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Gema Martín.

Foto: Victoria Rodríguez

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Para la directora de la Casa Árabe de España, Gema Martín, en Europa se da un “falso debate” sobre la burka.

La Casa Árabe se propone ser un nexo, desde España, entre el mundo árabe y Occidente. Sus sedes en Madrid y Córdoba también integran un instituto internacional de estudios árabes y del mundo musulmán, que genera investigación, publicaciones y seminarios, entre otras actividades. Su directora y fundadora, Gema Martín Muñoz, conversó con la diaria al visitar Montevideo. Doctora en estudios árabes islámicos y profesora de sociología del mundo árabe-islámico en la Universidad Autónoma de Madrid, Martín dirige la institución desde 2006, cuando fue designada en ese cargo por el ministro de Relaciones Exteriores español, Miguel Ángel Moratinos. El lunes dio una conferencia en la Universidad Católica y mañana presentará la revista de su institución a los parlamentarios uruguayos.

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-¿En qué medida el propósito de la Casa Árabe se justifica por la historia española y los vínculos culturales que hay entre España y el mundo árabe?

-La Casa Árabe es la más grande de todas las de la red institucional dedicada a trabajar respecto a áreas geográficas de interés prioritario en la acción exterior española [ver recuadro]. Esa parte del mundo, el Mediterráneo y la zona este hacia el Mediterráneo, el Medio Oriente y el norte de África, ha sido históricamente un eje prioritario en la política exterior española y sus relaciones internacionales. Hay vínculos muy estrechos por una historia compartida con el mundo islámico que duró más de ocho siglos, pero además la gran proximidad geográfica hace que los vínculos y los intereses mutuos, el trabajo en común, tengan una actualidad enorme. Las relaciones políticas de España con todas esas áreas son muy intensas, tanto desde el punto de vista económico como de las relaciones humanas y sociales, porque los procesos migratorios han llevado a España una población inmigrante árabe. El colectivo marroquí es uno de los mayores de la inmigración en España.

-¿Por qué es importante generar un conocimiento mutuo entre el mundo árabe y Occidente?

-Uno de los objetivos claves es conocer las otras realidades. Sin ese conocimiento no se puede consolidar las relaciones políticas y económicas. Es uno de los objetivos vitales de la Casa Árabe: aportar y divulgar realidades muy diversas y múltiples. Son muchos países, muchas realidades sociales, dinámicas, actores. Lamentablemente, esa parte, que es la más rica e interesante, es también la que menos se conoce. La mayor parte de la información se da a través de los medios de comunicación que, claro, van a buscar la noticia pero no informan sobre la normalidad. Esa información da la impresión de que ese enorme mundo es solamente el conflicto, las tensiones, la violencia, los extremismos. No quiere decir que eso no exista, pero es una pequeña parte, no es la más representativa. Es necesario luchar contra los estereotipos, los prejuicios, las opiniones negativas que se van arraigando, ofreciendo un conocimiento de esas otras realidades y de actores importantes en esas sociedades que -como en las otras- están trabajando para transformar socialmente muchas cosas, para alcanzar un Estado de bienestar y democrático.

-¿Por qué España puede servir de nexo entre el mundo árabe y el resto del mundo?

-Tenemos una gran experiencia, un contacto permanente con esos países. Hay relaciones muy estrechas tanto en la sociedad civil como en las instancias oficiales, de los empresarios, etcétera. En ese sentido, yo creo que España está llamada a hacer de puente positivo con Europa pero también con América Latina. Ésa es una de las razones por las que Casa Árabe, desde su fundación, ha creado un programa con el que venimos a América Latina, siempre en colaboración con las instituciones nacionales de los países respectivos. Ese papel de España es y puede ser muy fructífero en las relaciones entre el mundo árabe y el mundo latinoamericano.

-En el caso de América Latina, ¿cómo se puede dar a conocer el mundo árabe, que es tan lejano?

