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Taner Akçam, durante la entrevista con la diaria, en el Paraninfo de la Udelar

Foto: Victoria Rodríguez

La palabra con g

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El académico turco Akçam dijo que su país está cambiando “la atmósfera psicológica” sobre genocidio armenio.

Taner Akçam es sociólogo e historiador y está a favor del reconocimiento del genocidio armenio. No es el único, aseguró en diálogo con la diaria durante su visita en Montevideo. Llegó para presentar su último libro, Un acto vergonzoso. El genocidio armenio y la responsabilidad de Turquía, que le valió la condena de ultranacionalistas turcos. Autor de varios libros sobre la matanza de armenios en manos del Imperio Otomano y reconocido como uno de los primeros académicos de origen turco en debatir el tema, Akçam cuenta cómo se vive en su país la censura respecto a estos hechos históricos.

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Amistades peligrosas

Taner Akçam era amigo personal, aliado ideológico y columnista en el semanario que dirigía Hrant Dink, que al igual que su hijo también fue condenado, pero dos años antes. En 2005 la Corte consideró que había violado un artículo del Código Penal, que aún rige, que establece que utilizar la palabra “genocidio” implica un “insulto a la identidad turca”. En ese entonces Akçam escribió una columna declarándose tan culpable como Dink. En enero de 2007 Dink fue asesinado en la calle. El autor material fue detenido un día después y encarcelado, pero el Tribunal Europeo de Derechos Humanos sentenció en setiembre de 2010 que el responsable de la muerte es el Estado turco por no haber protegido al periodista y su derecho a la vida. El presidente turco, Abdullah Gül, ya había reconocido que “Dink murió porque no se habían tomado las precauciones necesarias”. El periodista recibía amenazas de muerte presuntamente de grupos nacionalistas radicales turcos. Akçam desoyó las recomendaciones de amigos y familiares y viajó a Turquía para el funeral de Dink, pero después no volvió por dos años y medio: “Había una campaña pública contra mí que realmente asustaba, similar a la que se hizo contra Dink. Desde ese entonces, cuando voy a Turquía siempre estoy un poco nervioso”. Reside en Estados Unidos.

-¿Por qué nunca se presionó realmente a Turquía para que reconozca el genocidio armenio?

-Hay un concepto erróneo de seguridad en Turquía y Estados Unidos, que se basa en que enfrentar la historia y reconocer los errores cometidos sería una amenaza. Estados Unidos considera que, si reconoce el genocidio armenio, Turquía, que es su aliada militar, no lo va a ayudar en Medio Oriente y no le permitirá utilizar sus bases militares. Entonces, para mantener una buena relación tiene que ceder y no usar la palabra “genocidio”. Turquía usa su poder militar, económico y estratégico para mantener la negativa del genocidio, y se ve que funciona.

-¿Y en su país cómo funciona ese concepto de seguridad?

-Los nacionalistas, los militares, la burocracia y los partidos conservadores creen que darles derechos democráticos a las personas crea una amenaza de seguridad nacional. Por eso matan kurdos desde hace 30 años, piensan que hacerles concesiones sería el principio de la separación del área kurda de Turquía, entonces lo mejor es matar a los separatistas: para resolver el problema político hay que eliminar a las personas que lo causan.

-¿Ese concepto de seguridad alcanza otras dimensiones?

-Hay decisiones de las cortes turcas que se asocian a este concepto. Un ejemplo es la decisión contra Arat, el hijo de [el periodista turco-armenio] Hrant Dink, que era responsable del semanario Agos (ver recuadro). En una entrevista en 2007 apareció la palabra “genocidio” y la Corte lo condenó a un año de prisión por usar el término. La base de la condena es que usar la “palabra con g” es una amenaza a la seguridad. El ejercicio de ciertos derechos es, a veces, para los militares y los burócratas, una amenaza a la seguridad del Estado. Sin sacarlos del poder no puede haber cambios verdaderos.

-¿Las trabas para reconocer el genocidio surgen también del gobierno?

-El mayor problema son las organizaciones extremistas derechistas, especialmente algunas semisecretas dentro de la burocracia y de los militares. Aunque hay investigaciones en su contra, siguen estando vivas y todavía pueden organizar asesinatos o actividades criminales.

-En enero se descubrió un complot militar para dar un golpe de Estado en Turquía. ¿Las organizaciones de las que usted habla son las mismas que impulsaron este intento?

-Sí, son las mismas, básicamente son los militares, pero además, en la burocracia y en la sociedad en general también hay grupos ilegales radicales.

-¿La reforma constitucional aprobada en setiembre minimiza el rol que cumplen los militares en Turquía?

