Con un enorme acto realizado en el centro de Beijing, se festejó ayer el 60º aniversario del día en que el líder comunista Mao Zedong proclamó el nacimiento de la República Popular China.
Un discurso ofrecido por el presidente Hu Jintao en la Plaza de Tiananmen marcó el inicio de un imponente desfile militar, en el que se exhibió buena parte del enorme y poderoso arsenal que posee China, una gran demostración de fuerza ante el mundo por parte del gobierno de Beijing. “El desarrollo y el progreso de la Nueva China en los últimos 60 años demuestran plenamente que sólo el socialismo puede salvar” al país, declaró Hu Jintao ante el auditorio compuesto por miles de funcionarios y de invitados especiales internacionales, en una ceremonia marcada, además, por un enorme operativo de seguridad, una de las obsesiones del gobierno.
Por esta misma razón las autoridades instaron a la población local a seguir el evento a través de la transmisión televisiva y a no acercarse al centro de la capital, fuertemente custodiado a la hora de la ceremonia. En ella participaron efectivos militares y otras 200.000 personas formando los famosos mosaicos humanos, y tuvieron un papel central los fuegos artificiales, símbolos típicos de la cultura china.
Aunque el factor militar fue el que predominó en los festejos, el hecho de que China sea la tercera potencia económica mundial no estuvo ausente en los discursos. El aniversario chino tuvo incluso un homenaje significativo en Estados Unidos: el Empire States, edificio emblemático de la ciudad de Nueva York, se iluminó con los colores rojo y amarillo, para saludar la celebración de China, principal socio comercial estadounidense.
No todos festejaron
Si bien muchos gobiernos saludaron los 60 años de la República Popular China, la fecha también fue aprovechada por los más férreos opositores al régimen de Beijing para marcar sus posiciones. Así lo hizo el primer ministro de Taiwán, Wu Dun-yih, quien en una conferencia de prensa felicitó a China por el éxito económico que ha logrado, pero a la vez expresó que “Taiwán, bajo el nombre oficial de República de China, es un país soberano e independiente”, algo que no acepta Beijing, que considera a Taiwán una provincia rebelde. De hecho la controversia entre los dos Estados también comenzó hace 60 años, cuando en la antesala de la proclamación de la República Popular China, las fuerzas del Kuomintang -que cayeron en la guerra civil con los comunistas liderados por Mao- se refugiaron en la isla de Taiwán, estableciendo de hecho un nuevo Estado en ese territorio chino.
Con más contundencia que Taiwán, desde India el Parlamento tibetano en el exilio denunció la “ocupación brutal” de su nación por parte de China, que ha hecho peligrar la supervivencia de la cultura tradicional del Tíbet. En una línea similar a la tibetana se expresó el Congreso Mundial Uigur (WUC, por su sigla en inglés), entidad que representa los intereses del pueblo uigur, nación de origen turco que profesa el islam y que vive en la región china de Xinjiang, territorio denominado por los uigures “Turkestán Oriental”. A través de un comunicado publicado en su sitio oficial, el WUC denunció la represión que sufre su pueblo a manos del régimen de Beijing y recordó lo sucedido hace pocos meses, cuando se registraron enfrentamientos que provocaron la muerte de cientos de personas.