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Las palabras como armas políticas: definiciones múltiples de sionismo

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“El problema es que en Ciencias Sociales trabajamos con conceptos que son utilizados como armas políticas”, dijo Rafael Porzecanski en la entrevista central de En Perspectiva el 13 de mayo de 2024, y exactamente eso es lo que hace en varios tramos de la entrevista. Por ejemplo, cuando intenta convencer de que “el sionismo político estrictamente es la defensa del derecho de existencia de Israel como Estado del pueblo judío”, aunque algunos minutos antes había reconocido que los judíos sionistas de izquierda que así lo definen, “al interior del sionismo predominante son considerados traidores”.

Bien, ¿entonces cuál es la definición predominante actual de sionismo? Nunca lo define, lo que es una definición en sí misma. Habla y define muchos otros sionismos, pero no al dominante, al que sólo menciona en contraposición. Reconoce que hay muchos sionismos, entre los cuales menciona a un sionismo religioso mesiánico, pero no define ni habla del sionismo que declara públicamente que quiere la expulsión de los palestinos de su tierra, ni del que proclama la búsqueda del Gran Israel que incluye todas las tierras militarmente conquistadas y más allá, ni del que destruye la ayuda humanitaria, ni del sionismo que desaloja por la fuerza a los palestinos de Cisjordania, que se apropia de sus tierras y de sus casas, que los encarcela, los tortura y muchas veces los mata, ni del sionismo que está realizando una masacre en Gaza y Cisjordania. No define al sionismo “dominante” que menciona, ese que genera la reacción “anti-sionista” que se basa justamente en el rechazo y la condena a esa versión del sionismo. Negar el uso del término en ese sentido (el sentido dominante según su propia definición) es una forma de contribuir a impedir el rechazo y la condena a ese sionismo específico.

Quizás (ojalá) Rafael pueda contribuir a ponerle un nombre que diferencie a ese sionismo dominante (¿sionismo radical, sionismo racista?) de los otros sionismos, para poder rechazarlo de la misma manera en que rechazamos al radicalismo islámico, lo que no equivale a rechazar a la religión islámica (más allá de que la podamos cuestionar como a cualquier otra religión).

Dejo expresa constancia de que condeno el terrorismo de Hamás y todos los terrorismos (incluido el sionista) y que comparto con Rafael el derecho a la existencia de Israel en igualdad al derecho de existencia de Palestina. Y que también comparto su valiente declaración de que el Estado de Israel ha cometido crímenes de lesa humanidad a lo largo de la historia contra la población palestina, como bien lo han declarado también muchos judíos (israelíes y no israelíes) entre los que destaco el artículo de Gideon Levy en Haaretz, traducido al español en ctxt.es.

Pero simultáneamente a su reconocimiento de que Israel ha cometido crímenes de lesa humanidad, sostiene en cambio que no comparte la existencia de genocidio (aunque reconoce que es una discusión abierta, poniendo de ejemplo la demanda de Sudáfrica ante la Corte Internacional de Justicia), negando que haya habido una política sistemática hasta ahora. Sólo quisiera refrescar en la memoria que Ratko Mladic, condenado en 2017 a cadena perpetua por genocidio y crímenes de lesa humanidad, fue el responsable del asesinato de unas 18.000 personas en Srebrenica y Sarajevo. Netanyahu y sus militares ya llevan más del doble de asesinatos (y 10 veces más de asesinato de niños), así como la destrucción de toda la infraestructura de Gaza (hogares, escuelas, universidades, hospitales, instituciones civiles, etc.) a niveles nunca vistos. Pero algunos niegan que esto último sea genocidio.

El término antisemita se ha generalizado como antijudaísmo, omitiendo a todos los demás pueblos semitas (entre los cuales están los palestinos).

A diferencia de Rafael, Alberto Spektorowsky (el docente cuya charla en la Universidad de la República fue postergada) no menciona la existencia de crímenes de lesa humanidad y afirma que el asesinato de “20 mil muertos es mucho, pero no es genocidio”. Y va más allá aún, amenazando que “si quieren volver a lo de antes, no va a haber 30 mil muertos, van a haber 50 mil, 100 mil, lo que sea”. Un negociador experto sabe expresar perfectamente sus palabras; no hay error ahí, aunque después haya dicho que lo interpretaron mal.

En todo caso, lo que a mí me sorprende es que la Universidad de la República no haya condenado enfáticamente la destrucción física y cultural de todas las Universidades que existían en Gaza (una docena), así como el asesinato y la prisión de innumerables docentes y alumnos. Y me cuento entre los que creemos que entre los límites que debería tener la libertad de expresión se encuentran los negacionistas del Holocausto así como los negacionistas del genocidio palestino.

En este problema del uso del término sionista y anti-sionista (en sus diferentes acepciones), también se cuela otro uso de términos ambiguos que son utilizados como “armas políticas”, como bien menciona Rafael: semitas y antisemitas.

Los semitas son, en la narración bíblica, los descendientes de Sem (uno de los tres hijos de Noé), o sea, tanto árabes como judíos. También son los que hablan las lenguas semíticas (árabe, hebreo y varias más); en ninguna definición los semitas equivalen a los judíos.

Sin embargo, el término antisemita se ha generalizado como antijudaísmo, omitiendo a todos los demás pueblos semitas (entre los cuales están los palestinos). En realidad un árabe no podría ser antisemita porque sería antiárabe, en todo caso podría ser antijudío. Es un término que no contribuye a la clarificación del contenido, como sería el término antijudío. Pero bueno, es otro ejemplo de que los términos muchas veces toman identidad propia en función de opciones políticas más allá de su sentido obvio y natural.

Otra reflexión importante es que el concepto de “desde el Río Jordán hasta el mar” es utilizado tanto por quienes niegan el derecho a la existencia del Estado de Israel como por los que niegan el derecho a la existencia del Estado de Palestina. Es utilizada en ambos casos con un sentido excluyente del otro. Pero no está de más recordar que en el Plan de Naciones Unidas de 1947, tanto Israel como Palestina iban desde el río Jordán hasta el Mar Mediterráneo, o sea que la consigna no necesariamente es excluyente del otro, aunque muchas veces sea usada como tal.

Ojalá estas reflexiones contribuyan al único camino posible para la construcción de una convivencia pacífica entre dos pueblos hermanos que también han visto una larga historia de convivencia pacífica entre musulmanes y judíos: dos Estados en igualdad de condiciones de soberanía. Un estado israelí y un estado palestino.

Gustavo Scaron fue presidente de la Comisión Especial de Defensa Nacional del Frente Amplio.

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