Después de que el Frente Amplio (FA) perdió el gobierno nacional en las elecciones de 2019, decidió iniciar un proceso de análisis y reflexión. Lo hizo con el interesante criterio de que no fuera sólo una autocrítica, sino que recogiera, además de los aportes provenientes de la estructura frenteamplista, opiniones ajenas como base para la reflexión propia, a partir de recorridas por el país con varias visitas a cada departamento.
Aquella movilización, llamada “El Frente te escucha”, comenzó después del fin de la emergencia sanitaria y del referéndum contra 331 artículos de la Ley de Urgente Consideración, se realizó durante 15 meses e incluyó unas 2.000 reuniones en cerca de 600 centros poblados. Además de proporcionar insumos para la autocrítica, sirvió para reactivar y ampliar los vínculos del FA con la sociedad, para aumentar la cantidad de comités de base y, obviamente, para potenciar la campaña con miras a las elecciones de 2024.
Este año pareció que el Partido Nacional (PN) iba a recorrer un camino similar para comprender mejor las razones de su derrota. Cuando Álvaro Delgado fue elegido presidente del directorio nacionalista, a fines de junio, anunció la propuesta de recorrer el país para escuchar contribuciones a un “proceso de análisis”, y el lunes de la semana pasada se dio a conocer un cronograma de “jornadas de análisis, autocrítica y oportunidades de mejora”, que comenzó a cumplirse cinco días después, en Río Negro. Sin embargo, se trata de algo muy distinto de las actividades realizadas por el FA.
En términos cuantitativos, el programa es mucho menos ambicioso: las autoridades nacionalistas dedicarán un mes a visitar cinco regionales y se reunirán con integrantes del PN. Desde el punto de vista cualitativo, la conducta del senador Sebastián da Silva en la primera recorrida mostró diferencias aún más relevantes.
Sujeto que predica
Delgado dijo en Río Negro que su objetivo, el del resto de los integrantes del directorio del PN y el de “los principales dirigentes” de esa fuerza política era “escuchar, no hablar”, pero Da Silva procedió como si la idea no fuera conocer las opiniones de quienes recibían la visita, sino explicarles qué deben opinar. Además, planteó conclusiones sobre las causas del resultado adverso para el nacionalismo en 2024 desde una posición sectorial, opuesta a la de quienes, con Delgado a la cabeza, fueron mayoría en las internas del año pasado y en la elección de la presidencia del directorio.
El senador, integrante de la lista 40 que lidera Javier García, sostuvo que el nacionalismo pagó el precio de no mantenerse unido después de la emergencia sanitaria. Dijo que una parte del PN es “blanda” con el FA y trata de parecerse a él, mientras que otra (la que él integra) está convencida de que a los frenteamplistas sólo se les puede ganar “por derecha”, con propuestas liberales “y siendo revolucionario ideológicamente”.
En esa línea, anunció que va a pedir una reunión con quienes integran la dirección de la juventud del PN, para intentar convencerlos de que “dejen de jugar a la política y asuman su rol generacional”. Según Da Silva, esto exige “dejarse de joder hablando”, como los frenteamplistas, de “salud mental, (…) territorio, clave de género y la mar en coche”.
El senador mencionó otros dos motivos del revés electoral: los perjuicios debidos a la diferencia de precios con Argentina y la decisión de que Valeria Ripoll fuera candidata a la vicepresidencia, adoptada por Delgado, sobre la que consideró ya “asumido” que fue un error costoso. Si la idea era hacer autocrítica, da la impresión de que Da Silva fue sin auto.
Datos pertinentes
El PN decidirá lo que considere conveniente al cabo del proceso que inició en el fin de semana, pero cabe señalar tres hechos bastante obvios. Para empezar, todos los estudios de opinión pública indican que el último resultado electoral, como muchos otros anteriores, se debió al voto de personas poco interesadas en la política, que definen su preferencia mucho después que la mayor parte de la ciudadanía y no se sienten involucradas en una polarización entre izquierdas y derechas. Para ganar apoyo en ese sector de la población, los partidos suelen moderar y simplificar sus propuestas, no radicalizarlas en términos ideológicos.
En segundo lugar, si Da Silva tuviera razón en lo referido a la desunión entre nacionalistas después de la emergencia sanitaria, es muy dudoso que el remedio con miras a 2029 sea recorrer el país exhibiendo discrepancias internas y culpando a otro sector por la pérdida del gobierno.
Por último, y sin ánimo de intromisión en el debate, se puede apuntar que quizá la derrota del año pasado haya tenido algo que ver con el desempeño del gobierno. Por ejemplo, con la caída del salario real, el aumento de la pobreza o los escándalos de corrupción. No es fácil poner esos temas sobre la mesa cuando se piensa en una nueva candidatura de Luis Lacalle Pou, pero eludirlos puede impedir un diagnóstico acertado.