El triunfo abrumador del Partido Nacional (PN) en la elección del domingo 11 de mayo abre un nuevo escenario en el panorama político departamental de cara al próximo período. Desde la implementación del sistema electoral inaugurado en el ciclo 1999-2000, ni blancos ni frenteamplistas (únicos partidos que se han disputado la intendencia) habían logrado una ventaja tan amplia en el resultado. En el análisis a continuación proponemos algunas puntualizaciones sobre el desempeño de los principales partidos a lo largo del reciente ciclo y las perspectivas posibles que se abrirán desde julio, cuando se inaugure un nuevo período de gobierno departamental.
El largo recorrido hacia el domingo 11
Antes del domingo pasado, Jorge Larrañaga Fraga había sido hasta el momento el último intendente en lograr la reelección. Eso ocurrió en 1994, en lo que fue la última elección que se hizo en nuestro país con el formato anterior, cuando todas las autoridades (nacionales y departamentales) se elegían en una misma instancia.
En las internas triunfó el PN (48,6%) sobre el Frente Amplio (FA) (36,7%) y el Partido Colorado (PC) (9,1%). Tradicionalmente el PN ha sido triunfador en esa contienda, dado que allí los candidatos miden sus fuerzas y se juegan sus posibilidades hacia octubre y mayo. Aquí se eligen los órganos deliberativos nacionales y departamentales. En el segundo caso, son quienes eligen los candidatos de los partidos para la intendencia.
Para el FA, la interna es más que nada testimonial ya que solamente se elige el candidato o candidata presidencial (a través del voto ciudadano) que representará a la fuerza política en octubre, pero las candidaturas departamentales se eligen en el Plenario. Por lo tanto, las aspiraciones de dirigentes locales, aquí, son mínimas.
En aquella ocasión, el PN logró un consistente triunfo en el interior departamental, donde en la votación al órgano deliberativo departamental (ODD) obtuvo el 65% de los sufragios, resultado que también reflejaba el peso de los liderazgos locales en la arena municipal y rural.
Por lo tanto, en la primera elección (voluntaria) que inauguró el ciclo 2024-2025 ya se vislumbraban en la carrera hacia mayo por lo menos tres datos consistentes. El primero de ellos fue que el candidato que iba por la reelección (Nicolás Olivera) había logrado un caudal de sufragios muy importante, obteniendo entre su lista y otras que lo apoyaron más del 50% de la votación en el PN. El segundo dato era que la figura emergente de Jorge Larrañaga Vidal obtuvo la segunda posición en el PN con un apoyo del 28% de los votos. Concluimos entonces que dicha candidatura suponía en fuerte medida la continuación de un importante legado que suponía la figura de su padre, quien fue (hasta su fallecimiento en 2021) el referente más importante del sistema político local de los últimos tiempos.
El tercer dato consistente de aquella elección fue que dentro del FA, si bien las aspiraciones de dirigentes locales no suponían gran expectativa en la contienda, al analizar los resultados por sector, se observaba una alta fragmentación, característica que viene arrastrándose de ciclos atrás. La suma de varias listas era “la opción” más elegida por los votantes (29%), mientras que el Movimiento de Participación Popular (MPP, 26%) concentraba el mayor caudal, seguido por la 77 (lista de Guillermo Caraballo, quien ya había sido intendente) con el 19%. Esos números daban la pauta de liderazgos débiles dentro de la coalición de izquierda, lo que se sumaba también a la ventaja en tiempos de campaña que el FA estaba dando, teniendo en cuenta que la elección de candidaturas departamentales suele hacerse varios meses después de la interna.
Octubre y noviembre en tres colores y con consolidación dentro del PN
Teniendo en cuenta lo que marcaban las únicas encuestas publicadas hasta julio pasado –la consultora Ágora señalaba el triunfo del FA en octubre, mientras que Cifra le daba amplia ventaja al PN en la carrera hacia mayo– y atendiendo a la evolución histórica en la instancia, vaticinamos que el FA lograría el triunfo en octubre. Mantuvimos también que en su interna el MPP sería la lista más votada (13.000 votos) en un nuevo escenario de alta fragmentación en el que “otras listas” fueron la opción mayoritaria y la lista 77 (Vertiente Artiguista) de Caraballo volvió a ocupar la segunda posición (4.000 votos).
En el PN, la lista de Olivera obtuvo el 55% en la interna (17.000 votos), mientras que la lista 22 de Larrañaga Vidal obtuvo el 37% (11.000 votos). Por lo tanto, el resultado confirmó la consolidación de los dos liderazgos más potentes a nivel local y entre los que se estaría decidiendo la futura elección departamental, con mayores probabilidades de reelección de Olivera.
