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Luis Alberto Lacalle y Verónica Alonoso, ayer, en la sesión del Senado.

Foto: Victoria Rodríguez

Me gusta esa grieta

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Disputas internas de blancos y colorados abrirán “margen de negociación”, según legisladores del FA.

Hace cinco años Luis Alberto Lacalle y Pedro Bordaberry no estaban en el Parlamento y el principal referente del bloque opositor era el senador Jorge Larrañaga. Como se sabe, la situación cambió en esta legislatura y ya no se habla con tanta certeza de aquel Uruguay que avanzaba, casi resignado, hacia un sistema bipartidista. Al momento de interpretar este escenario inédito, algunos representantes de la bancada del Frente Amplio (FA) vaticinan que las disputas en las internas del Partido Nacional (PN) y el Partido Colorado (PC) configuran un escenario que habilitará alianzas, y seguramente algunas picardías, que hasta el momento parecían insospechadas.

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La cuña y el palo

Culminado el ciclo electoral, reafloraron las diferencias entre los distintos sectores de los partidos tradicionales. La realidad es más explícita entre los blancos, cuyos principales referentes mantienen una disputa pública, que los aleja de aquella imagen de unidad del 29 de junio, cuando Luis Alberto Lacalle y Jorge Larrañaga sellaron el binomio presidencial. El 9 de julio, en entrevista con El Observador, el conductor de Alianza Nacional insistió en la necesidad de evaluar críticamente el mensaje de las urnas: “El Partido Nacional se merece una autocrítica. El partido no debe tener, ni va a tener, una suerte de tapón llamado Lacalle”, dijo, y luego lo comparó con un ombú, por aquello de que no deja crecer nada a su alrededor. El líder de Unidad Nacional le contestó en plena sesión del directorio: “Quiero decir que no me gusta esa imagen pastoril. Yo no soy un ombú, que es un árbol que no sirve para nada, soy un tala, que es un árbol que crece entre las piedras y tiene espinas, pero también tiene flores muy dulces”. El 26 de julio Larrañaga arremetió de nuevo, esta vez en Últimas Noticias: “No se puede hablar de competencia de liderazgos porque cada uno representa sectores distintos del espectro partidario. Con todo respeto, en lo electoral es difícil que el senador Lacalle reincida; es mi percepción”. El último en sumarse al ida y vuelta fue el senador Sergio Abreu (AN), que si bien ante las definiciones arbolísticas había advertido que eso no le hacía bien al partido, el lunes en el directorio cuestionó a Lacalle por cortarse solo en sus intervenciones en el Senado, sin coordinar con el resto de los legisladores. Entre los colorados, la evidencia más reciente de las fisuras surgió tras el acto por los 25 años de democracia (ver la diaria del 03/08/2010) y habían tenido un antecedente cercano tras las elecciones de mayo, cuando se formó el movimiento Orientales de a Pie (que reúne a dirigentes de los partidos tradicionales convencidos de que será ésa la única forma de vencer al Frente Amplio en 2014) al impulso de figuras coloradas, relegadas tras el ascenso de Pedro Bordaberry: Washington Abdala, Guillermo Stirling y Francisco Zunino. Este último, dirigente maragato, fue sancionado por la convención por unirse al Partido Nacional en las elecciones departamentales de mayo, dando origen a un intercambio epistolar con el senador Ope Pasquet. Marcando una impronta diferente a la de los blancos, desde la cúpula colorada su secretario general, Pedro Bordaberry, ha decidido minimizar las discrepancias, incluso cuando en las internas el precandidato del Foro Batllista, Luis Hierro López, consideró que “no tiene la culpa de ser hijo de quien es. Pero es un apellido que se asocia a la dictadura y es un período muy negro en la historia del país”. Pedro había optado por un tono paternalista: “Luis Antonio está perdiendo la línea, hay que comprenderlo y ayudarlo”.

El senador Jorge Saravia (Espacio 609) visualiza que la nueva geografía parlamentaria está marcada a fuego por la recuperación de terreno del PC, que pasó de tres a cinco senadores y de diez a 17 diputados. Desde su punto de vista, la presencia de Bordaberry y Ope Pasquet le ha dado “otra dinámica” al Senado, y en la tarea cotidiana queda claro que su intención es marcar un “perfil diferente” al del PN.

