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Chico Whitaker

Foto: Nicolás Celaya

Movimiento horizontal

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Quienes participan en las revueltas árabes coinciden con el Foro Social Mundial en que la acción política no debe ser sólo partidaria, señala Chico Whitaker.

Francisco Chico Whitaker pasó de formar parte del grupo de asesores de la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil a ser dirigente político del Partido de los Trabajadores para finalmente convertirse en activista social. Cofundador del Foro Social Mundial, está convencido de que es la gente, y no los gobiernos, la que debe impulsar los cambios profundos. Destaca que la explosión de protestas en distintos países es “una demostración muy clara de que el mundo necesita ser cambiado y de que la gente siente la posibilidad de hacerlo”.

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-¿Qué rol asume el FSM ante el crecimiento en el mundo de las manifestaciones populares: la primavera árabe, los indignados en España, las protestas en Estados Unidos?

-Evidentemente, hay una oportunidad y una posibilidad, que está creciendo, de que los animadores de estos movimientos puedan encontrarse con los facilitadores de los foros. Esto probablemente ocurra en Túnez, en marzo, cuando va a haber un Foro Social magrebí, y se está intentando que después se concrete una reunión. Pero lo importante de esto es que ellos trabajan con conceptos próximos a los del foro: horizontalidad, espacio abierto, sin conclusiones, con intercambio, pensar juntos, buscar salidas. El FSM es un espacio abierto donde las actividades son definidas por los participantes, no por un grupo de decisión. Ellos parten, como nosotros, de que la acción política no puede quedarse en la acción partidaria: los partidos están siendo vistos como algo insuficiente y con problemas. Son jóvenes que mayoritariamente no están vinculados a partidos y ven a la democracia representativa como insuficiente o desvirtuada, igual que nosotros. También están descentralizando su trabajo y organizando actividades locales, igual que el FSM, que tiene eventos mundiales, regionales, locales, sin vinculación, sin pirámides, sino con redes horizontales. Hay ahora una tendencia muy grande de hacer foros temáticos y locales con el objetivo de que la gente se conozca y se articule. Estoy seguro de que estos movimientos van a encontrar caminos para que la gente no se canse, que es el mayor desafío, porque con el tiempo se deja de ocupar un espacio, empieza a hacer mella la represión, tanto desde el poder como desde la prensa, que dice que son desocupados, utópicos, drogados. Hay que vencer esos obstáculos que van desacreditando lo que están haciendo. Sobre todo, estos nuevos movimientos son una demostración muy clara de que el mundo necesita ser cambiado y de que la gente siente la posibilidad de hacerlo.

-¿Cómo responden a las críticas de que el FSM es inoperante justamente por esa forma de trabajo de no concluir y no generar propuestas concretas?

-El foro en sí mismo no es un movimiento ni una organización, es un espacio. De allí salen muchas propuestas concretas pero de las organizaciones que hacen cosas y propuestas. No tenemos conclusiones finales porque es imposible incluir las declaraciones de todos, y si las hubiera, serían demasiado amplias. Pero se estimula a que la gente haga sus declaraciones y sus conclusiones y salga del foro con propuestas concretas para llevar a cabo, pero eso depende de la gente que concurre.

-En 2007, en una entrevista con la diaria, señaló que entre las organizaciones que suelen participar del foro había una tensión entre el concepto “Foro-Movimiento” y “Foro-Espacio”, ¿sigue existiendo?

-Ese debate está más o menos saldado. Incluso quienes defendíamos que tenía que tornarse un movimiento nos dimos cuenta de que si eso sucediera el foro moriría, y de que mantenerlo como espacio tiene mucho valor. De todos modos, hay montones de organizaciones y movimientos que usan el foro sólo durante algunas etapas, como la Liga Campesina, que empezó con el Movimiento de los Sin Tierra en Brasil, que se juntó con otros movimientos campesinos en América Latina y en el resto del mundo. Usaron la estructura del foro e hicieron crecer la liga, un movimiento muy grande a nivel mundial. Para ellos el foro ya cumplió su papel y a veces no concurren. No es una buena orientación porque hay mucho más que hacer, hay muchos movimientos que todavía no se integraron, habría que multiplicar los foros para permitir su participación. Si no vienen, pierden la oportunidad. De la misma manera, la gente que descubre que es importante hacer política partidaria, pueden hacerlo; no en el foro. Depende mucho del proceso de cada uno, el foro es un instrumento, un servicio para la construcción de la unión.

