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Fotografía fechada el 10 de mayo de 2010 que muestra al jefe de las tropas de Estados Unidos en Afganistán, general Stanley McChrystal, durante una rueda de prensa en la Casa Blanca, en Washington DC, Estados Unidos.

Foto: Efe, Michael Reynolds

Stranley desilusionado

3 minutos de lectura
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Fue llamado a la Casa Blanca el jefe de las tropas extranjeras en Afganistán por criticar a Barack Obama en una entrevista.

El general Stanley McChrystal viajó de Afganistán a la Casa Blanca y no sabe si va a regresar a su puesto. El presidente estadounidense, Barack Obama, le exigió que se presentara para reunirse en el Salón Oval y discutir sus declaraciones a la revista Rolling Stone, en las que criticó al mandatario, al vicepresidente, Joe Biden, y a varios altos mandos. Por otra parte, el informe de una subcomisión del Congreso reveló que parte del dinero estadounidense que llega a Afganistán termina en manos del talibán y de “señores de la guerra”.

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El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, lo “desilusionó” por su “falta de preparación” y parecía “intimidado” y “desconocedor” de la dinámica militar, declaró el general Stanley McChrystal, jefe de las tropas extranjeras en Afganistán, a la revista Rolling Stone. En el perfil que publicará la revista esta semana, resultado de varios meses de entrevistas del periodista Michael Hastings con el general y su personal, McChrystal también se burla del vicepresidente Joe Biden. “¿Quién es ése?”, pregunta; y no es más amable con el enviado especial de Estados Unidos a Afganistán y Pakistán, Richard Holbrooke.

También declara que se sintió “traicionado” por el embajador estadounidense en Afganistán porque cuestionó la necesidad de aumentar las fuerzas militares en ese país pese a que McChrystal las había solicitado. No faltan críticas al asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Jim Jones, de quien dice que es un “payaso”.

El general pidió disculpas a todos los agraviados y despidió a su jefe de prensa. Reconoció que dio muestras de un “pobre juicio” en las entrevistas, que “nunca debió haber sucedido” esto y que tiene un “enorme respeto y admiración por el presidente Obama y su equipo de seguridad nacional”.

Con pedido de disculpas y todo, McChrystal fue llamado a asistir personalmente a la conferencia mensual sobre Afganistán y Pakistán que se realiza en la Casa Blanca, y no por teleconferencia, como suele hacerlo, informó BBC.

Desde los medios estadounidenses se indica que Obama está “furioso” con el general, aunque públicamente el presidente dijo que quiere mantener esa reunión para asegurarse de que habla “con él directamente antes de tomar ninguna decisión”. Pero el mandatario también enfatizó: “Sea cual sea la decisión que adopte respecto a McChrystal, o cualquier otra acerca de Afganistán, vendrá determinada por completo por la necesidad de asegurarnos de que contamos con una estrategia que hace que los enormes sacrificios de nuestros hombres y mujeres de uniforme merecen la pena”.

El portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs, no quiso confirmar ayer si McChrystal continuará en el cargo y dijo que hay que “esperar y ver el resultado de ese encuentro”, en el que el general podrá “explicar sus comentarios”.

Aun así, Gibbs hizo hincapié en que el error fue “tremendo” y que su “magnitud y gravedad” son “profundas”.

La cadena de televisión CBS informó que el general ofreció presentar su renuncia, pero no recibió respuesta a la propuesta.

Provisiones para el talibán

Otro problema referido a Afganistán se le presentó ayer a la administración Obama. Un informe leído en el Congreso de Estados Unidos reveló el camino que recorren los fondos estadounidenses para la guerra en ese país y cómo terminan en manos del talibán y de los “señores de la guerra”, líderes locales que de hecho cuentan con un control de tipo militar en su territorio.

La investigación duró seis meses y fue realizada por el subcomité para la Seguridad Nacional de la Cámara de Representantes. El informe final refleja que una parte de lo que cobran las compañías para llevar provisiones a las tropas estadounidenses está destinada a pagar a firmas de seguridad afganas que les garantizan el paso por zonas peligrosas. Este último pago representa hasta cuatro millones de dólares semanales.

A su vez, ese dinero es utilizado por estas últimas firmas de seguridad para extorsionar a señores de la guerra y a miembros del talibán, para que les permitan el paso, de forma que las provisiones -generalmente municiones, alimentos y combustible, entre otros- lleguen a destino. La investigación reveló que algunos de los convoys que llevaban ese cargamento y se negaron a pagar fueron luego atacados por los mismos hombres que les exigían el dinero, informó el diario español El País.

El presidente del subcomité investigador, el demócrata John Tierney, explicó en un comunicado que el sistema “estimuló un chantaje llevado a cabo por una oscura red de señores de la guerra, hombres fuertes, comandantes, miembros corruptos de las autoridades y posiblemente otras personas”. El documento también indica que “varios” contratistas habían alertado al ejército que no consideró las advertencias, informó la agencia de noticias Europa Press.

Una de las empresas afganas implicada en el traspaso monetario es Watan Risk Management, que pertenece a dos primos del presidente de Afganistán, Hamid Karzai, y que a su vez contratan al “comandante Ruhulah”, un típico personaje de “la nueva clase de señores de la guerra”, según el informe. El propio Ruhulah reconoció que gasta 1,5 millones de dólares al mes en municiones y sobornos para proteger las provisiones estadounidenses.

Cientos de empresas de seguridad en Afganistán emplean a más de 70.000 personas armadas; en Kabul esto se conoce como “Cuarto Ejército”, informó El País, en referencia a que se trata de fuerzas que en poder se encuentran en la lista detrás del ejército estadounidense, el de la OTAN y del talibán. Además se lo involucra en casos de abuso y violaciones a los derechos humanos.

El informe identifica como raíz del problema que las empresas transportistas tengan que defenderse por sí mismas y reconoce que el ejército afgano no está en condiciones de protegerlas. El control sobre las empresas subcontratadas debería ejercerse desde el Pentágono, según las instrucciones del Congreso, y esa falta es criticada en el informe: “El Departamento de Defensa tiene poca o ninguna visión de lo que ocurre en los camiones de suministro”. El documento también insta al Pentágono a asumir su responsabilidad y estudiar cómo se está afectando a la política afgana.

A su vez, costear en forma indirecta a estos caciques locales va en dirección contraria de las intenciones estadounidenses de fortalecer al gobierno afgano, ya que los señores de la guerra se ocupan de mantener los vacíos de poder estatal para su provecho.

El propio informe reconoce: “Mucho después de que Estados Unidos deje Afganistán [...] estos señores de la guerra continuarán representando un papel mayor como centros autónomos de poder político, militar y económico”.

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