“En el período pasado tuvimos a Julio María Sanguinetti, pero con posiciones muy cercanas al PN. Además, en general pasaron de una estrategia de oposición cerril a una postura más negociadora y en eso la fuerte presencia de Lacalle parece muy importante”, agregó.

Saravia entiende que el ex presidente blanco, que llegó para “jugar en todas las canchas”, le aporta “lineamientos ideológicos más claros” a la bancada opositora, que lo diferencian de Larrañaga, “no tan claro en sus pensamientos filosóficos”. “En la última elección los sectores de centro, o progresistas, del PN fueron aplastados por la derecha conservadora, y eso termina pesando en el Parlamento”, afirmó Saravia, que marca como “paradójico” que las corrientes más conservadoras que encarnan Lacalle y Bordaberry sí lograron un entendimiento con el gobierno del FA. “Tal vez cayó la teoría del bipartidismo pero los bloques ideológicos persisten”, remató.

Para Enrique Rubio (Vertiente Artiguista), la decisión del presidente José Mujica de integrar a la oposición resultó “ muy sabia” y se dio en un momento con “niveles de flexibilidad política totalmente diferentes a los del período anterior”. “Venimos de un Senado con dos bloques contrapuestos y ahora tenemos a las fuerzas del gobierno por un lado y a dos fuerzas opositoras por otro. Y la realidad indica que cada una de ellas tiene una disputa interna, porque tanto blancos como colorados están mirando cómo llegan a 2014”, comentó.

Rubio admite que el oficialismo tiene que empezar a considerar políticamente esas pujas entre las sensibilidades internas de los dos principales partidos de la oposición, en referencia a las tensiones que puedan surgir con los sectores nacionalistas Unidad Nacional y Alianza Nacional, y entre Propuesta Batllista y Vamos Uruguay en tiendas coloradas (ver recuadro).

“Hay un mapa nuevo con mucho margen para la negociación y seguramente habrá encuentros y desencuentros de diferentes características. Porque basta que uno esté de acuerdo con el gobierno en tal tema para que el otro salga a marcar su diferencia. Hay un juego democrático entre adversarios que debemos saber leer”, propuso. En esta línea, a Pablo Álvarez, de la Corriente de Acción y Pensamiento-Libertad (CAP-L), le pareció “muy interesante”, como insumo para el análisis, que Luis Alberto Lacalle haya aparecido en la televisión “casi como vocero del equipo económico”, después de la última visita del ministro Fernando Lorenzo.

“Y acá nadie puede decir que las políticas económicas se derechizaron, pero está claro que la oposición se dio cuenta de que hay cosas que ya no puede decir. Hace cinco años se pararon en la vereda de enfrente a tirar piedras y ahora se dan cuenta de que con eso retroceden”, reflexionó el diputado suplente.

Álvarez coincide en que blancos y colorados no tenían competencia interna en el anterior período, mientras que en la actualidad “se matan entre ellos para ver quién queda”. “Sale Bordaberry a hablar y atrás salta el otro a responderle, y ésa será la lógica. Con este panorama, el FA tiene otras condiciones también para discutir hacia adentro”, opinó Álvarez, en el marco de una conferencia organizada por el Partido por la Victoria del Pueblo (PVP) para analizar el retroceso electoral del oficialismo.

Marcando algún matiz, el diputado Carlos Varela (Asamblea Uruguay) dijo que “hasta ahora” no ha encontrado “diferencias notables” con lo que sucedió en la anterior legislatura, más allá de los “aprendizajes lógicos” del oficialismo y la oposición.

“La estrategia parlamentaria del FA tiene que estar en sintonía con el Poder Ejecutivo, para generar una clima político que permita avanzar en determinadas políticas de Estado, que ya fueron priorizadas. No debemos tener la expectativa de que haya divisiones en los partidos tradicionales, sino buscar consensos que trasciendan los ciclos electorales”, propuso Varela.

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