La lista 51 obtuvo la banca en diputados, representada por Fermín Farinha. El otro dato que destacamos fue que Nicolás Olivera fue electo senador de la República por el espacio D Centro, lo que potenció su figura.
En el balotaje de noviembre, el FA superó a la fórmula del PN por algo más de 1.300 votos, en una campaña en la que el intendente Olivera tuvo una importante presencia, por lo que la derrota pudo haber sido interpretada como “cierto traspié” de quien iría en mayo por la reelección, tanto para nacionalistas como para frenteamplistas.
Las figuras locales a la cancha
La campaña hacia mayo estuvo marcada principalmente por una serie de denuncias de la militancia y dirigentes frenteamplistas, ligadas a falta de información brindada por la intendencia respecto de asuntos polémicos como la denuncia contra Fermín Farinha, exsecretario general de Olivera, acusado por cobrar doble remuneración, y las declaraciones de Andrés Klein, también exsecretario general de la comuna, sobre la eventual falta de recursos que tiene el gobierno departamental, entre otros temas.
No obstante, la gestión de Olivera contaba, según la última encuesta previa a la elección realizada por Ágora, con el 51% de aprobación y con el 50% de la ciudadanía que consideraba que el departamento está en estado “avanzado”. Cabe recordar que en febrero de 2025 la única encuesta que había sobre Paysandú, de Cifra, daba una intención de voto del 58% para el PN y 27% para el FA.
Por lo tanto, al ser esta una instancia en la que los electores eligen por la gestión de cercanía, el peso que cobran los liderazgos locales parece ser el factor esencial, y en líneas generales, así se ha evidenciado en anteriores elecciones.
Desde julio, la disputa en Paysandú pasará a ser únicamente dentro del PN. En este sentido, Olivera y Larrañaga Vidal deberán enfrentar el gran desafío de mantener la unidad dentro del partido.
Por otro lado, si vamos a la historia electoral de este departamento, desde el retorno a la democracia, generalmente los gobiernos departamentales se han definido entre el FA y el ala progresista del PN. En esta ocasión –si es que en algo pesó lo ideológico–, podemos concluir que el voto progresista se dividió entre dos listas y candidatos que podríamos decir que levantan esa bandera, o más bien la del larrañaguismo, que tanta influencia tiene aún en Paysandú.
Los municipios, todos blancos
En el nivel municipal, el PN se hizo fuerte una vez más y obtuvo el triunfo en los nueve municipios que estaban en disputa (dos más respecto de 2020). Salvo en Cerro Chato –donde triunfó Gerald Vázquez (lista 904)–, todos los demás municipios se reparten en igual cantidad entre referentes que respaldan a Olivera y a Larrañaga Vidal. En el primer caso: Guichón, Piedras Coloradas, Quebracho, El Eucalipto. En el segundo caso: Lorenzo Geyres, Porvenir, Tambores y Chapicuy.
Cabe destacar, en los demás partidos, dos figuras que tuvieron un respaldo potente a sus candidaturas pero que, por la suma de múltiples candidaturas, no lograron el triunfo. Ellos son Heber Oroña (PC) en Chapicuy y José Giardello (FA) en Lorenzo Geyres. En ambos casos, si hubiera existido la posibilidad del voto cruzado (tema que ha sido de debate público durante este ciclo electoral) habrían sido electos alcaldes, ya que sus candidaturas fueron las que contaron con mayor apoyo.
Nuevo escenario de disputa
Lo novedoso en el escenario que se viene a nivel de sistema político departamental es que desde julio la disputa pasará a ser únicamente dentro del PN. En este sentido, Olivera y Larrañaga Vidal deberán enfrentar el gran desafío de mantener la unidad dentro del partido. Además, el intendente electo tendrá por delante un nuevo período, pero esta vez en un contexto de gobierno nacional liderado por el FA (lo que eventualmente puede significar un apoyo menor desde el gobierno central), y si bien cuenta con grandes chances de lograr la mayoría especial en la Junta Departamental a la hora de las decisiones más relevantes (el PN tendrá 20 bancas y eventualmente el PC sería el voto 21), es evidente que Larrañaga Vidal querrá hacer pesar sus votos, más teniendo en cuenta que cuatro municipios serán gestionados por referentes que apoyaron su candidatura.
Con una oposición debilitada, el mayor riesgo de gobernar para el PN puede ser caer en conflictos que puedan debilitar su desempeño en futuras instancias (como ocurrió con el PN en Lavalleja en la reciente elección).