-En efecto, la geografía impone lejanías y acercamientos, y el continente latinoamericano está lejos en relación con Europa. Pero ésa es una realidad a medias. En este siglo XXI hay un proceso de globalización tan enorme que ninguna parte del planeta puede vivir aislada o con excesiva lejanía. Estamos todos interconectados. Aunque las repercusiones sean menores, también afectan a esta región. Yo creo que un mejor conocimiento de la realidad de los países árabes-islámicos es buena para América Latina, que tiene países emergentes, dinamismo político diplomático y, además, un peso enorme. Surgió un interés en potenciar intercambios y relaciones económicas entre países latinoamericanos y países del mundo árabe. Las relaciones político-diplomáticas son más intensas que antes. De manera que hay un intercambio y eso es positivo.

-Para el ciudadano de a pie, ¿cuál es el vínculo?

-Hay un elemento fundamental. Ciertos países árabes están sistemáticamente presentes en la información. Los ciudadanos necesitan formar su opinión en función de un conocimiento mejor y más amplio que está absolutamente ausente en los medios de comunicación. Después, es esa base social la que va a evaluar las líneas que sus países pueden adoptar en intercambios políticos y económicos.

-¿Qué aspectos abarca ese conocimiento más amplio?

-Hay elementos muy importantes. Todos estos países han experimentado un crecimiento demográfico muy fuerte en las décadas pasadas, aunque ahora el control demográfico es una realidad. Eso ha traído consigo un gran rejuvenecimiento del mundo árabe. Los jóvenes ahora son el actor social más importante. Hay que tener en cuenta que el 60% del total de la población de esas regiones tiene menos de 20 años. El futuro y la evolución de esos países pasan por los jóvenes. Por eso merecen una atención especial. Hay índices de desempleo muy elevados que los afectan en particular. Muchas de las cosas que hay que resolver en esos países pasan por ir garantizando un futuro mejor a las nuevas generaciones. En términos de promoción socioeconómica, de empleo, de participación ciudadana, hay experiencias muy distintas entre un país y otro. Ha habido procesos de reforma que han avanzado en términos de liberalización política, en unos países más que en otros. Pero sí, falta ir consolidando el proceso democrático en todos esos países. Ahora, también hay que resolver conflictos y guerras. Hay que encontrar una salida satisfactoria a la situación en Irak, un país sometido a una gran destrucción. También es necesario resolver el conflicto palestino-israelí, porque desestabiliza toda la región. Estos elementos van contando en el mapa global y son de gran urgencia para ofrecer una mejor calidad de vida a todas esas poblaciones afectadas.

-¿Cómo participa Casa Árabe en la resolución de estos problemas específicos?

-Como institución que acompaña la acción exterior española, actuamos mostrando las otras realidades del conflicto. Por ejemplo, se conoce la evolución del proceso político en Irak si las tropas estadounidenses se retiran, si hay tal atentado, si se forma o no un gobierno. Pero no se conoce cuál es la realidad que ahora vive la sociedad iraquí, la vida cotidiana de esos ciudadanos, cuáles son los desafíos a los que se enfrentan sobre el terreno, cómo se vive. Casa Árabe trata de mostrar el lado humano de todo esto, el lado social. Vienen universitarios a dar conferencias para relatar la realidad. Presentamos una exposición de fotos que han hecho periodistas iraquíes, para un proyecto del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, en el que se ve toda la diversidad de la realidad en Irak. En esos estados hay hechos políticos, hay violencia, pero, sobre todo, hay ciudadanos que están viviendo esa realidad.

-¿Nos puede contar algo de esa realidad?

-Es complicado por una cuestión de tiempo… Por eso una exposición de fotos tiene mayor alcance. Pero, por ejemplo, en Irak hay grandes élites profesionales. Hay mucha gente muy culta, muy preparada en todos los ámbitos: médicos, arquitectos… La universidad en humanidades siempre ha tenido un nivel académico muy elevado. Es importante saber que hay profesionales que son actores esenciales para levantar el país. Es una sociedad que ha sido muy castigada pero tiene muchos elementos internos para salir de la crisis. Hay que dar a conocer el trabajo que se está haciendo para levantar el mundo universitario o el trabajo de los médicos para responder las necesidades sanitarias del país. También hay que mostrar los fuertes índices de pobreza, la cantidad de refugiados que ha generado el conflicto, y que está viviendo una situación humanitaria compleja y difícil. Con ese conocimiento es posible trabajar a favor de la estabilización y el desarrollo de esa región.

