Todo cayó por la borda el 16 de diciembre. El cártel de los hermanos Beltrán Leyva quedó desprovisto de El jefe de jefes, el mayor de todos, que con 48 años fue abatido por los marines mexicanos que lo rodearon en su apartamento. Allí, según informó la agencia de noticias EFE, quedaron como testigos una Biblia, un cuadro baleado de la Virgen María y ropa Hugo Boss sin estrenar.
Años antes, el clan Beltrán Leyva fue parte del cártel de Sinaloa, liderado por Joaquín Chapo Guzmán, quien luego de escaparse de un penal de máxima seguridad se reunió con el capo del cártel de Juárez, Vicente Carrillo Fuentes, para reestructurar el tráfico de drogas mexicano. Así formaron el grupo La Federación. En esa época, de 1997 a 2008, dos de los grupos de sicarios de los Beltrán Leyva estaban al servicio del Chapo Guzmán: Los Pelones, en el estado de Guerrero, y Los Güeros, en Sonora.
Arturo tenía bajo su tutela los estados de Sonora, Sinaloa, Guerrero, Chiapas, y la capital del estado de Nuevo León, Monterrey. La restante influencia del cártel se repartía en los estados de Chihuahua, Durango, Michoacán, Quintana Roo y Yucatán. Casi todos los estados del noroeste mexicano, del sur y del sureste, estaban bajo el dominio de La Federación, 10 de los 31 que tiene México.
En la mayoría de estos estados, los hermanos contaban con su brazo armado, Los Negros, liderados por Edgar Valdez Villarreal, alias La Barbie, con quien ampliaron su poder expandiéndose a nuevas zonas. A mediados de 2007 La Federación dispuso que Arturo negociara con un tercer cártel, el del Golfo, el dominio sobre algunos estados, sin el total consentimiento de todos los integrantes del grupo, según señaló el diario mexicano El Universal, citando fuentes del gobierno federal.
El siguiente enero, Alfredo, alias Mochomo, uno de los cuatro hermanos de Arturo, fue detenido y el líder acusó al Chapo de traidor. Lo responsabilizó también por la detención de once miembros del grupo encargado de su seguridad personal, las Fuerzas Especiales de Arturo, informó Milenio.
Arturo y sus hermanos Héctor, Mario Alberto y Carlos, además de La Barbie, se unieron, en mayo de 2008, al grupo paramilitar Los Zetas, brazo armado del cártel del Golfo, formado por militares de elite desertores del Ejército, y comenzaron una guerra contra La Federación. Hubo cientos de muertos, entre ellos, el hijo del Chapo y el comisionado Édgar Eusebio Millán Gómez, coordinador de Seguridad Regional de la Federal Preventiva, que pocos días antes había dirigido un operativo en contra de Arturo.
El jefe
El poder de Arturo Beltrán Leyva era tal, que cuando las autoridades mexicanas destaparon, en 2008, una de sus redes de corrupción, se descubrieron vínculos con la Policía Federal, la Procuraduría General de la República, la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada y la Interpol. Algunas autoridades recibían pagos de hasta 450 mil dólares al mes.
Los asesinatos de Arturo se podían reconocer porque dejaba en los cuerpos mensajes con alguna de sus firmas, “El jefe de jefes” o “ABL”, señaló EFE. Era uno de los narcotraficantes más buscados del mundo. Estaban tras él las autoridades mexicanas y las estadounidenses, y se ofrecían 2,3 millones de dólares por información que permitiera detenerlo.
Desde el 11 de diciembre los servicios de inteligencia de México le seguían los pasos. Ese viernes los marines irrumpieron en una fiesta en la que se sospechaba que estaban Arturo y La Barbie, pero cuando lograron abrirse paso no encontraron a ninguno de los dos, indicó el diario español El País. Tuvieron que pasar cinco días para que alcanzaran a Arturo, el 16 de diciembre, en un apartamento en el estado de Morelos. Acompañado por seis de sus sicarios, fue rodeado. Dos helicópteros sobrevolaron la zona, más de un centenar de marines llegaron al apartamento, desde el cual la gente de Arturo respondió con ametralladoras y granadas. Además de Arturo, murieron en el enfrentamiento cinco de sus sicarios, y un sexto se tiró por una ventana, según la información oficial recogida por el diario mexicano El Universal.
Tres marines fueron heridos y uno de ellos murió, Melquisidet Angulo Córdova. Una semana más tarde, parte de su familia fue asesinada. Ocurrió el día del funeral del fallecido; varios sicarios entraron a la vivienda familiar, en Tabasco, informó la cadena Televisa. Acribillaron a la madre, la tía y dos hermanos.
Según las investigaciones de la Procuraduría General de la República (PGR) la ejecución de la familia de Angulo fue planeada por Los Zetas y el cártel de los hermanos Beltrán Leyva, con participación de policías de Tabasco, que fueron identificados. En primera instancia se detuvo a cuatro hombres relacionados con el crimen, pero ninguno de ellos era autor material del asesinato. El viernes fue detenido Gudiel Iván Sánchez Valdez, El Chito o El Poblano, quien sí confesó ser uno de los asesinos.
La investigación continúa abierta y se presume que son varios los autores, informa la agencia de noticias estatal Notimex.