-¿Cómo reacciona el FSM ante el acercamiento de dirigentes como el entonces presidente brasileño Lula da Silva, o los actuales mandatarios de Venezuela, Hugo Chávez, y de Bolivia, Evo Morales?

-El foro en sí no es un espacio partidario pero está abierto a los aportes que puedan hacer los dirigentes de partidos. Sin embargo, esto es muy complicado, porque a veces la gente del foro entiende que cuando viene Lula o Chávez viene a decir “la palabra final”, y no es así: viene porque puede, pero no manda. Los partidos quieren venir, tienen mucho interés en hacerlo porque la gente que va a los foros suele ser independiente, autónoma, tiene ideas nuevas, propuestas nuevas, que los partidos pueden captar. No queremos que los partidos se involucren porque tienen una tendencia a la lucha por el poder, existen para eso, para ganar poder, y no queremos introducir este tipo de lucha en el espacio del foro, porque no es un lugar para la lucha por el poder, sino para la comprensión y la cooperación.

-¿Por qué cree que en el último año crecieron las manifestaciones y las protestas en Brasil?

-Lula se llevó al gobierno a un montón de líderes de movimientos populares que se quedaron, por lo tanto, sin liderazgos ni animadores. Además, había una situación muy difícil: como era un gobierno “nuestro”, un gobierno popular, era difícil criticarlo. Si lo hacíamos, estábamos dando argumentos a la oposición. Lula nos dijo: “Presionen, por favor, porque si ustedes no lo hacen lo van a hacer los de arriba y voy a tener que ceder ante ellos; prefiero hacerlo ante ustedes”. Pero esta etapa, que fue durante el gobierno de Lula, ahora está terminando, y los movimientos sociales están volviendo a ser autónomos, críticos y a exigir cosas.

-¿Las izquierdas llegan demasiado condicionadas a los gobiernos o les pesa demasiado gobernar?

-Les pesa demasiado, pero hay una cosa detrás de esto, de Evo, de Correa, de Lula, y es que no han criticado el sistema capitalista dominante, entonces entran al gobierno creyendo que hay que tener crecimiento económico rápido y continúan las locuras que hace el sistema capitalista para crecer. Piensan que es la única manera de poder distribuir más, pero de hecho destruyen la naturaleza y la sociedad. Entonces ese cambio de la idea de crecimiento económico puro y sencillo hacia una idea de desarrollo económico real y liberador no se llega a hacer. En Brasil la aplicación del sistema capitalista como se está haciendo está creando desigualdad social, cuando la promesa básica del gobierno de Lula era disminuir esa desigualdad. Los ricos en Brasil están mucho más ricos que antes y los pobres mejoraron un poco, pero la distancia sigue siendo la misma. Son procesos. La sociedad entera tiene que tener más conciencia de la necesidad de este cambio de modelo económico.

-¿Lo decepcionó el gobierno de Lula?

-No, Lula tomó el poder pero no para hacer lo que quería. Para ser elegido y para mantenerse en el gobierno tuvo que hacer alianzas, las más increíbles, las más terribles, las más contradictorias, pero así tuvo que mantener su gobierno y pudo hacer un montón de cosas, aunque dejó de hacer otro montón. Es muy difícil. No quisiera estar en sus zapatos. Los cambios estructurales son muy difíciles y llevan a que echen a presidentes, y por eso tienen que venir de la sociedad. Ése es el principio del foro: la sociedad es el actor político que falta. Los gobiernos, pobrecitos, hacen lo que pueden, y Lula hizo lo que pudo. Y Dilma [Rousseff, la presidenta brasileña], hace lo que puede. Las alianzas que heredó de Lula para tener mayoría en el Congreso le han dado estos problemas de los ministros que caen porque son alianzas con la vieja cultura política, que Lula no quiso enfrentar.

-¿Se puede decir que Dilma sí se anima a enfrentar la vieja corrupción?

-No, ella está pagando el precio del modelo antiguo de política. Pero hay organismos del gobierno que están bajo la dirección de Dilma, como la Contraloría General de la Unión y la Policía, que con Lula aumentaron mucho su capacidad, su eficiencia y están haciendo un trabajo increíble ayudando en la lucha contra la corrupción.

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