-Dos elementos religiosos, las mezquitas y el velo integral islámico, son dos temas que concentran la incomprensión entre Europa y el mundo musulmán…

-Ésos son temas superficiales. Con ellos se da a entender que los musulmanes son muy distintos, como de otro planeta. No es verdad. El mundo árabe islámico está viviendo el momento actual como lo estamos viviendo nosotros. Como en todas partes, hay diversas tendencias: dinámicas de progreso, liberales -que son innegables en el mundo islámico-, al igual que encontramos sectores muy tradicionalistas, conservadores y fundamentalistas. Si se pone el foco en lo más integrista, en lo más ultraconservador, se transmite como una representación general. Ahí está el problema. Permanecen ausentes esas otras realidades que son transformadoras. Lo que estamos haciendo con el tema del velo y las mezquitas es focalizarnos en una serie de simbologías mediante las cuales se transmite una imagen errónea y alarmista que genera prejuicios. El hecho de que musulmanes que viven en países occidentales quieran construir mezquitas para desarrollar ahí su culto religioso es una excelente señal de su integración.

-En Suiza algunos interpretaron todo lo contrario.

-En el caso de Suiza, hubo una polémica muy intensa, liderada por la extrema derecha, que en general es muy xenófoba, está en contra de los inmigrantes, de los extranjeros, y, en particular, es islamófoba. En Suiza esa extrema derecha lanzó una campaña y logró que hubiese un referendo y que se prohibiesen los alminares de las mezquitas -es decir, las torres-, que son una característica arquitectónica de esas construcciones. En Europa y en los países occidentales, donde los musulmanes son minoría, jamás han llamado a la oración desde los alminares. Porque los ciudadanos se adaptan a su entorno y a la realidad. Fue una campaña de la extrema derecha que es racista contra los musulmanes.

-¿Qué opina de la discusión acerca del velo?

-Con el tema del velo hay un gran debate que se alimenta en forma permanente. Hay tipos de velo distintos y los debates han ido evolucionando según el tipo. Por un lado, está el velo que se conoce como hijab, que es el pañuelo en la cabeza que deja al descubierto la cara. Lo podemos definir como el velo moderno, que en el fondo traiciona el objetivo patriarcal del velo: se convierte en una moda de vestimenta para mostrar la identidad musulmana. No tenemos que pensar que si optan por la opción de ponerse un pañuelo en la cabeza hacen una vida sumisa. Esas mujeres están viviendo la modernidad y defienden sus derechos. Te puedes encontrar con mujeres muy conservadoras sin pañuelo o con mujeres con pañuelo muy modernas y reivindicativas de sus derechos de mujer en la esfera pública. Ese pañuelo hay que aceptarlo y respetarlo porque las mujeres también tenemos derecho a elegir cómo vestimos. Es tan antidemocrático obligar a vestir velo, como ocurre en algún país islámico, como a no vestirlo. La cara descubierta no plantea ninguna circunstancia administrativa o jurídica anómala con respecto a la identificación de la persona. Respecto a lo que llaman burka -que es una denominación errónea, en realidad es el niqab, el velo integral- es un falso debate muy peligroso porque se está movilizando a las opiniones públicas europeas sobre un tema que no existe en Europa. En Francia, un país con una fuerte presencia musulmana, no hay más de mil mujeres usando ese velo, en una población de 45 ó 50 millones de habitantes. Es un fenómeno ultraminoritario; no merece ese debate. Se le está transmitiendo a la población el miedo al Islam y a los musulmanes, como si los cinco o seis millones de musulmanes en Francia o el millón y medio que hay en España se caracterizaran por esa vestimenta que lleva tan al extremo la interpretación religiosa. La sociedad musulmana mayoritaria y más representativa queda ocultada por esos debates. Lo que sí es una realidad es que en situaciones en que la persona tiene que ser identificada, esas mujeres están absolutamente obligadas a levantar el velo e identificarse. Ésa es una norma necesaria. Ahora, que para pasear por la calle quieran llevar el rostro completamente tapado… a mí, personalmente, me resulta difícil de entender. Pero si es su opción, que lo hagan.

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