El operativo que estaba destinado a detener a Arturo, y el posterior asesinato de la familia de Angulo, despertaron controversias en México. Se criticó que los marines ingresaron al apartamento sin orden judicial y aterraron a los vecinos. Se recriminó que no se le brindó seguridad a la familia del asesinado, cuando, según escribe el periodista y escritor Carlos Monsiváis en su columna de El Universal, “era previsible” que fuera atacada.
Otro enigma constituyen las fotos del cadáver de Arturo que aparecieron en la prensa. Lo muestran con los pantalones bajos, a la altura de las rodillas, y el torso desnudo, cubierto con billetes de mil pesos mexicanos, dispuestos prolijamente, y ensangrentados.
Pocos días después de la publicación de estas fotos “infamantes y perniciosas”, según las definió el ministro del Interior, Fernando Gómez Mont, el gobierno mexicano comenzó una investigación para averiguar quién las divulgó a la prensa. La Secretaría de Gobernación -lo que vendría a ser el Ministerio del Interior- envió un comunicado en el que establecía que “ninguna institución del gobierno federal es responsable de su publicación”. El cuerpo estuvo protegido, tanto en el domicilio como en la morgue, hasta el entierro, por el Ejército y la Marina, que no están autorizados a manipular el cadáver. Los encargados del peritaje son los médicos forenses del Estado, en este caso, de Morelos.
El miércoles fueron suspendidos en forma indefinida de sus cargos seis empleados del Servicio Médico Forense de Morelos por la manipulación del cadáver. Entre ellos figuran un perito fotógrafo, otro criminalista y el médico legista, informó el diario mexicano Crónica. Los funcionarios negaron haber manipulado el cuerpo. Indicaron que sí lo hicieron los efectivos de la Armada. El visitador general de la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJ), Erwin de las Casas Flores, dijo a la prensa que el montaje fue realizado por los peritos que actuaron “por órdenes de los agentes federales”. Pero señaló que cuando la PGJ llegó a la escena, ésta ya estaba alterada “por los integrantes de alguna corporación federal” que no pudieron identificar, ya que tenían cubierta la cara.
Capo, se busca
El mismo miércoles, la Policía Federal detuvo en Sinaloa a Carlos Beltrán Leyva, gracias a una llamada telefónica anónima que denunciaba que había una persona armada, informó EFE. Iba en auto, con un arma larga, otra calibre 45, un cargador, decenas de cartuchos y 31envoltorios de polvo blanco que, presumen los investigadores, era cocaína. Tenía una orden de captura en su contra desde 2008 y no se resistió al arresto, según informó el Ministerio de Seguridad Pública a la BBC.
Estará en prisión preventiva por 40 días, durante los cuales las investigaciones deben confirmar su presunta colaboración en delitos de delincuencia organizada y contra la salud, como el pago de viáticos a sicarios y el pago de sobornos a policías, funcionarios públicos y otros colaboradores del grupo delictivo, con recursos de procedencia ilícita. También se sospecha que es responsable del lavado de unos 45 millones de pesos mexicanos por medio de la compra de casas, apartamentos, autos y armas de grueso calibre, informó La Jornada.
Uno de los abogados asesores de Carlos informó al diario que los fiscales antidrogas le ofrecieron varias veces ser testigo colaborador en las investigaciones sobre el paradero de sus otros hermanos, a cambio de una disminución en los cargos en su contra, pero él se negó.
Tras su detención, sólo dos Beltrán Leyva quedaron disponibles para ocupar el trono que dejó Arturo: Héctor, alias El H, y Mario Alberto, El General. Fuentes militares y de la PGR, citadas por el diario mexicano La Jornada, señalaron que el futuro líder también podría haber sido La Barbie, o Heriberto Lazcano, el líder de Los Zetas, alias Lazca.
Mientras continuó la incógnita de quién dirigiría el cártel, las autoridades y los analistas no descartaban la posibilidad de que el aparente “trastabilleo” del cártel Beltrán Leyva cautivara a viejos contendientes, como El Chapo Guzmán, que, según declaró el procurador general de la República, Arturo Chávez, buscaría apoderarse de sus zonas.
Pero el lunes el cártel ya tenía nuevo líder. La Policía Federal informó que durante las primeras dos semanas luego de la muerte de Arturo, el cártel estuvo en manos de sus hermanos, pero finalmente fue uno de ellos, El H. El informe policial, recogido por El Universal y el periódico La Vanguardia, señala que El H era el encargado de las finanzas y el lavado de activos de la organización, responsabilidades que recayeron en las manos de Carlos, que era una figura discreta dentro del cártel y, por lo tanto, poco buscada por las autoridades. También indica que no hubo violencia alrededor de la decisión y que el nuevo capo “cuenta con el apoyo total de Édgar Valdez Villarreal, La Barbie” y de “personas de confianza de Arturo Beltrán”.
El informe también indica que el gobierno federal ofrece una recompensa de hasta 30 millones de pesos mexicanos para quien facilite información que permita la detención de La Barbie o El General.
Las ejecuciones ordenadas por el narcotráfico crecieron 20% en 2009, en comparación con 2008, indican los últimos estudios mexicanos al respecto. Se estima que, sólo en México, medio millón de personas trabajan para los cárteles, indicó EFE, unas 40 mil como sicarios y capos locales.
El asesinato de Arturo, con todos sus interrogantes, es uno de los golpes al narcotráfico más importantes del actual gobierno.