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Agricultores portan pancartas y verduras durante una protesta contra la empresa privada Tokyo Electric Power (Tepco), operadora de la central de Fukushima, ayer, en Tokio (Japón).

Foto: Efe, Tomoyuki Kaya

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Los reactores que utiliza Fukushima fueron vendidos como los más económicos y fáciles de construir.

En el aniversario del accidente de Chernóbil y con el debate sobre el riesgo nuclear a flor de piel por la crisis en la planta de Fukushima, decenas de manifestaciones se organizaron en los últimos días en distintos países, sobre todo de Europa, en rechazo a la energía nuclear.

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En cuarentena

Katsunobu Sakurai es el alcalde de Minamisona, una de las ciudades japonesas a cuyos habitantes se pidió que permanecieran en sus casas. Sakurai recurrió a internet en los primeros días de abril para pedir ayuda para los más de 70.000 habitantes que viven en su jurisdicción. En un video en YouTube, el alcalde de esta ciudad, sita a 24 kilómetros de Fukushima, explicó que el gobierno pidió a las personas que no salieran de sus hogares, pero que éstas no cuentan con los elementos necesarios para subsistir, informó el diario The New York Times. “Hemos sido aislados”, dijo Sakurai, y responsabilizó a las autoridades por no facilitarles a los habitantes de Minamisona cosas tan elementales como alimentos, agua o combustible para calefacción, mientras conviven con réplicas del sismo.

Una advertencia sobre los reactores que se utilizan en la mayoría de las plantas nucleares japonesas, entre ellas Fukushima, data de 1972 y fue reiterada desde ese entonces. Señalaba que si los sistemas de refrigeración alguna vez fallan en el reactor nuclear Mark 1, la vasija de contención que lo rodea probablemente estalle con el calentamiento de las barras de combustible en su interior. Peligrosas radiaciones se arrojarían al ambiente de esta manera.

Los reactores Mark 1 fueron diseñados por General Electric en 1960 y cuentan con una vasija de contención de acero y hormigón, que cuando la capacidad de refrigeración del reactor está comprometida, es la última línea de defensa ante la emisión de radiactividad, preparada para resistir durante un tiempo que se determina según la gravedad del incidente y las condiciones de mantenimiento.

Sin embargo, por la debilidad del diseño en la vasija de los Mark 1, otros reactores, que son de agua a presión, se convirtieron en los favoritos en los años siguientes. La General Electric publicitaba el diseño de sus reactores como los más baratos y los más fáciles de construir en los años 60, y ya una década después los asesores nucleares de organizaciones internacionales -como la Comisión de Energía Atómica- los criticaban y pedían que su producción fuera discontinuada.

Incluso en Estados Unidos, donde hay 23 Mark 1 en 16 plantas nucleares, se mejoraron los sistemas de éstos en los últimos años de los 80, informó el diario The New York Times.

Pero en Japón eso no se hizo, y este país continúa viviendo la crisis nuclear que comenzó el 11 de marzo, cuando un terremoto de 9 grados en la escala de Richter y un tsunami afectaron la zona noreste de Japón y dañaron la central nuclear de Fukushima, que tuvo reiteradas fugas radiactivas. Se anunció que tomará como mínimo seis meses, y como máximo nueve, terminar de controlar la situación en la planta, aunque tanto las autoridades japonesas como la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) indicaron en los últimos días que la situación es mejor que hace unas semanas.

Planes para Fukushima

Una vez controlada la situación en la planta, se podría empezar a hablar del retorno de los evacuados: decenas de miles de personas cuyos hogares están a menos de 20 kilómetros a la redonda de la central nuclear. La semana pasada el ministro de Economía nipón, Banri Kaieda, se mostró confiado en que alguna de esas personas podrán volver a sus casas cuando la planta esté controlada, a más tardar, en enero de 2012, si todo sale como está previsto.

