria. Al otro año invadió Polonia. Se calcula que entre soldados y civiles murieron 60 millones de hombres, mujeres y niños. Vimos el horror de los campos de exterminio, de los campos de concentración y de trabajos forzados extendidos en toda Europa.

La solución final de la cuestión judía instrumentada por Reinhard Heydrich convirtió a Auschwitz Birkenau, Auchwitz-Birkenau, Chelmno, Sobibior, Treblinka, Belzec y Majdanek; y sólo en Austria había 70 subcampos de trabajo o de concentración. El objetivo era el exterminio del pueblo judío. De opositores, homosexuales, gitanos. No fueron obra sólo de las SS. Colaboraron arquitectos, ingenieros, compañías que aprovechaban la mano de obra esclava. El gas Zyklon B fue industrializado por la Bayer y diseñado por un premio Nobel de Química, Fritz Haber, que ya había sido el cerebro de los gases de la Primera Guerra Mundial. Era judío. Su familia terminó suicidándose por vergüenza de esta contribución, sobre la que dijo en 1914: “En tiempos de paz, un científico pertenece al mundo; en tiempos de guerra, a su país”.

Reinhard Heydrich, el número tres de Hitler, ingeniero de la Solución Final para la Cuestión Judía, fue ajusticiado en Praga. Las represalias fueron terribles: los nazis masacraron a unas 340 personas en el pueblo de Lidice, no muy lejos de Praga. Mataron a todos los habitantes varones de entre 14 y 84 años y quemaron toda la localidad. Días después hicieron lo mismo en el pueblo de Ležáky.

Eros o Tanatos

Freud, en su tercera tópica, postuló las tendencias cíclicas del ser humano entre la pulsión de muerte, Tanatos, y la pulsión de vida, Eros. Porque si bien hay intereses económicos, financieros y geopolíticos poderosos que actúan para promover la guerra o no son lo suficientemente aptos para evitarla, vemos que gente común, pueblos, son víctimas, pero también son carne de cañón a veces entusiastas de la acción bélica. Hay credos y religiones que, al decir de José Saramago, usan infamemente el factor dios para ir a la guerra.3

Hubo capítulos heroicos de muchos luchadores que en realidad buscaban la libertad. Ese valor y concepto robado hoy por una manada de sinvergüenzas que lo usan para “su” mercado y no para la gente.

Bruno Betthelheim, psicólogo que sobrevivió a Dachau, cuenta que cuando llegó a Estados Unidos, en 1940, no podía convencer a la opinión y a los operadores políticos de la realidad de los campos de concentración. No le creían. En su excelente libro afirma, corrigiendo a Freud, que no se trata de una lucha entre dos pulsiones, sino que se trata de los intentos permanentes de que la pulsión de vida someta a la pulsión de muerte. Eso es la vida. Esa debería ser la razón de los hombres y mujeres de buena voluntad. Estén en mandos de gobierno, en la diplomacia o en la sociedad civil y sus organizaciones.

Bettelheim sobrevivió a los campos. No supo nunca por qué lo liberaron. Dice: “Estos sentimientos de culpabilidad y de tener una obligación especial son irracionales, pero ello no disminuye su poder para dominar una vida. […] Me opongo especialmente a la idea de que cualquier persona, incluyendo al superviviente, tenga la obligación de demostrar que mereció salvarse, y me opongo aunque sólo sea porque de alguna manera da a entender que si otros perecieron fue porque no merecían salvarse. Sin embargo, aunque ser un superviviente no entraña una obligación especial, no por ello deja de ser una carga muy poco común y pesada: es un ‘problema que uno no puede resolver pero con el que ha de vivir’”.4

Niño bien pretencioso y presumido

Como bien ha señalado el profesor Gerardo Caetano, la situación de la guerra en Medio Oriente, como la de Ucrania y Rusia, no nos puede ser indiferente o banal. Nos involucran. Es hora de dejar la ideologización en política exterior (tan mencionada para criticar pero no para asumir) y dejar de hacer señales de alineamiento cipayo. Uruguay tiene un prestigio como articulador de los principios generales del derecho internacional. Fue de los primeros en promover la creación del Estado de Israel. Fue el primero en reconocer el genocidio del pueblo armenio a manos de Turquía. Es un país creíble porque, sin tener fuerza militar ni económica, ha sabido ubicarse como referencia moral, ética y de negociación para la paz. Todo un caudal cosechado por una vieja tradición diplomática, echado ahora por la borda.

Uruguay ha sabido ubicarse como referencia moral, ética y de negociación para la paz. Todo un caudal cosechado por una vieja tradición diplomática, echado ahora por la borda.

La tradición de asilo ha tenido en Florencio Rivas, cónsul uruguayo en Hamburgo en 1938, un ejemplo épico. En la Noche de los Cristales Rotos hizo que 150 judíos buscaran amparo en el jardín del consulado. Envuelto en la bandera uruguaya, enfrentó a la Gestapo impidiendo que fueran detenidos, agregando que esta gente estaba bajo la protección de Uruguay. El embajador uruguayo José María Gurméndez en Países Bajos alojó, protegió y salvó a varias familias haciéndolas pasar como funcionarios de la embajada y trasladándolas vivas a Lisboa. Si hubieran sido palestinos perseguidos, hubieran actuado igual. Lo mismo para los africanos que llegan a Europa y que en nombre de la libertad los condenan a campos de prisioneros.

Luis Lacalle Pou es un engreído que pensó que en política internacional era un capo. Un exceso de histrionismo al servicio de su imagen. En eso sí tuvo resultados. En logros de política exterior, nada.

Todavía no sabemos las causas reales de la renuncia de Ernesto Talvi, que sólo al presidente le había comunicado su decisión de retirarse a fin de año. Noticia que se filtró. Queda por saberse qué fue de los anuncios con bombos y platillos del tratado de libre comercio con China, que generó enemistad con nuestros socios del Mercosur. Ahora se mira nuevamente a Estados Unidos, que sería posible ingresar al Tratado del Norte. En el claro avasallamiento de la soberanía de México, apenas lamentaron y además intentaron argumentar las razones de su amigo Daniel Noboa para invadir la embajada.

“La delegación de Uruguay en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas se abstuvo, por segunda vez en un mes y medio, cuando se aprobó por 153 votos en 186 un pronunciamiento sobre la situación en la Franja de Gaza, que exigió el cese del fuego y la liberación de todas las personas tomadas como rehenes”. Ni que hablar del papelón y desprestigio a partir del pasaporte otorgado a Marset y de los agujeros en la lucha contra el narcotráfico y lavado de dinero. Tema que ha sido comentario del prestigioso liberal The Economist. Sumemos los no muy publicitados duros cuestionamientos realizados por Eric Geelan, consejero político de la embajada norteamericana5, y los más diplomáticos pero también punzantes que realizó la jefa de Seguridad Regional Margalit Murray6.

No es momento para evocar al triste personaje de triste frase. Pero en realidad parece ser que la política exterior uruguaya se suma a la locura mundial de que estando al borde del abismo deciden dar un paso adelante. Sin embargo, para mucha gente todavía resuena John Lennon: “Todo lo que decimos es: denle una oportunidad a la paz”.

Milton Romani Gerner es licenciado en Psicología. Fue embajador ante la Organización de los Estados Americanos y secretario general de la Junta Nacional de Drogas.

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