Por otro lado, en alguna ocasión nos referimos a la proyección posible que Nicolás Olivera pueda tener como dirigente del PN a nivel nacional. El hecho de haber sido electo senador de la República lo posiciona con buenas perspectivas en este sentido. Por lo tanto, allí el intendente electo tendrá otro desafío, que es el de lograr mantener una gestión que sea percibida de forma positiva por la población y en paralelo seguir trascendiendo en lo nacional, tal como supo hacerlo Jorge Larrañaga Fraga en su momento. Además, desde las agrupaciones que respaldan a Olivera deberá surgir y proyectarse alguna figura que sea quien compita en 2030 por continuar los dos períodos del intendente reelecto, una tarea que a priori no parece sencilla.
Por el lado de Larrañaga Vidal, su desafío será lograr posicionarse desde algún lugar de gestión visible a nivel departamental. De esa forma podrá seguir fortaleciendo su imagen y continuar siendo percibido por la ciudadanía como la figura que pueda encarnar la renovación dentro del PN en futuras instancias. El plus a favor con el que cuenta es el hecho eventual de haber sido concebido como el dirigente que representa en mayor medida el gran legado político construido por su padre.
El FA y la necesidad de reconstruir
La victoria en el balotaje a nivel departamental y el anterior triunfo del Sí en el plebiscito para anular 135 artículos de la ley de urgente consideración (LUC) en marzo de 2022 llevó a dirigentes y militantes frenteamplistas a entusiasmarse con la posibilidad de volver a ganar el gobierno departamental. Sin embargo, la lógica de la elección departamental es muy diferente a la nacional y, como ya fue dicho, en esta contienda los liderazgos locales son los que toman fuerte relevancia. Esto, sumado a los tiempos de definición de candidatos por parte del FA y a la ausencia de liderazgos potentes, dejó una vez más a la coalición de izquierda con pocas chances de competir en la contienda del domingo 11. Por otra parte, la alta fragmentación del FA y los resultados obtenidos en las internas (como también en la elección nacional) con una gran masa de listas que concentran el mayor porcentaje de votación dentro de la coalición de izquierda ya evidenciaban la realidad recién señalada. Además, si uno tiene en cuenta la evolución histórica de la votación que el FA ha recibido entre la elección nacional y la departamental, con la excepción de 2005 (+2,4%) y levemente (0,9%) en 2020, la tendencia siempre ha sido una disminución en la votación. En la elección del domingo 11, el FA perdió 8.439 votos en comparación con octubre.
Hay otros factores que deberían agregarse en el análisis, como el rol de oposición que tuvo el FA a lo largo de estos años. Si se tiene en cuenta la diferencia abrumadora en la votación (22.893 sufragios), no parece haber sido muy efectiva y evidencia carencias para concentrar discursos y estrategias unificadas tanto actuando desde su bancada en la Junta como desde la Mesa Departamental.
Durante el actual período tampoco han aparecido nuevas figuras que puedan proyectarse como cartas de renovación de la izquierda en Paysandú, mientras que tampoco parecen haber calado en la población la serie de denuncias a la gestión de Olivera.
Solamente con los votos de Olivera, el PN logró el triunfo, y el segundo candidato más votado del PN obtuvo más votos que el candidato ganador dentro del FA (Mario Díaz).
En el orden municipal, en el único lugar donde el FA tuvo un desempeño destacado fue en Lorenzo Geyres. Allí el candidato José Giardello fue quien obtuvo más votos a la persona, resultado que debería ser un caso de análisis y ejemplo a tomar por el FA, en la medida en que evidencia el peso de lo local en el orden municipal y la importancia que esos referentes pueden llegar a tener también en el resultado final departamental.
Sin alternativas potentes en candidatos y propuestas, poco puede hacerse cuando una campaña básicamente se reduce a cuestionar una gestión de gobierno, que además contaba con un alto índice de aprobación.
Es cierto que los contextos pueden jugar en política, pero también es cierto que los números, cuando son tan evidentes, suelen ser buenos indicadores de “lo que puede venir”. El domingo 11, la elección mostró un resultado consistente. Desde julio, Paysandú comenzará a transitar por un escenario muy distinto a lo que veníamos acostumbrados. Desde el año 2000, se venía dando alternancia y una disputa pareja entre el PN y el FA, mientras que ahora el sistema político pasa a tener al PN como un partido predominante tanto en el escenario departamental como local.
Juan Andrés Pardo es politólogo.