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Ilustración: Federico Murro

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Silvio Rodríguez está de gira para presentar el disco Quería saber y, como lo hizo la semana pasada en el Antel Arena, interpreta canciones de Vicente Feliú, Pablo Milanés y Noel Nicola, en homenaje póstumo a esos compañeros suyos de la Nueva Trova cubana. Es un bello gesto porque Rodríguez y Milanés, hermanados durante décadas, se distanciaron por diferencias políticas e intercambiaron duros reproches públicos. Vale destacar que, pese al enojo, ninguno de los dos le negó validez a la obra del otro. No siempre sucede así.

Cruz, diablo

Celia Caridad Cruz y Alfonso, muchísimo más conocida como Celia Cruz, nació el 21 de octubre de 1925. Su centenario iba a ser conmemorado en La Habana, con un homenaje organizado por las instituciones Teatro El Público y Fábrica de Arte Cubano, que fue cancelado por las autoridades sin muchas explicaciones.

Cruz aborrecía los resultados de la revolución cubana y ese sentimiento era correspondido por el gobierno revolucionario. En 1960, la cantante salió de gira con la Sonora Matancera, el grupo que integraba y con el que había ganado una gran popularidad dentro y fuera de la isla, a la que ya no volvió. Decidió radicarse en México primero y en Estados Unidos después, no sin dificultades porque investigaciones del FBI le atribuyeron un pasado comunista. Desde 1961, el gobierno de Cuba le prohibió el regreso, incluso para el velorio de su madre al año siguiente. Se vinculó con el extremismo anticomunista de Miami y hasta su muerte en 2003 habló pestes de Fidel Castro.

En 1981, Helio Orovio publicó su precursor Diccionario de la música cubana, fruto de 15 años de trabajo. Las autoridades de la isla decidieron eliminar de esa obra toda referencia a Cruz, extirpada también de los medios de comunicación y los planes de estudio. Por si a alguien le sirve de triste consuelo, digamos que no fue la única censurada.

El argumento estatal más frecuente ha sido que ella militó en el extranjero para hacerle daño a Cuba, y entre los “méritos” que le permitieron obtener una visa estadounidense estuvo el de una donación a la Junta Revolucionaria Cubana de Miami, para la compra de fusiles en “la guerra contra la tiranía comunista”. Sin embargo, es fácil imaginar que la prohibición del homenaje que iba a realizarse el domingo pasado no se debió solamente a esto, a la inercia de viejos rencores o a pura contumacia.

El actual gobierno cubano tiene problemas graves, las protestas son frecuentes y era probable que el espectáculo tuviera, por lo menos en parte, una connotación opositora. Esto no quita que Cruz fue una cantante magnífica, que contribuyó mucho a la valorización de la cultura cubana en el mundo, y la primera mujer (negra, nacida en la pobreza, extranjera e hispanohablante) que llegó al estrellato en la “salsa” estadounidense. Hace ya 22 años que falleció, y no estaría nada mal un gesto de grandeza que reconociera su legado, en vez de la penosa persistencia en el ninguneo.

De mal en peor

Es muy antigua la discusión sobre la pertinencia de juzgar por separado a las personas y a sus obras artísticas. En estos tiempos, la polémica se potencia por lo que solemos llamar “grietas” y “cancelaciones”, pero los hechos existen desde mucho antes de que aparecieran esos términos, y la principal diferencia contemporánea es el uso masivo de redes sociales. Al comienzo de los años 70 del siglo pasado, Ruben Rada ya cantaba: “Ese que hoy es tu amigo, mañana no será, porque confía en el lema que vos odiás”.

A fines de la misma década, Braulio López estaba preso en Argentina. Pepe Guerra, la otra mitad de Los Olimareños, grabó un disco solista y se animó a presentarlo en la sala montevideana del teatro El Tinglado. Un empleado público, quizá distraído, autorizó la actuación del señor José Luis Guerra como si no supiera quién era y el espectáculo se estrenó, pero la dictadura no tardó en enterarse. Pepe contaba que después de una poco agradable charla le dejaron muy clara la situación: “Usted no existe”.

Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa fueron dos escritores enormes, mal que les pese a quienes pretenden negarlo por sus posiciones políticas. No cabe duda de que Jorge Luis Borges fue muy conservador y a menudo reaccionario, pero es aún más indudable su alta estatura literaria, aunque la Academia Sueca nunca haya querido otorgarle el Premio Nobel.

En 1997, Celia Cruz se sumó a las iras de la comunidad cubana de Miami contra el cantante puertorriqueño Andy Montañez, culpable de haber abrazado en público a Silvio Rodríguez para manifestarle su admiración. Cuando Los Fabulosos Cadillacs grabaron “Vasos vacíos” con Cruz, hubo gente que acusó al grupo argentino de traicionar sus ideales al colaborar con una “gusana”.

Es cierto, de todos modos, que la situación se agrava, por ejemplo, cada vez que un artista critica a Donald Trump, este reacciona con intentos de desvalorizarlo, y ha llegado a sostener que Bruce Springsteen no tiene talento o que Taylor Swift ya no es muy popular. Aumentan los riesgos de que la “batalla cultural” se convierta en una batalla contra la cultura.

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