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Hacia una nueva generación de políticas contra la desigualdad: ampliación del sistema de cuidados

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En un artículo anterior en la diaria argumenté que el próximo gobierno que asuma el 1° de marzo de 2025 tenía que tener como primera prioridad la disminución de la desigualdad y la pobreza. Expliqué que para lograrlo es necesario tener claro cuál va a ser el próximo paquete de medidas que nos va a permitir avanzar sustantivamente en ese sentido. En posteriores artículos argumenté que ese paquete de medidas podría estar integrado por propuestas con impactos de corto plazo, como la universalización de las asignaciones familiares, así como medidas de largo plazo que ayudaran a cortar con la transmisión intergeneracional de la pobreza, aumentando los niveles educativos de los hogares de menores ingresos. Entre las medidas con efecto de corto plazo también planteé que era necesario considerar propuestas diseñadas para mejorar la inserción laboral de estos hogares, como el Empleo Garantizado por el Estado. Claramente la generación de oportunidades laborales, con empleos que cumplan requisitos mínimos de calidad, es uno de los mecanismos que hay que desarrollar para bajar la desigualdad y la pobreza. Sin embargo, sin fortalecer el Sistema Nacional Integrado de Cuidados (SNIC), este tipo de medidas seguramente terminen quedándose a mitad de camino.

Una de las características del fenómeno de la pobreza en Uruguay es su concentración en la población más joven. En la actual campaña electoral, tanto desde el Frente Amplio (FA) como desde el oficialismo se han lanzado promesas de reducción de la pobreza infantil. Por ejemplo, Álvaro Delgado promete que bajarla va a ser su primera prioridad, mientras que el FA en sus bases programáticas se compromete a una reducción significativa en el próximo gobierno. Sin embargo, para bajar la pobreza infantil hace falta bajar la pobreza de los hogares donde viven esos niños, niñas y adolescentes (NNA), incluyendo a todos sus integrantes.

Pero eso nos lleva a preguntarnos sobre las actividades que desarrollan y la inserción laboral de las personas adultas a cargo de NNA pobres, ya que su trabajo es su principal herramienta para tratar de salir de la pobreza.

Tal vez sea una obviedad decir que en Uruguay existe una importante desigualdad entre hombres y mujeres. Esa desigualdad se manifiesta en la existencia de diferentes brechas de género en varias dimensiones. Las mujeres tienen menores tasas de actividad, mayores tasas de desempleo y menores salarios. Lo que es menos obvio es que esas desigualdades se expresan con mayor dureza cuanto más pobres son las personas. El siguiente cuadro nos muestra algunos indicadores sobre el vínculo con el mercado laboral de las personas de entre 18 y 65 años en hogares con NNA.

Como puede verse, las tasas de actividad para estas personas en hogares del quinto quintil de ingresos son diferentes entre hombres (89%) y mujeres (83%). Esta brecha de género también está presente en estos hogares (los de mayores ingresos de Uruguay). Pero esta brecha se hace mucho más grande en los hogares pobres. Allí la tasa de actividad de los hombres es de 84% (algo menor a los hombres de los hogares más ricos), mientras que para las mujeres es 65%, un porcentaje mucho menor. En materia de desempleo las desigualdades más relevantes se observan entre tipo de hogar. En los hogares del quinto quintil con NNA la proporción de personas de entre 18 y 65 años desocupadas es del 1%, tanto para hombres como para mujeres. En cambio, en los hogares pobres con NNA nuevamente las brechas de género se expresan con más fuerza (16% para hombres y 21% para las mujeres).

Ahora, ¿qué explica esa tasa de actividad tan baja entre las mujeres de hogares pobres? La tercera columna del cuadro nos ofrece una pista importante. En los hogares con NNA del quinto quintil se observa una diferencia en la proporción de personas de 18 a 65 años que está inactiva (no trabaja ni busca trabajo) y que se dedica a tareas del hogar. Mientras el 1% de los varones de esta población se dedica a esas tareas, en el caso de las mujeres la proporción es del 4%. Sin embargo, esa misma brecha en los hogares pobres es simplemente enorme. El 2% de los hombres está inactivo dedicado a tareas del hogar, mientras que para las mujeres ese porcentaje llega al 28%. Puede haber diferentes explicaciones a estos resultados, pero seguramente se trate de hogares que no pueden pagar servicios de cuidados y que no acceden a la hoy insuficiente oferta de servicios de cuidados que da el SNIC. En estos casos, para muchas mujeres la posibilidad de salir a buscar trabajo simplemente no es una opción viable.

