Los máximos representantes del Partido de los Trabajadores de Corea del Norte mencionaron ayer a Kim Jong-un -hijo menor del “Querido líder”, Kim Jong-il, que falleció el 17 de diciembre por un infarto- “líder supremo del partido, el Estado y el Ejército”. El joven veinteañero, cuya edad exacta se desconoce, caminó delante, a la derecha de la limusina que tenía el cajón con el cuerpo de su padre, un gesto simbólico que pareció querer mostrar que era él quien estaba al mando.
También en una ceremonia celebrada el miércoles, Kim ocupó el lugar de su padre: apareció flanqueado a su derecha por el máximo general del país, Ri Yong-ho, el ministro de Defensa, Kim Yong-chun, y su tío Jang Song-thaek.
Corea del Norte sorprendió al transmitir el funeral por la televisión oficial a todo el mundo. Durante los dos días de funeral, en cambio, la despedida de Kim Jong-il se manejó con secretismo, no fueron invitadas delegaciones de otros países y se obligó a salir de Corea del Norte a todos los extranjeros: desde el único corresponsal periodístico, el de la agencia de noticias AP, hasta empresarios que tuvieron que detener la actividad de sus fábricas para cumplir la orden.
A causa de ese hermetismo las imágenes y lo simbólico ganan importancia a la hora de intentar dilucidar qué pasa en el país. Por eso, la aparición, durante la semana, de Jang, el tío de Kim, vestido con uniforme militar significó que fue ascendido de cargo, porque hasta ahora era un civil.
Su ascenso refuerza la teoría de que él y su esposa Kim Kyong-hui -hermana del “Querido líder”- formarán junto con el joven Kim una “cuadrilla” de gobierno, hasta que esté todo a punto para hacer la sucesión.
Kim guardó silencio durante la ceremonia y el traslado del féretro, al igual que lo hizo su padre en 1994, cuando tuvo que enterrar a su propio padre, el fundador de Corea del Norte, Kim Il-sung. Se espera que, al igual que lo hizo su padre en su momento, Kim guarde luto durante tres años.
En la jornada de ayer se hicieron tres minutos de silencio durante los cuales toda Corea del Norte se mantuvo detenida al mediodía, excepto por los silbatos y sirenas de trenes y barcos que sonaron al unísono. Durante las horas anteriores, unas 100.000 personas se habían congregado para ver pasar el féretro, envuelto en la bandera del Partido de los Trabajadores, que era precedido por un retrato de unos tres metros de alto del gobernante.
A su paso, los norcoreanos mostraban su dolor por la pérdida llorando, gritando, rasgándose la ropa o incluso golpeándose a sí mismos mientras caminaban sobre varias capas de nieve y con temperaturas diez grados por debajo del cero.
Así, con ese silencio final, se cerraron oficialmente los 17 años de gobierno del “Querido líder”, los ocho días de exposición de su cuerpo y las dos jornadas de funeral. Sus restos fueron colocados en el palacio de Kimsusan, donde también se encuentra el cuerpo embalsamado de su padre, el fundador de la república.