A las evacuaciones se suma que la reconstrucción de los pueblos y ciudades que fueron devastados por el terremoto y el tsunami podría tomar hasta diez años, según indicó ayer un comité asesor del gobierno. Se estima que los desastres naturales causaron más de 13.000 muertes, que unas 130.000 personas viven en refugios porque perdieron sus hogares, y que los daños económicos equivalen a unos 300.000 millones de dólares. El viernes el gobierno emitió la primera partida presupuestal destinada a la reconstrucción y fue de casi 50.000 millones de dólares.

El nivel de crisis nuclear japonesa es el mismo que el de Chernóbil: grado 7 en la escala internacional de la AIEA: “Accidente grave”. Son las únicas dos crisis que tuvieron esta categoría. La ciudad ucraniana sufrió un desastre nuclear del que ayer se cumplieron 25 años, cuando era parte de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, en 1986.

Hoy Chernóbil recibe visitas y se publicita en el turismo a gran escala. Uno de los principales atractivos es la “ciudad muerta” de Prípiat y el bosque rojo, donde los árboles adquirieron un color naranja por la radiación, informó la revista estadounidense Forbes en un artículo sobre destinos turísticos que incluía a la Antártida y Corea del Norte.

Ecos en el mundo

“Cada 25 años tenemos que hacer frente a un desastre nuclear”, dijo el domingo Wiebe Eekman, una de las 1.500 personas que manifestaron en Bruselas contra la energía nuclear. Miembro de la plataforma Clima y Justicia Social, una de las convocantes a la manifestación, junto al partido Verdes, Eekman recordó que 25 años antes de Chernóbil, en setiembre de 1961, hubo una explosión nuclear subterránea muy potente en la región rusa de Novosibirsk que generó una lluvia radiactiva. La protesta no fue exclusiva de Bélgica, que cuenta con dos plantas nucleares, sino que se extendió en 26 países en los cuales se recordó el caso Chernóbil en la víspera de su aniversario, se recriminó que la crisis japonesa era previsible, y se reclamó el fin de la energía nuclear.

Unas 7.000 personas se reunieron en seis puentes del río Rin, limítrofe entre Francia, Alemania y Suiza, para denunciar los riesgos de la energía nuclear. En los actos se reclamó el cierre de varias centrales, en especial el de las más antiguas, y se recordó “que el riesgo cero no existe”, según palabras del activista Remi Verdet, quien explicó a la agencia de noticias Europa Press que el lugar se eligió simbólicamente porque “la radiactividad no conoce fronteras”.

En Alemania las protestas no fueron sólo en las orillas del Rin, sino también en las calles de Berlín, Hamburgo y Colonia entre otras ciudades, en las cuales también se pudo ver a líderes de los opositores socialdemócratas y los verdes unidos en el llamado al que acudieron más de 10.000 personas.

También en España hubo algunas manifestaciones, mientras en Bielorrusia, una de las repúblicas más afectadas por Chernóbil, se prohibió el encuentro. Las autoridades alegaron motivos de seguridad.

Una de las manifestaciones más ocurrentes fue la de Greenpeace en Río de Janeiro. Los activistas, vestidos con un traje amarillo que simulaba ser antirradiación, esparcieron un gas naranja frente a la sede del semiestatal Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social, para simular un accidente nuclear frente a la entidad que apoya económicamente la energía atómica en Brasil.

En cambio, el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, y el presidente francés, Nicolas Sarkozy, ratificaron ayer, reunidos, su apoyo a la energía nuclear. El italiano la consideró “siempre la más segura”, y el mandatario ruso, Dmitri Medvedev, pidió nuevas convenciones internacionales sobre seguridad nuclear, mientras miles de personas manifestaban también en Tokio contra esa energía.

En la capital japonesa, familias enteras y jóvenes mostraban sus carteles que decían “Bye, Bye, Genpatsu” (Adiós, nuclear) pidiendo el cese de la energía nuclear y protestando contra la compañía Tepco, que opera la central de Fukushima. Uno de los participantes de la manifestación, de 43 años, sostuvo: “Antes de Fukushima no pensaba en todo esto, pero ahora hay que reaccionar. Hay que hacerlo, por nuestros hijos”.

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