Es fundamental que el programa CAIF extienda su cobertura a la población que hoy no accede y que amplíe el horario de cuatro a ocho horas diarias.

Pongamos por ejemplo el programa CAIF. Hoy oficialmente tiene una cobertura de unos 60.000 niños y niñas (en 2020 se estimaba que aun así quedaban sin cobertura unos 30.000). Sin embargo, en la mayoría de los casos que sí acceden a la cobertura, la asistencia a los centros CAIF se da con una frecuencia y extensión horaria que hace muy difícil la inserción laboral de los y las adultas a cargo. Para la gran mayoría de los 30.000 niños y niñas de 0 y 1 años que asisten a los CAIF su participación se concreta a través de las experiencias oportunas de estimulación temprana, que implica asistir acompañados una vez por semana. Quienes sí asisten diariamente de lunes a viernes son unos 30.000 niños y niñas de 2 y 3 años de edad. Sin embargo, para la gran mayoría la extensión de la jornada diaria en el CAIF es de tres horas y 45 minutos (sólo una minoría accede a jornadas de ocho horas diarias).

El tiempo disponible que queda para trabajar se aleja muchísimo de la duración habitual de una jornada de trabajo en la gran mayoría de los empleos. Más aún si consideramos además el tiempo de traslado desde un CAIF al lugar de trabajo y luego del lugar de trabajo al CAIF. Es evidente que con este tipo de oferta de cuidados se hace muy difícil la inserción laboral de las mujeres a cargo de NNA en hogares pobres. Mayormente la oferta que brindan los CAIF puede ser una solución suficiente para hogares biparentales o para madres que cuenten con algún otro tipo de ayuda de familiares o amistades que les permita completar una jornada de trabajo. Sin embargo, la mayoría de los niños, niñas y adolescentes pobres viven en hogares de jefatura femenina y una gran parte de estos (casi 40.000 NNA) vive en hogares monoparentales femeninos.

Ahora, las mujeres (en particular en los hogares pobres) no sólo destinan muchas horas a cuidar de NNA. También en muchos casos destinan una parte importante de su tiempo a cuidar de personas mayores de edad con diferentes grados de dependencia, sea por discapacidad o edad. El Sistema de Cuidados tiene otros programas para atender a esta población, como los Asistentes Personales o los Centros de Día. En estos casos la cobertura también es insuficiente.

Teniendo en cuenta estos datos, no debería sorprender que las tasas de actividad femenina sean tan diferentes en los hogares pobres y los que pertenecen al quinto quintil de ingresos. Desde el Estado se pueden diseñar diferentes tipos de políticas laborales que busquen mejorar la inserción en el mercado de trabajo de los hogares pobres. Puede implementarse un programa de empleo garantizado por el Estado o pueden llevarse adelante medidas que subsidien a empresas privadas que contraten a integrantes de estos hogares. Puede pensarse en una gran variedad de políticas que busquen ampliar las oportunidades laborales para esta población. Sin embargo, sin generar una oferta pública de cuidados estas oportunidades nunca van a llegar a una gran parte de la población que debería poder aprovecharlas. La expansión del SNIC tiene que ser una de las prioridades del próximo gobierno. De modo de promover la autonomía económica de las mujeres y contribuir a la superación de la tradicional división sexual del trabajo es fundamental que el programa CAIF extienda su cobertura a la población que hoy no accede y que amplíe el horario de cuatro a ocho horas diarias, además de expandir otros programas como Asistentes Personales o los Centros de Día.

Andrés Dean es integrante de la Dirección Nacional del Ir, El Abrazo, FA. Este artículo forma parte de una serie que busca reflexionar sobre la desigualdad en Uruguay y proponer mecanismos para reducirla.

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