Desde que se presentara el llamado “acuerdo” de paz de 20 puntos sobre Gaza, todas las opiniones coincidieron en una sola cosa: las dudas de su real viabilidad.
Una mayoría pensó que la propuesta podría generar un alto el fuego, detener el genocidio del pueblo palestino y lograr el retorno de los rehenes vivos y la devolución de los fallecidos a sus familiares.
El resto del contenido generaba más escepticismo o directamente pesimismo. Esto determinado por el propio contenido de los puntos, pero sobre todo por el conocimiento de las posturas en juego de los protagonistas.
Lamentablemente, los hechos lo confirmaron; luego de generar un momento de alivio y, en el caso de los familiares, alegría por el reencuentro con sus seres queridos, todo derivó rápidamente en una sensación de reedición del fracaso en la búsqueda del término del horror y el sufrimiento sin límites de los seres humanos que “viven” en el lugar. Sin contar el sufrimiento también inenarrable de los palestinos en Cisjordania.
Parece que el sentir de una significativa cantidad de israelíes, no sólo de su gobierno, persigue la creación del “Gran Israel”, objetivo que incluye la expulsión o eliminación de los palestinos de su territorio. Obviamente las declaraciones reiteradas sistemáticamente de Benjamin Netanyahu de que Israel no va a permitir la existencia de un Estado Palestino reafirmadas, hasta en el momento de presentación del documento de 20 puntos, es una de las tantas razones para el escepticismo.
Parece que el sentir de una significativa cantidad de israelíes, no sólo de su gobierno, persigue la creación del “Gran Israel”, objetivo que incluye la expulsión o eliminación de los palestinos de su territorio.
La abrumadora mayoría de la comunidad internacional reconoce al Estado Palestino. El nivel de condena al genocidio y las manifestaciones de apoyo a la causa palestina han sido y son impresionantes. Nunca se había registrado un nivel de aislamiento internacional de tal magnitud como el que está experimentando el gobierno de Netanyahu.
La situación en Gaza es desesperada. En el medio de un “alto el fuego”, se reeditan situaciones que ponen en duda la propia existencia de este acuerdo.
Se debería intentar desde todos los países miembros de la comunidad internacional generar iniciativas que logren salvar el alto el fuego e incluir contenidos de un auténtico plan de paz que tiene que contemplar la creación de un Estado Palestino.
La alternativa a un camino como el señalado es la continuidad del genocidio y un escalamiento del conflicto en la región de impredecibles consecuencias para esta y probablemente para el mundo entero.
Nos resistimos a creer que la comunidad internacional sea incapaz de lograr reorientar la situación hacia un camino de búsqueda real de una solución.
Carlos Pita fue embajador de Uruguay en Chile, España y Estados Unidos.