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Ilustración: Ramiro Alonso

El tiempo del desarrollo en Uruguay

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Desarrollo es mejorar la calidad de vida colectiva mediante un conjunto interconectado de cambios profundos. Uruguay los necesita; son difíciles; si no se emprenden ahora, serán más difíciles en cinco años, y en diez se estará lamentando haber perdido la oportunidad. Esta existe hoy aquí y es mayor que en gran parte del resto del mundo. El pragmatismo consiste en aprovecharla.

La experiencia del desarrollo

Es frecuente afirmar que el crecimiento económico lleva al progreso social. Esa concepción, dominante en la cuestión del desarrollo desde su aparición, fue siendo cuestionada en la medida en que se mostraba insuficiente. El pensamiento latinoamericano sostuvo que mejorar sustantivamente la calidad de vida de las mayorías requiere cambios estructurales acordes a la especificidad de la condición periférica. En ese marco, se afirmó que educación y conocimiento constituyen el eje de la transformación productiva con equidad. Ese es el núcleo del llamado “modo aprendizaje” del desarrollo.

El mayor problema de la Humanidad hoy es que las formas habituales del crecimiento económico deterioran el ambiente y conducen a una catástrofe climática. En paralelo, la desigualdad se agrava, en buena medida, por la distribución asimétrica de los perjuicios ecológicos y la muy despareja capacidad para afrontarlos de diferentes países y grupos sociales. Apunta también en esa dirección el poder al alza del conocimiento, el cual tiende a beneficiar más a los ya privilegiados y a postergar a gran parte de los demás.

A escala global, insostenibilidad ambiental y desigualdad social crecen. Las extremas derechas vienen marchando. Aprovechan a menudo las frustraciones de sectores postergados.

Ante esa problemática, la expansión de las libertades y las capacidades de la gente, para ser agentes en la construcción de vidas valiosas, debe ser tanto la meta normativa orientadora como la principal herramienta para la construcción de propuestas. Democracia y desarrollo retroceden o avanzan juntos. También en Uruguay.

Subordinación y postergación

En los países centrales del mundo, la economía se basa en el conocimiento y es motorizada por la innovación. Eso no sucede en las periferias, lo que es una causa mayor de su subordinación –económica, política y aun ideológica– a los centros. En el capitalismo contemporáneo, las posiciones privilegiadas tienen que ver con la riqueza y los ingresos, pero también con la formación. Los postergados son en general pobres y poco formados.

El crecimiento económico de por sí no revierte esas asimetrías, ni siquiera acompañado por la distribución. Lo muestra el ciclo progresista de América Latina, cuando el panorama social mejoró, pero apenas si se abordó una transformación estructural basada en la educación y el conocimiento; la condición periférica no fue horadada y, tras la bonanza, se fueron evaporando las expectativas de mejora de las condiciones de vida.

En ese período se volvió a comprobar que no hay progreso sin un manejo responsable de la macroeconomía. Pero eso no es suficiente. En las periferias, la dinámica de la economía genera de por sí escasa demanda solvente de conocimiento avanzado. Hay que fomentarla, combinando esfuerzos de actores estatales, productivos y académicos. Más aún, hay que detectar y atender las necesidades sociales que pueden llevar a la expansión tanto de la demanda como de la oferta de conocimiento, condición necesaria para ir superando la condición periférica.

En los países centrales del mundo, la economía se basa en el conocimiento y es motorizada por la innovación. Eso no sucede en las periferias, lo que es una causa mayor de su subordinación –económica, política y aun ideológica–.

En el ciclo progresista, Uruguay fue el caso más exitoso. Ha afirmado su democracia cuando ella trastabilla en el mundo. Tiene la posibilidad y la responsabilidad de conjugarla con el desarrollo.

Para la expansión democratizadora de las capacidades

Para contribuir a la discusión, se esbozan a continuación algunas propuestas orientadas a promover el “modo aprendizaje” del desarrollo. Todas requieren mayores recursos y usarlos mejor. Combinar sistemáticamente inversión y cambios puede ser, ya a mediano plazo, mejor negocio que ahorrar un poquito hoy a costa de seguir con rutinas que no expanden posibilidades para mañana.

Lo primero es movilizar los ánimos para cambiar. Podría hacerse en torno a la cuestión de la infancia postergada, que reclama tanto medidas urgentes como construcciones de largo plazo, por ejemplo, en los asuntos mencionados en los próximos párrafos. La clave es la expansión de las capacidades: “Dadle un pez a una persona y comerá un día, enseñadle a pescar y comerá todos los días”.

Mejorar sustantivamente las perspectivas económicas pasa por transformar la matriz productiva, encarando nuevas actividades dinámicas y dinamizando las actuales. Hace falta producir más y sobre todo mejor, protegiendo y regenerando el ambiente a la vez que priorizando las necesidades de los sectores postergados, recurriendo mucho más que ahora al conocimiento y a las altas calificaciones. Con esa perspectiva, para expandir las capacidades de las empresas más pequeñas, a partir de la colaboración entre distintos actores se creó durante el primer ciclo progresista el Centro de Extensionismo Industrial, que el último gobierno desmanteló.

El primer pilar del “modo aprendizaje” es generalizar la formación avanzada de calidad y permanente, combinando educación y trabajo durante toda la vida activa. La enseñanza media debe preparar para acceder tanto al trabajo digno como a la enseñanza terciaria. Se trata de superar la división clasista entre quienes acceden y quienes no acceden a la educación avanzada.

Hay que enseñar dentro y fuera de las aulas. Así, la construcción de sistemas de cuidados pasa por la formación, a nivel cada vez más alto y en combinación con el trabajo, de las personas que cuidan. Puede conjugar solidaridad eficiente y promoción social.

El segundo pilar del “modo aprendizaje” es impulsar en general la ciencia, la tecnología y la innovación, a la vez que se las orienta a contribuir no sólo a la transformación productiva, sino también a la protección ambiental y la inclusión social. En este ámbito hay grandes capacidades disponibles para mejorar directamente la calidad de vida, como lo muestra lo que nuestra investigación e innovación aportaron durante la pandemia.

Para tareas como las anotadas, el protagonismo del Estado es imprescindible pero insuficiente. La lejanía entre sectores postergados y conocimiento avanzado consolida la desigualdad, limita las dinámicas productivas y traba la diversificación de la economía. Cooperativas, empresas públicas, emprendimientos de tipo social y solidario serán inevitablemente débiles si no se apoyan cada vez más en el conocimiento y la formación de quienes trabajan en ellas; para ser más productivas tienen que ser también aulas y laboratorios. Para todo eso la iniciativa de los actores populares es necesaria. La expansión democratizadora de las capacidades pasa por su protagonismo.

Rodrigo Arocena es doctor en Matemática y en Estudios del Desarrollo; fue rector de la Universidad de la República.

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