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Historia en scroll: enseñar y aprender en la era digital

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Entre docentes, investigadores y estudiantes, surge una pregunta que sintetiza muchas inquietudes: ¿quién está escribiendo la historia hoy? La escena ya no se limita al aula, al archivo ni a la publicación académica. Hoy, Tik Tok, Youtube e Instagram se han convertido en plataformas donde miles de personas –muchas veces sin información específica– producen relatos históricos que alcanzan más públicos que cualquier manual escolar. En tiempos de scroll infinito, la historia también se disputa like a like.

En las redes, el pasado se ha convertido en un insumo instantáneo y global: memes, efemérides exprés y revisionismos virales que configuran un paisaje cultural donde el relato histórico no sólo se consume, sino que se produce de manera masiva y descentralizada.

El relato histórico ya no se produce sólo en las universidades o archivos, sino también en cuentas anónimas y perfiles con miles de seguidores. En este nuevo escenario, docentes y estudiantes se preguntan: ¿cómo formarnos críticamente sin quedar atrapados en esa lógica algorítmica que privilegia el impacto inmediato por sobre la profundidad?

Como señalan algunos investigadores en didáctica de la historia, enseñar hoy implica dialogar con una cultura digital que no espera, que simplifica y que viraliza versiones del pasado.

En este contexto, la didáctica de la historia debe reconocer que enseñar hoy implica dialogar con una cultura digital que no espera, que simplifica y viraliza versiones de lo ocurrido.

No basta con desmentir: hay que comprender cómo se construyen esas narrativas. Esa es la tarea del docente, y futuro docente: pensar la enseñanza no sólo como transmisión de contenidos, sino como construcción crítica de sentidos en un contexto cultural profundamente transformado.

Durante mucho tiempo, la historia fue una práctica institucional validada por títulos y publicaciones. Hoy, miles de usuarios hacen historia sin pasar por aulas ni archivos. ¿Es eso un problema o una oportunidad?

El fenómeno no es neutral ni carente de riesgos: en esas narrativas digitales circulan tanto divulgación rigurosa como desinformación, negacionismos y revisionismos reaccionarios. La pregunta para quienes forman docentes es cómo enfrentar esta disputa simbólica. No se trata de oponerse al uso de redes sociales o nuevas tecnologías, sino de incorporarlas críticamente a la enseñanza.

Como señalan algunos investigadores en didáctica de la historia, enseñar hoy implica dialogar con una cultura digital que no espera, que simplifica y que viraliza versiones del pasado.

El académico Mario Carretero, en su libro Enseñar historia en la era digital, reflexiona sobre la necesidad de formar pensamiento crítico para que los estudiantes puedan interpretar críticamente las múltiples narrativas del pasado que circulan en redes sociales y medios digitales, muchas veces simplificadas o emocionalmente manipuladoras. La enseñanza de la historia, advierte, no puede limitarse a la transmisión de datos, sino que debe abordar las competencias necesarias para pensar históricamente en la era del algoritmo. Si no entendemos sus lógicas y no hablamos su lenguaje, perdemos una batalla cultural clave. La pedagogía debe abrirse a estos nuevos consumos culturales sin resignar profundidad ni pensamiento crítico.

En ese sentido, es importante reconocer que entre los creadores de contenido histórico en redes también hay docentes, divulgadores e investigadores que pertenecen a las generaciones millennial y centennial, quienes retoman y actualizan una tradición que en otras épocas fue dominada por la televisión, los videos VHS y la radio. Estos nuevos agentes buscan combinar rigor académico con formatos atractivos para captar la atención de audiencias jóvenes, creando un puente entre la academia y la cultura digital.

Sin embargo, esta expansión de la producción histórica no está exenta de tensiones: la historia pública en redes sociales convive con el peligro constante de la simplificación excesiva o la manipulación ideológica, lo que obliga a reflexionar sobre la formación crítica necesaria para navegar en este nuevo escenario.

Es urgente revisar nuestras propias prácticas educativas. Muchas veces, la formación docente permanece anclada en modelos tradicionales que no interpelan a las nuevas generaciones ni las herramientas con que construyen conocimiento.

¿Qué lugar tiene la alfabetización digital en los institutos de formación? ¿Y el análisis de discursos en redes? ¿Se prepara a futuros profesores para reconocer discursos antihistóricos y narrativas manipuladas que circulan bajo el disfraz de divulgación histórica?

Más allá de las respuestas inmediatas, lo cierto es que la historia en scroll nos interpela a todos. No sólo como consumidores, sino como educadores y ciudadanos. Porque lo que está en juego no es sólo el pasado, sino la forma en que lo usamos para pensar el presente y proyectar el futuro.

Joaquín Andrade Irisity es estudiante de Historia en el Instituto de Profesores Artigas.

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