Durante meses las encuestas para las elecciones de este domingo en Perú mostraban al ex presidente Alejandro Toledo (2001-2006) como favorito. El segundo lugar, el del candidato que enfrentaría a Toledo en la segunda vuelta, el 5 de junio, se definiría entre la senadora Keiko Fujimori, hija del ex presidente Alberto Fujimori, y Luis Castañeda, ex alcalde de Lima.
Pero los últimos sondeos reflejaron un claro cambio en el tablero electoral: el nacionalista Ollanta Humala, quien con suerte había figurado en el tercer lugar de alguna encuesta, pasó a ser el preferido de los votantes.
Las dudas ahora tienen que ver con quién acompañará a Humala en la segunda vuelta electoral, si lo hará Fujimori o Toledo, mientras que Castañeda y el quinto candidato en disputa, el ex ministro de Economía de Toledo, Pedro Pablo Kuczynski, aparecen relegados al cuarto y quinto lugar.
Según la ley electoral peruana, la semana previa a la elección no pueden publicarse encuestas, por lo que los datos más recientes son los de la semana pasada.
El sondeo realizado por Ipsos-Apoyo para el diario peruano El Comercio mostró una intención de voto de 27,2% para Humala y su alianza Gana Perú. Lo sigue con 20,5% Fujimori, con su Fuerza 2011, y Toledo, con su partido Perú Posible, con 18,5%. Estos números darían a la senadora el pase a la segunda vuelta, pero en otras encuestas ella queda tercera en intención de voto.
Los sondeos de las firmas CPI e Imasen, publicados en Radio Programas del Perú y el diario La República, respectivamente, muestran a Toledo en el balotaje (con 19,6% y 20%) y a Fujimori en el tercer lugar (con 19,1% y 18,2%). En los dos casos Humala aparece primero, con 28,7% y 25%.
Las tres encuestas muestran que entre 16% y 25% del electorado votará por alguno de los otros ocho candidatos o todavía no sabe qué votara. El historiador y analista político peruano Antonio Zapata dijo a La República que no hay nada determinado: “Los peruanos deciden su voto a último momento, ante la ausencia de partidos políticos que puedan captar bolsones estructurados de electores”.
La falta de partidos tradicionales salta a la vista en estas elecciones, especialmente la del partido con más historia, el APRA del presidente Alan García, que quedó fuera de los comicios cuando la candidata independiente que había presentado, Mercedes Aráoz, se retiró por diferencias internas. La desconfianza de los peruanos hacia las formaciones políticas convencionales parece ser la razón por la cual los candidatos se presentan como líderes de movimientos y no de partidos. Toledo es el que más ha pedido el voto oficialista. Pero García ya dijo: “Cuatro de los cinco candidatos continuarán mi obra”. El otro es Humala.
Los de afuera
El historial público de Ollanta Humala es poco convencional y en las elecciones pasadas, su discurso era mucho más radical que el que expone hoy. En 2000 protagonizó junto con su hermano Antauro y otros 50 militares un levantamiento armado contra el entonces presidente Fujimori. Fue derrotado, apresado, amnistiado y liberado.
En 2005 esa historia se repitió, en este caso con Toledo en el gobierno. Si bien fue derrotado y apresado nuevamente, se consagró junto con su hermano como el opositor a la clase política tradicional. Los Humala eran algo así como unos superhéroes que enfrentaban a aquellos que la sociedad consideraba corruptos.
Finalmente, Ollanta eligió el camino democrático y como candidato se enfrentó en 2006, con su Partido Nacionalista Peruano, al aprismo liderado por el actual presidente. En esas elecciones, en las que fue respaldado expresamente por el mandatario venezolano, Hugo Chávez, se impuso en la primera vuelta, pero en la segunda fue derrotado por García; varios analistas señalan que ocurrió así porque, a último momento, los peruanos prefirieron lo convencional.
Humala “fue un buen soldado peruano”, dijo Chávez. Pero enseguida agregó, en declaraciones a Televisión Nacional del Uruguay, que no respalda a ninguno de los competidores peruanos y que al nacionalista lo intentan relacionar con él para debilitarlo. Sin embargo, líderes opositores venezolanos aseguran que hay una influencia del chavismo en Humala y manifiestan sospechas de que Chávez intente influir en las elecciones. También el presidente chileno, Sebastián Piñera, se manifestó respecto a las elecciones peruanas y reconoció que una victoria de Humala implicaría un “cambio radical” en la actitud de Perú hacia Chile.
El candidato de Gana Perú advirtió que si los peruanos que viven en Chile siguen siendo discriminados, se hará lo mismo con los chilenos en su país.
Moldeando al candidato
Pese a alguno de estos deslices, Humala ya no utiliza un discurso tan nacionalista como el de las elecciones pasadas, cuando criticaba la política liberal y se decía cercano a Chávez y al presidente boliviano, Evo Morales, y recibía críticas y acusaciones de asustar a los mercados de Lima, especialmente al rechazar la firma de un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos. Aquel discurso fue señalado como responsable de la derrota de Humala en la segunda vuelta.
Esta vez, Humala se dijo más cercano al ex mandatario brasileño Lula da Silva y prometió que si gobierna, “no habrá sobresaltos”. No obstante, no faltan quienes dicen que es un “lobo con piel de cordero”.
Humala, único postulante de izquierda con oportunidades de pasar a la segunda vuelta, propone “transformar el modo de hacer política” y también al Estado “con una nueva Constitución”. Haciendo hincapié en que sus opositores “prometen lo que ya tuvieron oportunidad de hacer”, el ex militar se ha comprometido a desarrollar una economía nacional más fuerte y recuperar el dominio de los recursos naturales del Perú, aunque ya se manifestó contrario a las nacionalizaciones.
Esta modificación de su discurso es atribuida, entre otras cosas, al asesoramiento de dos miembros del Partido de los Trabajadores de Brasil, al que pertenecen tanto Lula como la actual presidenta brasileña, Dilma Rousseff. Según el diario Folha de São Paulo, el petista Valdemir Garreta y el simpatizante Luis Favre asesoran desde enero al equipo de campaña de Humala y han intentado suavizar su imagen.
Para ello impulsaron acciones similares a las que se incluyeron en la campaña de Lula para las primeras elecciones que ganó, en 2002, como la “Carta al pueblo”, en la que se expone la postura del candidato y se atenúan los temores a cambios económicos.