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José Mujica lo había prometido antes de ser electo presidente: “Tengo que aprender a callarme la boca”. Capaz que lo intentó, pero no pudo. No hay academias para eso. Pasó más de un año y sigue tan campante.

¿Por qué Mujica dijo eso? Lo que pasó fue que un periodista con un frenteamplismo a prueba de balas, Alfredo García, había grabado 28 horas de conversaciones con el entonces candidato presidencial. El resultado fue el apologético libro Pepe: Coloquios, del cual muchos pasajes causaron molestias en el Frente Amplio (por ejemplo, uno que describía al Partido Socialista como “una máquina de conseguir cargos”) y en el gobierno de Argentina (que, en palabras de Mujica, tenía “reacciones de histérico, de loco, de paranoico”). El entonces presidente, Tabaré Vázquez, para tomar distancia, declaró que su propio candidato “a veces dice estupideces”.

Mujica expuso cierta autocrítica, sí, pero también se defendió atacando. Alfredo García debió soportar que su líder lo calificara de “periodista con careta de compañero” porque publicó el contenido de lo que consideró “conversaciones privadas”. El senador Eleuterio Fernández Huidobro usó insultos peores, como “víbora” y “viejo tramposo”.

Si eso le tocó a un periodista militante, que dedicó horas y horas de entrevista, transcripción y edición a mejorar la chance de su candidato (sería infame suponer que sus únicas motivaciones fueron el dinero o la gloria), ¿qué círculo del infierno le habría correspondido si se hubiera definido como “periodista independiente”, un letrero que, según sostuvo Mujica en su audición del viernes pasado, te ubica entre “gente que no se compromete ni toma partido, pero tiene posiciones, y vaya si las tiene”?

Algo así les pasó a Andrés Danza y Ernesto Tulbovitz, de Búsqueda, quienes lo sometieron a un interrogatorio bastante amable para la edición aniversario del semanario, publicada el 11 de noviembre. Al recordarle sobre la gaffe de Jorge Batlle por el canal de noticias Bloomberg, en 2002 (aquella de “los argentinos son una manga de ladrones del primero al último”), Mujica respondió que su antecesor tenía “toda la razón”, y que lo grave “fue haberlo dicho y que se lo hayan grabado”. O sea que cometió dos errores (declarar algo inconveniente, y haberlo hecho delante de un micrófono) en el mismo párrafo en el que los identificó como tales.

Batlle debió viajar a Buenos Aires a pedirle disculpas, llorando, al presidente argentino de aquellos tiempos, Eduardo Duhalde. Admitió el pifie y afrontó el ridículo. En cambio, Mujica se defendió acusando a Danza y Tulbovitz de editar sus declaraciones “un poco fuera de contexto, en forma recortada”, y atribuyéndoselo al ánimo opositor que le asigna a Búsqueda, sin olvidarse de aprovechar la volada para darles palo al diario uruguayo El País y al argentino Clarín.

Pero Búsqueda no inventó lo que dijo el presidente. Tampoco Alfredo García lo que publicó en Pepe: Coloquios. Lo que le trajo problemas a Mujica fue su propia invención. Tenía en los dos casos un grabador enfrente de sí. Sabía lo que hacía. Responder las inquietudes de la prensa es parte del trabajo de un político, y él no es un recién llegado a la profesión. Sin embargo, hace gala de animadversión hacia los periodistas que no se la hacen fácil.

En 2003 le dijo “no sea nabo” a Néber Araújo frente a las cámaras de Canal 12. En 2004 le estampó un “no sea choriza” a Raquel Daruech por Televisión Nacional. Un año después, ya como ministro de Ganadería, volvió a usar el “chorizo”, esta vez contra un cronista de Telemundo 12, Alberto Bocage. El año pasado, acusó a Mario Dangelo, de Canal 10, de “hacer los mandados”, y lo exhortó a “ser un poquito más gente”. Y a Gabriel Pereyra, cuando lo inquirió por VTV sobre ese episodio, le dijo: “Usted ha hecho algún mandado…”.

“Nunca se es demasiado viejo para aprender”, admitió Mujica cuando acusó a Alfredo García de sus propios yerros. “Ahora tengo responsabilidades políticas mayores y todo lo que diga no sólo me afecta a mí sino a la fuerza que represento. Por tanto, las palabras tienen que ser sopesadas de otra manera y los juicios, más meditados”.

Entonces era candidato. Ahora es presidente. Sus responsabilidades son aun más elevadas que las del guerrillero, el preso político, el dirigente, el legislador, el ministro y el candidato.

Al quejarse de los periodistas que “durante toda la vida” le “han dado palo”, Mujica les manifiesta, de algún modo, el deseo de que asuman un “compromiso” con su gobierno. Una actitud bastante injusta cuando él mismo los acusa con demasiada frecuencia por las consecuencias de sus propias acciones. Cuando él mismo no se compromete ni siquiera con las palabras que salen de su propia boca.

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