-Sí, pero no lo suficiente. Durante la campaña, minimizar el papel militar fue quizás el mayor eslogan de la sociedad civil. En 2011 son las elecciones y casi todos los partidos están prometiendo una Constitución totalmente nueva -incluso el partido de gobierno- y todos la esperamos.

-¿El rol de los militares en la sociedad colabora con la posibilidad de no asumir lo ocurrido?

-No sólo colabora, son los organizadores, es la razón principal por la cual se mantuvo durante tanto tiempo la falta de reconocimiento. La elite burocrática y militar gobernante que definió el Estado turco cometió el genocidio y controló el poder hasta 2002 sin interrupciones. Recién hubo un cambio en las elecciones de 2002, cuando por primera vez pudo participar un partido islámico y ganó [se trata del Partido de la Justicia y el Desarrollo, islamista moderado y demócrata, que hoy gobierna Turquía, y que había sido abolido en 2000 por el estamento militar alegando que amenazaba la naturaleza secular de Turquía]. Fueron los militares los que suprimieron las cortes y la aplicación de los derechos, y los que crearon el tabú sobre el genocidio armenio.

-¿Qué otros aspectos pueden colaborar en este sentido?

-Tengo muchas esperanzas con respecto al proceso de membresía de la Unión Europea [UE]. Este proceso funciona como un motor para el proceso turco. Si Turquía realmente quiere ser miembro de un grupo de países democráticos, va a tener que hacer sus deberes. Empezando por dejar de criminalizar la discusión de la historia.

-¿Cómo ve el proceso de integración a la UE?

-En este momento hay una impasse en el proceso, y la razón son los gobiernos conservadores que hay en Alemania y Francia, que no quieren que Turquía entre a la UE y que lo han enlentecido. La sociedad civil y los círculos intelectuales turcos que realmente quieren pertenecer a la UE están un poco cansados de esta actitud, porque tiene un impacto negativo en el proceso de democratización de Turquía.

-¿Qué opina del papel del gobierno estadounidense de Barack Obama?

-Le voy a contar un chiste: una secta le da a su líder dos botellas de vino para que las pruebe a ver cuál es la mejor. El líder prueba una y dice: “la otra es la buena”, “si no la probaste”, le dicen, “porque no puede haber un vino peor que éste”, contesta. Después de la administración de [George W] Bush lo que haga Obama va a estar bien. Su política es muy razonable y está presionando para la normalización de las relaciones entre Armenia y Turquía. Fue asombroso su discurso en el Parlamento, cuando recordó que él es afroamericano y que en Estados Unidos hubo esclavitud, planteó que él es un ejemplo de enfrentar la historia, y que no es cosa mala hacerlo. Sostuvo que Turquía sólo va a ganar si enfrenta su propia historia.

-¿Presiona lo suficiente?

-No, podría hacerlo más. Sigue los métodos americanos; cuando llega el 24 de abril no usa la palabra genocidio. Si la usara, la posición de Turquía sería mucho más difícil de sostener y tendría que enfrentar la situación. Es Estados Unidos el que crea este escenario en el que Turquía puede evitar el tema del genocidio.

-¿En los círculos intelectuales turcos se respalda el reconocimiento del genocidio?

-Eso ha cambiado últimamente. La muerte de Dink fue un punto de inflexión, 100 mil personas salieron a la calle para su funeral, gritando “Todos somos Hrant Dink. Todos somos armenios”, y eso cambió la atmósfera psicológica en Turquía. Por dar un ejemplo, para nosotros era muy difícil organizar una conferencia sobre el tema armenio en las universidades turcas. En 2005 tres universidades se reunieron para hacer una conferencia sobre el tema y se debatió durante más de un mes en Turquía. Ahora hay conferencias constantemente, se ha normalizado. En los diarios liberales se usa la “palabra con g” sin ningún problema, se publican artículos y se ha vuelto un tema común de discusión en la sociedad. Pero sigue existiendo la política de la negación, y es la dominante.

-El reconocimiento del genocidio, ¿puede ser un golpe muy fuerte para la identidad turca?

-Es un elemento muy fuerte de distracción, por supuesto. Enfrentar la historia y ver la mierda que se hizo en tu nombre... Muchos de los fundadores de Turquía se volvieron ricos o fueron los asesinos en el genocidio. Es muy difícil para una nación llamar a sus fundadores ladrones y asesinos. Pero depende de que haya algo que lo reemplace, que sería la identidad democrática, una nueva definición de lo que es ser ciudadano de Turquía. Si no se establece una verdadera democracia o se encamina a Turquía hacia ese proceso en el marco de la integración con la UE, no vamos a poder enfrentar nuestra propia historia, es una especie de círculo vicioso, si se quiere establecer una democracia en Turquía con respeto a los derechos humanos, se debe dejar de negar lo que sucedió en el pasado.

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