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“Los partidos más viejos del mundo” en su mutación final

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La campaña electoral dejó momentos que van a quedar marcados en las páginas de los futuros libros de historia y ciencia política. Aunque la inteligencia artificial avance y la sociedad del conocimiento sea un hecho evidente, los libros y algunos de los personajes de la ciudad letrada continúan siendo claves para intentar entender lo que sucede en la sociedad.

Fueron notorias durante el ciclo electoral las reiteradas declaraciones del presidenciable del Partido Colorado, Andrés Ojeda, quien una y otra vez afirmaba que su referente político era el actual presidente, Luis Lacalle Pou.

El candidato musculoso afirmaba que el surfista era su referente. Es decir que el jefe del Partido Nacional era un guía del hoy secretario general del Partido Colorado. Esta situación en otro tiempo histórico habría sido inadmisible. En algunas zonas alejadas de Montevideo también lo es: no es fácil quebrar años de tradiciones familiares.

Para las cúpulas partidarias, estos movimientos de acuerdos entre los partidos más viejos del mundo son habituales en el siglo XXI, sus colores y banderas están desteñidos.

El cuervo tramposo una vez más

La estructuración del proyecto de la coalición conservadora empezó a gestarse el 29 de mayo de 2018. Allí se reunieron tres jefes políticos para diseñar la campaña que se avecinaba y ya estaba siendo una realidad cotidiana en los grandes medios de comunicación, que machacaban con la inseguridad que vivía el país, entre otros asuntos.

Las fotos de ese encuentro son elocuentes. El anfitrión y dueño de casa se muestra como siempre sonriente y satisfecho, articulando lo que sería el proyecto que lleva a la mutación definitiva de los partidos blanqui-colorado. El interminable político dos veces presidente Julio María Sanguinetti diseñó ese proyecto que tuvo como fin político sacar al Frente Amplio del gobierno.

La habilidad política y la visión de este cuervo embaucador es inigualable y está por conocerse. Sin dudas fue un actor fundamental en el fin de la dictadura y durante la posdictadura, pergeñando los detalles que llevarían a la impunidad para los responsables de los delitos cometidos durante la dictadura.

Hoy este personaje aprovecha declaraciones realizadas por Lucía Topolansky para intentar marear a la ciudadanía tergiversando hechos y sentidos del pasado. Cuando se votó la ley de caducidad hacía menos de 15 años que se habían cometido los delitos que se pretendía enjuiciar. Sin embargo, la alianza con los altos mandos militares llevó a que su gobierno decidiera archivar en los despachos militares las citaciones a la Justicia. La democracia estaba golpeada aunque hubieran existido elecciones. Cuando el Poder Ejecutivo limitó el accionar de la Justicia, se llevó adelante un proceso que nada tuvo que ver con la democracia. Además, en ese período los aparatos de inteligencia del Estado continuaron con la misma lógica del período dictatorial, siguiendo y amedrentando a los activistas opositores al gobierno.

Esa habilidad y conocimiento político llevaron al expresidente a entender y a poder plantear que los partidos políticos construidos por el relato piveleano (que los hizo nacer en la batalla de Carpintería en 1836) se tenían que transformar y tenían que pasar a una nueva etapa. Además, recordemos que los colorados estaban en su peor momento, sin rumbo definido.

Trompada en la frente

Las disputas y enfrentamientos entre esos dos partidos históricos no se daban desde 2005. La llegada del Frente Amplio al gobierno dejó atrás un país. El nuevo objetivo de estos dos gigantes en descomposición sería sacar del gobierno al Frente Amplio. Esos 15 años de gobiernos progresistas representaron para los “partidos fundadores del sistema político uruguayo” una trompada de Mike Tyson en la frente.

Lo que más les afectó fue haber quedado sin el manejo del Estado, sin la caja que maneja y sin la posibilidad de hacer negocios que se abre cuando se está al frente del mismo y se tiene como aliados a los “malla oro”.

Volviendo a mayo de 2018, ese acuerdo comenzó por las cúpulas de los partidos antes antagónicos, con sus principales dirigentes. Fue un acuerdo de jefes, sin militantes, sin base social, sin “orientales lisos y llanos”. Esta movida de arriba fue presentada y divulgada enseguida al poder económico. La Confederación de las Cámaras Empresariales rápidamente le brindó apoyo a este nuevo “proyecto”.

Es decir que hubo dos momentos en ese acuerdo: uno político-electoral entre las viejas divisas (“ya desmerecidas”) y el segundo entre estos sectores políticos y el poder económico. Dentro de este segundo acuerdo estaba el afianzamiento del hoy desaparecido Un Solo Uruguay (¿se acuerdan de este “movimiento social”?).

Es importante traer a la memoria esta situación porque hoy se escuchan y leen afirmaciones de dirigentes del actual partido de gobierno (el más golpeado, sin dudas), que sostienen que se está escuchando a los militantes, que se está recorriendo el país “poniendo oreja” para visualizar los errores que se cometieron en la campaña para poder hacer un análisis de la derrota. Quieren construir un relato y una ficción: los militantes de un partido o de un movimiento social no se inventan, no aparecen de la noche a la mañana. Los locales de los partidos conservadores quedaron vacíos la misma noche del 24 de noviembre: no había nadie. Los repartidores de listas eran rentados o, de lo contrario, eran personas que estaban vinculadas a los jefes políticos en algún puesto.

¿Cuándo pasa el temblor?

Los coalicionistas no saben para dónde agarrar, un terremoto los sacudió. El impacto de perder las elecciones por algo más de 90.000 votos los desorientó. Tuvieron de su lado el poder económico, el poder de los grandes medios de comunicación, el poder del Estado que les permitió hacer campaña durante meses a través de los medios de Presidencia, y la popularidad del presidente estaba por las nubes.

El golpe fue fuerte. Están buscando responsables en la poca importancia que le dieron a la batalla cultural, en que no fueron duros con los opositores. La ceguera es inmensa. Su gobierno favoreció a sus aliados poderosos y dejó a las mayorías en una condición peor de la que estaban (además de perseguir a opositores y sancionarlos en muchas ocasiones).

Sin dudas, hoy aquellos viejos partidos nacidos entre los campos de batalla y que fueron enemigos acérrimos están en un momento crucial y en su fase final de mutación. Parece que los próximos meses serán claves para la historia política uruguaya, pues los partidos más viejos del mundo podrían dejar de existir y transformarse totalmente.

Héctor Altamirano es docente de Historia.

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